
La remoción de HKmap.live de la App Store de Apple en los últimos días trae una vez más a la discusión el tema de la libertad de información, esta vez no de la mano de un Gobierno, como suele ser en la mayoría de los casos, sino de una de las mayores corporaciones en todo el mundo como lo es Apple, responsable de todos los iPhones conectados a Internet en este momento, un número cercano al 13% de los smartphones, frente al 87% de Android.
Que una sola empresa tenga el poder de decidir qué Software pueden o no instalar en sus términales los usuarios es similar a cuando en una dictadura se le ordenaba a la prensa hacer vista gorda a ciertos temas. Estos tiempos ya los creíamos superados, pues desde Internet podemos tener acceso a mil y un versiones de cualquier noticia que los medios de comunicación decidan poner en su agenda.
Cuando tenemos una noticia falsa en frente, es deber nuestro cuestionar sea lo que sea que nos estén contando. Esto fue lo que pasó con un email enviado por Tim Cook (CEO de Apple) a sus empleados, cuando intentó explicar por qué habían sacado la App de HKmap.live de la tienda de aplicaciones. Según Cook, decía el email, la aplicación estaba siendo usada para atacar polícias en las protestas de las últimas semanas en Hong Kong. Lo delicado del asunto era que, como si se tratara de una noticia falsa, no se presentaba una sola prueba o hecho verificable que permitiera demostrar que la decisión de Apple fuera legítima. A propósito, si quieren saber más sobre lo que está pasando en Hong Kong, pueden ver este vídeo que hizo Platzi.
Similar a un castillo de Lego construido con miles de fichas, la cuenta de Pinboard en Twitter escribió todo un hilo demostrando por qué las fichas que daban forma a ese castillo (la versión de los hechos según Apple) no encajaban con la realidad. Entre otras cosas, mientras Apple afirmaba que la aplicación estaba siendo usada para «atacar violentamente a policías», lo cierto era que la aplicación ni siquiera mostraba la ubicación individual de cada policía.
Y así, ya no como un castillo de Lego, y sí como uno de naipes, toda la estructura se viene al piso, dejando en evidencia que una empresa tan poderosa como Apple puede simplemente redactar un comunicado, empujarlo hacia los medios de comunicación y hacer de cuenta que todo continúa en normalidad.
Este tema es más complejo aún, si tenemos en cuenta que involucra a Gobiernos, corporaciones y activistas políticos, cada uno con su propia agenda política. No olvidemos que detrás de Estados Unidos y Europa, el mercado chino es el tercer mayor para Apple y donde se fabrica la mayoría de sus terminales. Un conflicto entre Apple y el Gobierno Chino, donde manda un Partido Comunista (no muy amigo de los movimientos democráticos), podría desencadenar en decisiones como las que en el pasado han afectado a Facebook o a Twitter, que han sido bloqueados en el país. Una decisión similar para Apple significaría millones de dólares en pérdidas para sus accionistas, no pudiendo fabricar ni vender más en China.
Si bien no hay evidencia de que Apple haya llegado a estar cerca de que todo esto sucediera, lo cierto es que nadie quiere incomodar al Gobierno Chino si muchos de tus negocios están en ese país. Tienes dos opciones: o haces vista gorda y trabajas callado, o te vas. Esto es lo que intentó hacer Tim Cook.
Así funciona el mundo en países donde no hay democracia. Eso lo sabemos desde los años 30 cuando muchas empresas alemanas se beneficiaban en el Gobierno de Hitler mientras disidentes políticos y comunidad judía eran perseguidos.
Discursos mediáticos: vendiendo realidades paralelas
Abrir el periódico e intentar buscar puntos incoherentes sobre cualquier cosa que nos estén diciendo es muy fácil. Para el caso de las noticias, solo hace falta ver a quién entrevistan, cuáles son los datos verificables, quién firma la nota o incluso ver el nombre del medio de comunicación que está detrás. Todo esto queda en un segundo plano cuando vemos el título de una noticia falsa siendo compartida cientos de veces.
Le creemos más a un título sensacionalista y al número de personas compartiéndolo, que al propio contenido de la noticia. Es lo que hacen los Gobiernos cuando buscan imponer su versión de los hechos, sin dar un solo argumento, y esperando que ningún periodista verifique los datos. Solo porque no nos tomamos el trabajo de dar click y leer.
Esto mismo lo podemos poner en el plano de las redes sociales y los influenciadores, cuando nos intentan vender un estilo de vida que parece sacado de una película de Disney. En un artículo titulado ‘Reality Checks’, escrito por Amelia Tait, se expone cómo detrás de un influenciador puede haber más depresión que buenos momentos.
Si en 2010 cuando Instagram era una novedad veíamos personas compartiendo momentos realmente auténticos, esto se convirtió en un espacio de gente infeliz adicta a los Likes, la búsqueda de la foto perfecta en momentos en que lo único que había era ansiedad y soledad. Instagram no creció a más de 500 millones de usuarios con personas subiendo fotos banales de momentos comunes y corrientes. Todos nos querían vender su estilo de vida por más que fuera falso y a punta de Likes Instagram fue quitándole el protagonismo a Facebook y a Snapchat. Cuando empezamos a analizar con esta lente de realidad la versión del mundo que nos presentan los medios de comunicación, la publicidad y todas estas empresas de tecnología, empezamos a ver el mundo de una forma más clara. Como ya lo decíamos un post pasado, «todos nos quieren vender productos que ni siquiera sabíamos que necesitábamos. Esto es lo que busca la industria publicitaria al final del día, que veamos el mundo de cierta forma, para que sintamos el vacío que hace falta llenar para que seamos felices.
Discursos alternativos: visiones cercanas a la realidad
Este es uno de los mensajes que intenta traer el minimalismo, el de exponer que es posible vivir en sociedad con el mínimo posible. Yo mismo no me considero un minimalista, aunque alguna u otra cosa he aprendido: dono ropa que ya no uso a cada cierto tiempo, descarto productos electrónicos que ya no sirven, compro el mínimo posible de objetos materiales. Y a este punto llegamos, de tener conciencia que comprar más no nos estaba haciendo más felices, en tiempos en que la economía no crece, experimentamos el cambio climático causado por nuestro consumo exagerado y crece la desigualdad: los más ricos pagan cada vez menos impuestos, y la clase media tiene que llenar con su sueldo el vacío que va quedando.
En el libro Moda con Propósito, escrito por André Carvahal (a quien pueden escuchar en el vídeo de abajo), se explica cómo lo que realmente está sucediendo cuando más y más personas piensan de esta manera es que nos acercamos hacia un cambio de era, similar a lo que en su momento trajeron la revolución francesa o la revolución industrial, que introdujeron grandes cambios a cómo vivían las personas de cada época.
Lo cierto es que en las próximas décadas no podremos vivir a costa del crédito, de los recursos naturales infinitos y de la acumulación material. Todo esto se hace tan evidente, que las propias corporaciones tienen que adaptar sus productos a un consumidor final que empezará a cuestionar más las cosas y no le va a dar su dinero al primero que se aparezca. Es lo que intenta hacer Facebook cuando quita los contadores de Likes de Facebook e Instagram. Es lo que busca Apple cuando busca medir el tiempo desperdiciado que pasamos en nuestros smartphones. Es lo que pretende Uber cuando nos pregunta si le queremos dar una propina al conductor al final del viaje. Antes de todos estos cambios, hubo alguien cuestionando lo malo que había detrás de estas plataformas.
Todo esto era lo que Greta Thunberg le quiso decir a los líderes del mundo cuando cuestionó el hecho de pensar en el crecimiento económico a cualquier costo, sin pensar en los daños irreversibles que le estábamos haciendo al planeta (pueden saber más sobre este tema, viendo el vídeo de abajo de Greg News (en portugués). Al día de hoy, seguimos pensando con la lógica de crecimiento económico de los años 80, pero con la salvedad de que hoy contamos con menos recursos y menos margen de error para los años venideros.
Me pregunto dónde buscaremos más crecimiento económico cuando se agoten los recursos naturales y hayamos derretido el polo norte. Nos comenzarán a vender aire embotellado, y quienes nos lo ofrezcan seguirán pensando en crecimiento económico infinito, como si siguiéramos en los años 80.
Es a raíz de estas discusiones y de ver la fragilidad lógica de los discursos que nos rodean, que empezamos a pensar más en problemas como la desigualdad, cómo evitar que la brecha entre ricos y pobes se haga más grande. De aquí que se popularicen ideas como la renta básica universal, en tiempos en que la mano de obra humana deja de ser necesaria. O la idea de los impuestos progresivos propuesta por Thomas Piketty para que los más ricos realmente paguen de acuerdo con sus patrimonios y no pongan a pagar más a la clase media.
Mientras todo esto sucede, y que la automatización y el surgimiento de trabajos banales mal remunerados (ejemplo: Rappi o Uber) se vuelven más predominantes, veremos creciendo como espuma los discursos que reivindican los derechos de los trabajadores y los movimientos sindicales, como único contrapeso a los discursos que defienden a las megacorporaciones y al libre mercado. En fin, el regreso de ideas marxistas que creíamos haber dejado en el pasado cuando cayó el muro de Berlín estarán en boca de más personas. Esperemos que este choque de ideas nos lleve hacia un mundo más auténtico que el que tenemos hoy.
Imagen: Laercio Azevedo