
Cada segundo que pasas mirando la pantalla de tu celular tiene un costo. Esto es lo que mantiene en pie a empresas como Google y Facebook, que monetizan tu atención a cambio del dinero de los anunciantes. Es mentira cuando alguien dice estas empresas venden tu información. Más bien, toda vez que un anuncio es mostrado en alguna de estas plataformas, independiente de si alguien le presta atención o no, hay un anunciante pagando unas milésimas de centavo para que esto ocurra.
Tu información está en manos de estas empresas, pero esta por sí sola no sirve de nada. En realidad esta se utiliza para entrenar a la inteligencia artificial de los algoritmos que deciden qué anuncio mostrarte la próxima vez, para que ese anuncio sea lo más preciso posible y te muestre algo que estarías dispuesto a comprar. Ese mismo algoritmo es el que decide qué páginas, amigos o grupos mostrarte, para que tu experiencia sea cada vez más personalizada y al mismo tiempo adictiva dentro de las plataformas. Al final, no todo el contenido que se muestra son anuncios, es solo una porción mínima de todo lo que se muestra.
Esto mismo pasa con todas las aplicaciones que tienes instaladas en tu celular. Todas están optimizadas para ofrecer una experiencia adictiva. En últimas, todas intentan quedarse con unas milésimas de segundo de nuestra atención para seguir existiendo. Es por eso que TikTok e Instagram son tan adictivas. Siempre quieres seguir desplazándote para abajo, ver más y más, sin que llegues a darte cuenta del tiempo que llegaste a desperdiciar. Es por eso que todas te mandan push notifications. Si las dejas de usar, ellas dejan de existir.
A propósito, el vídeo de abajo (en portugués) muestra lo que sucede cuando vamos a consultar el celular para algo puntual y acabamos haciendo otras cosas. Al final se nos olvida lo que íbamos a hacer.
La vida de los otros
¿Por qué admiramos a quienes pasan la mayor parte de su vida conectados, generando contenido para Instagram, TikTok, YouTube, etc.? No solo les pagamos con Likes, sino con atención que podríamos dedicar a otra cosa, inclusive a nosotros mismos, a vivir nuestras propias vidas. Al final de nuestras vidas, cuando nos arrepintamos de lo que dejamos de hacer, esos pequeños momentos habrían hecho toda la diferencia para hacer algo significativo.
La anterior es una reflexión que hace Jenny Odell, autora del libro How to Do Nothing: Resisting the Attention Economy, que habla sobre por qué siempre tenemos que estar ocupados. Nos desespera no estar haciendo nada. Tenemos que hacer algo que nos genere «algún retorno». Es la presión que la sociedad hace sobre nosotros para que emprendamos, estemos en forma, aprendamos algo nuevo, cuidemos de la familia, meditemos, etc. Y si en medio de todo nos encontramos con 15 minutos de absoluta paz, el celular nos llama para que vayamos a ver qué notificaciones llegaron en ese medio tiempo.
¿Cuándo fue la última vez que ustedes escaparon de su rutina para hacer algo diferente? Es claro que estamos en medio de una pandemia y ni siquiera podemos salir de casa sin miedo de contaminarnos por el virus, pero ¿intentaron aprender algo nuevo que no sabían en todo este tiempo, por ejemplo? ¿Qué los detiene para practicar cosas que en otro momento de sus vidas los hizo felices, como tocar un instrumento o pintar? ¿Intentaron alguna vez quedarse sentados en un parque viendo el horizonte sin las ganas de querer ver lo que estaba pasando en las redes sociales? ¿Leyeron un libro por lo menos?
La respuesta a todas estas preguntas suele ser no, la mayoría de veces por falta de tiempo. Incluso si tenemos a alguien al frente de nosotros, nos cuesta tener el celular lejos y dedicarle el 100% de nuestra atención a esa persona. En inglés existe una expresión para referirse a esto: FOMO, que por sus iniciales significa fear of missing out, o miedo a perderse de algo. ¿Qué rayos puede ser tan importante en Facebook como para que nos dé miedo perdérnoslo? Si algo realmente es importante, nos vamos a enterar por otro lado o alguien nos va a contar.
Seinfeld, la serie de televisión, tenía un componente único. Era una serie que no se trataba sobre nada. Todos los programas de televisión se tratan sobre algo, pero Seinfeld no se trataba sobre nada. El vídeo de abajo (en inglés) explica el concepto. ¿No podríamos aplicar un concepto equivalente a nuestras propias vidas? Todos están haciendo «algo». ¿Por qué no podemos simplemente no hacer nada? Así como Seinfeld, podría inclusive llevarnos a tener vidas más divertidas.
La invitación que hago con este post no es para parar de usar el celular o las redes sociales. Lo más seguro es que muchos necesitemos lo uno o lo otro para trabajar o estar en contacto con nuestras familias y amigos. Pero sí les podemos empezar a dar un uso más consciente y reducirlo hasta su más mínima expresión para que dejen de absorber nuestro tiempo.
Cambiando hábitos, alejándose la tecnología
Puedo hablar de mi caso personal sobre cómo empecé a cambiar algunos hábitos en mi vida relacionados con todo lo que estamos hablando. Entre 2015 y 2016 yo usaba mucho Facebook e Instagram. Fue la misma época en la que ambas aplicaciones no paraban de crecer de forma exponencial, lo que eventualmente llevó a Facebook a tener ciertos problemas de los que hablamos aquí en el blog. Facebook tenía la mentalidad de move fast and break things, que traducido al español sería muévete rápido y rompe cosas, lo que acabaría llevando al rompimiento de varios procesos democráticos alrededor del mundo, el renacer de una extrema derecha que rayaba en el fascismo, entre ellos la ascensión de Trump y Bolsonaro, entre otros.
No recuerdo exactamente el momento en que me di cuenta de que estaba pasando mucho tiempo en redes sociales, pero sí recuerdo que fácilmente eran 2 horas al día y yo me pregunté a mí mismo si no podría dedicar esa misma cantidad de tiempo a leer libros, y lo primero que hice fue desinstalar la aplicación de Facebook del celular en 2017. Desde entonces nunca más la volví a instalar y solo lo uso desde un computador. Con Instagram me tomaría al menos 1 año más para tomar una decisión igual de drástica. Creía que no lo podría hacer porque me veía a mí mismo como dependiente, como si fuera una droga para mi cerebro.
En efecto, cuando paré de usar Facebook e Instagram en el celular, me generaba un poco de ansiedad el FOMO, la posibilidad de que me estuviera perdiendo de algo, más cuando consultar ambas aplicaciones era lo primero que hacía al levantarme. En un par de semanas mi cerebro entendió el cambio. Instagram lo instalo de vez en cuando para subir fotos o lo uso desde el computador, que tiene una interfaz menos adictiva. Al final uno se da cuenta de que no es mucho de lo que uno se está perdiendo.
Habrán notado que hablo mucho de Facebook e Instagram, ¿y qué pasa con todas las demás aplicaciones? WhatsApp, que es propiedad del mismo grupo, también me hacía mucho daño que me tomó más tiempo reparar, pues lo usaba mucho en el trabajo y yo tenía una tendencia a que cualquier mensaje que me llegara lo respondía de forma inmediata. No podía evitar no hacerlo y eso lo acabé haciendo con personas cercanas que ni siquiera esperaban una respuesta inmediata. Sin querer podía escribir cosas que podría haber comunicado mejor si las hubiera dicho en otro momento.
El libro de Jenny Odell que mencionaba más arriba hace una reflexión interesante: las ideas requieren de incubación, tiempo y espacio. Por eso no deberíamos responder nunca de forma impulsiva o podríamos decir algo de lo que nos lleguemos a arrepentir. Deberíamos dejar que nuestra mente procese todo lo que está pasando y en un par de horas o días vamos a dar una respuesta más inteligente. Pero para mí el daño ya estaba hecho y la solución que encontré fue asumir que la mayoría de lo que pasa en WhatsApp no es urgente y lo puedo responder en cualquier momento. Si algo realmente es urgente, ya me voy a dar cuenta por simple sentido común.
El solo hecho de ser consciente del uso que le había estado dando a Facebook, Instagram y WhatsApp todos estos años hizo que mi mente pudiera liberar espacio para preocuparse por otras cosas que realmente me motivaban, como aprender un idioma (dema del que hablé en un post pasado) o tocar la guitarra, entre otras cosas. Y aún así sigo dedicándole mucho tiempo a Twitter, casi 1 hora al día solo en el celular. Pero por otro lado me di cuenta de que el contenido que consumo en Twitter y las personas que encuentro allí son más interesantes que las del resto de plataformas que uso.
Autocontrol: nosotros contra Facebook
Por todo esto es que nunca empecé a usar TikTok, ni subí Stories a Instagram. Sé que ambas son adictivas y el haber pasado por esa experiencia con otras plataformas me lleva a pensarlo dos veces antes de meterme de lleno y tener que generar contenido que ni siquiera tengo tiempo ni ganas de producir. Es como empezar a ver una nueva serie. Si la serie es muy buena, uno no para hasta llegar al último capítulo. Y uno no deja de ver series, solo se vuelve más selectivo en cómo gastar el tiempo.
Algunas aplicaciones que me han ayudado últimamente a tener bajo control el uso que les doy a las aplicaciones son Action Dash en Android, que nos muestra de forma visual cuánto tiempo estamos dedicando por día y por semana a las aplicaciones que más usamos o un Plugin de Mozilla Firefox llamado Social Media / Web Time Tracker, que cumple la misma función. El hecho de saber que uno podría estar abusando de una u otra aplicación lo lleva a uno a pensárselo dos veces para que los números que se están midiendo solo empeoren.
Algo nuevo que voy a intentar, y no sé si va a funcionar, es tener un papel a la mano y escribir todas las veces y la hora en que uno abrió Facebook o Instagram en el computador. El tener este paso adicional hará que uno se lo piense dos veces antes de parar lo que esté haciendo. Se trata de poner un paso adicional que lo lleve a uno a desistir. Es similar a lo que hago con Instagram: si realmente lo quiero usar, lo voy a tener que descargar, instalar de ceros, ingresar mis datos de acceso, recibir un código de autenticación, etc. Todo eso me da pareza. Es decir, funciona para contrarrestar la facilidad que todas estas empresas de tecnología implementan en cada actualización justamente para que la experiencia al abrir la aplicación genere menos fricción y la usemos por más tiempo. Al final, somos nosotros solos contra cientos de ingenieros, gerentes y diseñadores de producto, analistas de datos, etc. que construyen los servicios que usamos. Nosotros les podemos ganar si jugamos de forma inteligente.
La respuesta a las #FakeNews y a todo lo malo de las redes sociales
Todo lo que he venido comentando en este post no es más que autocontrol dirigido a aprender a usar las redes sociales de forma responsable para que recuperemos nuestras vidas, no que las redes sociales nos controlen a nosotros. Las personas que desarrollan estos productos tienen un incentivo de hacer que pasemos la mayor cantidad de tiempo en sus aplicaciones. No es de su interés que las paremos de usar. De lo contrario, le estarían pasando el mensaje a sus clientes de que las personas quizás estén pasando tiempo en otros lugares. Sería como lo que le pasó a Snapchat. Las personas lo dejaron de usar porque encontraron mejores lugares dónde pasar su tiempo. El problema es que adonde fueron a parar fue a una aplicación que clonó las principales funcionalidades de Snapchat: Instagram Stories, que acabaría siendo adaptado a Facebook, WhatsApp, Twitter y hasta LinkedIn.
Ahora bien, si Snapchat perdió relevancia entre todo el ecosistema de redes sociales, ¿qué podemos aprender para que las demás aplicaciones y dispositivos que controlan nuestras vidas pierdan relevancia también? Quizás aquí tengamos la respuesta a lo que ni Facebook ni Twitter ni YouTube han querido hacer cuando de #FakeNews, bots y discursos de odio se trata. Si estas plataformas hacen poco o nada al respecto, es más lo que nosotros mismos podríamos hacer si las paramos de usar de forma tan descontrolada.
En su momento la web que existía antes de las redes sociales con portales, blogs y foros perdió relevancia también. Es probable que nosotros mismos como usuarios seamos los que forcemos un cambio y acabemos encontrando una web en la que la adicción no sea lo más importante, sino el contenido de alto valor como ya lo hacen Netflix con las series, Amazon con los libros, YouTube con canales científicos, el periodismo de alta calidad con los paywalls e inclusive todo lo que sucede lejos de una conexión a Internet como una simple visita al parque sin el celular en el bolsillo, lejos de la economía de la atención.
Imagen: Random Soleil
Son ideas sobre las que también pienso muy frecuentemente. He hecho experimentos, intentando eliminar las apps y acceder desde el PC. Después de unas semanas el FOMO empieza a instalarse en mi cabeza y termino volviendo a ellas.
Seguiré intentándolo.
El tiempo consumido en redes sociales, en efecto, podría generar una gran mejora en nuestras vidas personales y profesionales.
Gracias por este articulo, Daniel.