Metro de Berlín decorado con los colores del Hertha BSC

Resulta extraño que un equipo cuyo estadio haya sido sede los juegos olímpicos de Berlín en 1936 y de la final del mundial de fútbol en Alemania 2006 no sea más que un animador del torneo que temporada tras temporada lucha por no descender o por volver a la primera división de la Bundesliga, como ha sucedido en los tres últimos años (post escrito en 2012): dos descensos y un título en segunda división. La capital alemana, que fuera en algún momento la mitad del mundo durante la guerra fría, nunca pudo ser una potencia futbolística a diferencia de grandes ciudades europeas como Londres, Madrid, Ámsterdam y Milán, e incluso sudamericanas como Buenos Aires o Sao Paulo, solo por mencionar algunas.

La historia, por el contrario, se parece más a la de un equipo chico, pues además de haber ganado un puñado de títulos regionales que ya ni existen, sus dos últimos y únicos títulos en la Bundesliga son de la década de los años 30, época en la que llega al poder el Tercer Reich a Alemania. Sospechoso además.

Pero contrario a lo que muchos creen, que el régimen influyó en tiempos de guerra en las decisiones del equipo, similar al Inter en la época del fascismo en Italia o al Real Madrid supuestamente con el General Franco, Hertha BSC no sacó provecho de la situación en su momento. Se trata más de una leyenda negra con la que ha tenido que convivir el equipo, como lo demostró una investigación hecha por Daniel Koerfer, profesor de historia de la Universidad Libre de Berlín, en la que llegó a la conclusión de que

«El Hertha no fue santuario del antisemitismo, y tampoco de resistencia contra las leyes raciales decretadas por el Estado del Tercer Reich» 

El profesor Koerfer llegó a esta conclusión tras revisar algunos estudios sociológicos en torno al barrio Wedding, en esa época sede del club, donde se concentraban en el norte de la capital la mayoría de sus simpatizantes, y que a propósito en las elecciones que Hitler llegara al poder darían su voto en un 75% por el Partido Comunista, del cual el Tercer Reich se declararía enemigo unos años más tarde.

Muchos se preguntarán entonces a qué se debe este, llamémoslo, mito urbano. Y es que nunca ha sido un secreto que Hertha jugaba de local desde los 30 e incluso antes en el estadio que le sirvió a Hitler para tratar de imponer la hegemonía aria en los juegos olímpicos del 36, similar a lo que intentó China en 2008 o Estados Unidos en 1984. En fin, también tiene que ver que el Führer a la fuerza haya impuesto en la junta directiva a Hans Pfeifer con la idea de inculcar el pensamiento nazi en el seno del club berlinés. Finalmente, según el mismo estudio, la mayor parte de los jugadores del Hertha no se afilió al partido nacionalsocialista ni mostraron simpatía excepcional hacia las huestes hitlerianas.

Seguramente en el mito también tiene gran importancia su rival de patio, el Union Berlin, que aunque juega en tercera división y es más un recuerdo de la RDA comparte una de las rivalidades más grandes de Alemania simplemente porque los dos son los equipos de la capital alemana, y en estos casos siempre se sacan los trapos sucios entre ellos. 

Años más tarde Berlín se convertiría en la única capital europea sin equipos en primera tras intentar sobornar a los jugadores de la ciudad para que se fueran con su equipo. Más adelante, hacia finales de los 90 y mediados de la década pasada hubo un espejismo, con el equipo resucitando, jugando de igual a igual con Bayern Münich y clasificando a Champions League y a la Copa Uefa en varias oportunidades. Hoy por hoy, en segunda división, Hertha BSC no ha dejado de ser un equipo con poca historia pero con mucho significado.

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