Paisaje de un atardecer Río de Janeiro en Brasil.

Me sorprende lo poco que desde afuera una persona común y corriente puede llegar a saber sobre cualquier país del mundo. No me refiero solo a Brasil como indica el título, sino a todo aquello que se encuentre más allá de nuestras fronteras. A menos que seamos muy cultos y nos interese mucho saber sobre otras culturas, o de que nos la pasemos viajando de país en país, como hacen él, él o ella, lo más seguro es que poco o nada sepamos de lo que pasa al otro lado del mundo. A veces ni siquiera sabemos cómo es la vida en otra ciudad dentro de nuestro propio país, en ciudades que quedan a menos de 1 hora en avión. ¿Por qué pasa esto?

Pero no todo es culpa de nosotros. No es que no nos interese ser cultos, pues en este problema también contribuyen los medios de comunicación. Fíjense en que la mayoría de contenidos para televisión, música, películas y todo lo que tiene para ofrecer la industria del entretenimiento que nos llega de afuera es de Estados Unidos, seguido de América Latina. De Europa llegan pocas cosas, entretanto que de África, Asia o Australia prácticamente nada. Afortunadamente sobrevivimos con mucho de lo que nosotros mismos producimos: series, telenovelas, música local y películas.

En ese orden de ideas, mucho de lo que uno puede llegar a conocer de otro país sin visitarlo viene de los medios de comunicación, y de ahí mi punto de que Brasil es un país cerrado. Lo máximo que una persona del común sabe de este país antes de conocerlo tiene que ver con fútbol y carnaval, que hablan portugués y que ocupa la mitad del territorio de Sudamérica (estos dos últimos son casi que de sentido común). Pero no se sabe nada más. Y esto por causa de que la información que entra y sale de Brasil es muy poca.

Fíjense que esto es algo que no pasa con otros países. A lo largo de Latinoamérica hay cosas que son famosas donde sea que uno vaya: cine mexicano, rock argentino, telenovelas venezolanas, series colombianas, la salsa, el Chavo, etc. De todo esto lo único que llegó a Brasil fue Chespirito y de todo lo demás no tienen ni idea que existe. Brasil fue un país que por causa de su mismo idioma ha tenido que producir para sí mismo todo eso que en otros países se intercambia de forma natural.

Mientras en Colombia recibíamos señal de canales peruanos y bolivianos en los años 90, en Brasil solo existía la Globo, el segundo canal más grande del mundo y responsable de prácticamente todas las telenovelas que se consumen en este país (y la telenovela es tan importante como el fútbol y el carnaval). Mientras en Latinoamérica teníamos un MTV que tenía prácticamente la misma señal para todo el continente, Brasil tenía su propio MTV. Así como nosotros hablamos de rock en español, en Brasil hay miles de bandas brasileras que no suenan en ningún otro país: ¿o acaso conocen a Skank, Sugar Kane, J Quest o Raimundos? Allá ni siquiera han oído hablar del reggaeton. Existe un equivalente que se llama Funk, y es la música que supuestamente escuchan las clases más bajas (es más o menos así). O en YouTube si El Bananero, EnchufeTV o Hola Soy Germán son famosos desde México hasta Argentina, en Brasil existen Porta dos Fundos o Parafernalha. En otras palabras, tienen un equivalente para todo. (En su momento hubo hasta un personaje de Disney creado para Brasil).

Mientras tanto, en los últimos años fue muy poco lo que pudo romper las barreras del idioma y de los medios de comunicación extranjeros. Un ejemplo de ello fue Tropa de Élite, película premiada en la Berlinale de 2008 en Berlín. La película le mostró al mundo la realidad detrás de las favelas de Río de Janeiro y del BOPE, un cuerpo de fuerzas especiales de la policía que solo actúa cuando pasa algo muy delicado en territorios sobre los que el Estado no tiene control alguno.

Creo que a pesar de ser un excelente filme, este tuvo éxito porque aprovechó algo de lo poco que se sabía de Brasil en el exterior: Río de Janeiro, una de las ciudades más turísticas del mundo y la violencia en las favelas. Esto explica por qué es tan difícil que algo venido de Brasil llegue a ser aceptado por fuera: es tan poco lo que se sabe, que no hay elementos de los que agarrarse para ser atractivo dentro de otras culturas. De ahí que si en Brasil el sistema eléctrico estuvo a punto de colapsar en el episodio final de Avenida Brasil, en Colombia la gente apenas llegó a ver los primeros capítulos, esta vez porque aunque el producto venía empaquetado en nuestro idioma, este venía con un doblaje que tenía que caer bien en toda América Latina. Si bien, se trata de algo parecido a lo que hacen con cada serie que llega a Latinoamérica y los doblajes mexicanos, es claro que esto toma muchos años en ser aceptado y hasta adorado por la crítica (obviamente no iba a pasar con una telenovela en menos de 1 año).

Más que cultura: impuestos y burocracia

Así pues, a esto agreguémosle que en Brasil las mismas instituciones, los impuestos y la burocracia hacen que sea difícil la integración desde otros países, lo cual sumado a lo del idioma, este asunto de la industria cultural complica aún más las cosas. Incluso así, estamos hablando de un mercado de 200 millones de personas, casi tan grande como el resto de América Latina, o su tercera parte en total. Por esto es que Brasil ha sido un país que ha tenido que producir prácticamente todo para sí mismo. Casi nada viene de afuera y hasta marcas como Samsung, Dell, Nokia y Apple con Foxconn han tenido que abrir fábricas en Manaos y Sao Paulo para que el golpe por un mercado que ni siquiera tuvo apertura económica con los Estados Unidos no sea tan fuerte (por eso que en Colombia la tecnología sea barata, y en Brasil, cara).

Una empresa que ha tenido que lidiar con problemas tanto culturales como burocráticos ha sido Amazon, que en Brasil se ha limitado a ofrecer libros (físicos y digitales), una versión en blanco y negro del Kindle y aplicaciones para Android (la mayoría gratuitas). Es decir, la empresa todavía no está en condiciones de ofrecer lo mismo que vende en Estados Unidos o Europa (casi cualquier producto que a uno se le ocurra). Para llegar hasta ese punto tienen primero que consolidar una marca y optimizar los procesos de logística. Y es que si en Estados Unidos un producto puede llegar el mismo día en que es hecha la compra y hasta hay planes de utilizar drones en las entregas, en Brasil una entrega puede demorarse fácilmente una semana, nuevamente por cuestiones de burocracia, esta vez por la empresa de correos que es del Estado (más burocracia). Esto hace que un envío que podría ir desde Sao Paulo, que es «cerca» a Argentina, y donde Amazon tiene sus bodegas, hasta el Amazonas al lado de Colombia sea cosa de al menos una semana.

Igualmente, Amazon aterrizó en Sudamérica y, si quería sobrevivir, tenía (o tiene) que quitarle un pedazo de la torta a Livraria Cultura, una tienda de libros con más de 50 años en el mercado y que también vende por Internet, algo así como Barnes and Noble en Estados Unidos. Además de eso ya tenía su propio lector de eBooks, su propio Kindle. 

Hago mención a esto último solo para volver al mismo punto por el que empezamos: la cultura de un país muy cerrado. Para cualquier cosa que llegue de afuera se trata de competir contra una parte del ADN brasilero. Por eso es normal que VISA, MasterCard y AMEX tengan que compartir el mercado con una empresa local (ALELO). Que McDonalds, Burger King y Subway tengan al lado franquicias que no existen en ningún otro lugar (HABIB’S y BOB’S). Y lo mismo con la música, la televisión, el cine y todo el universo de la industria cultural en Brasil. Todo eso, junto al idioma (claro) y la misma burocracia son lo que se junta para que Brasil hoy siga siendo un país cerrado.

Imagen propiedad de Barbara Eckstein