Si Steve Jobs fue un nombre que resonó en nuestro oídos desde el lanzamiento del primer iPhone en 2007 hasta hoy, quizás un nombre que empecemos a escuchar con la misma frecuencia de ahora en adelante sea el de Elon Musk, la persona detrás de Tesla, SpaceX y Solar City. Si no hemos escuchado hablar de ninguna de estas empresas, ni de Musk, quizás si hayamos oído hablar de PayPal, el primer sistema de pagos por Internet que desafió el atraso tecnológico de los bancos por allá en 1999, y que posteriormente fue adquirido por eBay, el gigante del comercio electrónico.
 
Y mientras a la mayoría de las personas le gusta pasar el tiempo en redes sociales, y yo paso mi tiempo escribiendo, Musk dedica día y noche a construir carros eléctricos que se dirijan solos, reemplazar la energía eléctrica con energía solar y a fabricar cohetes que puedan llevar a la humanidad a marte algún día.
 
Si todas estas ideas hubieran sido propuestas hace unos 20 años, nadie hubiera pensando que sería posible llevarlas a cabo. ¿Quién iba a desafiar a gigantes de la industria automotriz como Ford, General Motors y Mercedes?, ¿quién iba a cuestionar el papel de los combustibles y energías no renovables?, ¿quién iba a cuestionar que la humanidad tendría que vivir en el planeta tierra para siempre? Y quizás el problema ni siquiera hubiera sido cuestionar cosas que hacían parte del statu quo, sino todo el dinero que hubiera sido necesario para llevar todo eso a cabo.

No hay que ser un genio para ver que la industria automotriz dependió por décadas de los combustibles fósiles. Le estamos chupando todo el petróleo al planeta tierra, y lo vamos a dejar como una uva pasa. Cuando eso pase, tendremos billones de vehículos en las grandes metrópolis sin combustible para moverse. Eso no va a pasar de la noche a la mañana. Pasarán décadas, y de seguro debemos tener reservas, pero queriendo o no va a haber un momento en el que no dé para más.

 
Piensen en un cajón de arena de 10×10 metros en un parque público. De profundidad tiene 2 metros, y a alguien se le ocurrió que como el parque es público puede sacar arena sin que nadie se dé cuenta, meterla en bolsas de 1 Kg y venderla a una constructora de forma ilegal. Más que no darse cuenta, va a haber un momento en el que el cajón quede vacío. Para no parar el lucrativo negocio que acabaron de descubrir, buscarán otros parques y dejarán a los niños sin arena para jugar. Y repetirán el proceso cientos de veces sin que nadie haga nada.
 
Utilizo este ejemplo para explicar que así como la arena en el parque no era infinita, el petróleo tampoco lo es. Gobiernos en medio oriente y norte de África han sido derrocados porque tenían petróleo, Venezuela se quedó sin dinero y Ecopetrol en Colombia entró en una crisis de la que nunca salió. Lo único que hicimos durante mucho tiempo fue mirar por televisión cómo cómo se quemaba el mundo, mientras seguíamos movilizándonos con autos que dependían del petróleo para funcionar.  Y todo porque éramos adictos a la gasolina.
Y por eso es que arriba decía que cada vez íbamos a escuchar a hablar más de Elon Musk, porque creó un auto que funciona con electricidad y desafió a toda la industria automotriz, que lleva décadas sin mover un dedo para hacer la transición hacia energías renovables. Musk ha dado los primeros pasos gracias a Tesla, pero también se ha apoyado en las otras dos empresas de las que hace parte: Solar City, que convierte la energía solar en eléctrica, y SpaceX que lanza cohetes al espacio, con el objetivo a largo plazo de iniciar una nueva civilización en marte.
 
SpaceX sería el Plan B para cuando sea demasiado tarde y nos demos cuenta de que fracasamos como humanidad y necesitamos repoblar un nuevo planeta para arruinarlo todo de nuevo.
 
Acabé de leer la biografía de Elon Musk, escrita por Ashlee Vance, y las de arriba son solo algunas reflexiones que me quedan. El libro no toca puntualmente todo de lo que estoy hablando, pero vale la pena contextualizar el momento histórico en el que todo esto se da para entender por qué Elon Musk podría ser tan relevante como lo fue Steve Jobs. Steve Jobs revolucionó la computación móvil, haciendo que las pantallas táctiles, los sistemas operativos móviles y los planes de datos fueran tan necesarios como lo fueron las líneas de teléfono en algún momento.
 
El trabajo de Jobs desarrolló indirectamente industrias completas: la industria de las aplicaciones móviles, seguridad informática, telecomunicaciones y publicidad, entre otras. Todo esto tenía que ver con la forma como nos comunicábamos. Ahora lo que ya está pasando gracias a Musk es que cambie también la forma en que nos movilizamos: ¿carros eléctricos que se conducen solos?, ¿viajes espaciales?, ¿energía solar?
 
Nadie daba un peso por el primer iPhone. Steve Ballmer de Microsoft, responsable de Windows Phone, se burló de él y en BlackBerry dijeron que estarían bien. Ya todos sabemos cómo acabó esa historia.
 
Ahora algo parecido está pasando y Musk no es el único que está haciendo eso posible. Uber, Waze y hasta Airbnb nos han hecho repensar la forma como concebíamos los espacios y cómo nos movilizábamos dentro de ellos, y el gran problema al que todas estas empresas se han tenido que enfrentar es a que las leyes de ningún país estaban preparadas y millones de empleos formales estaban en juego. Pero a pesar de todo, una gran conclusión a la que podemos llegar en este momento es que si no hay nadie que desafíe las reglas que nos han traído a un escenario distópico en el que tenemos como Plan B irnos a vivir a otro planeta, seguiremos por el mismo curso y todo estará acabado. O Elon Musk y compañía acaban de construir el futuro, o el planeta estallará cuando no haya más petróleo.

Imagen: OnInnovation