Por estos días una de las peleas más disputadas en las arenas de la Internet tiene que ver con los dólares que circulan toda vez que somos impactados por un anuncio ya sea en un dispositivo móvil o en un computador de escritorio. Esta disputa es relativamente nueva si consideramos que la popularización de los smartphones viene de 2011 para acá. A propósito de los 10 años del lanzamiento del primer iPhone en 2007, Android fue lanzado en la misma época, año 2008. Sin embargo, fueron necesarios un par de años para que un celular con el sistema operativo de Apple o de Google llegara a manos de todo el mundo.
Antes de esto había también celulares Nokia que utilizaban un sistema operativo llamado Symbian. Había unos cuantos celulares con la marca Windows, y cómo olvidar la marca BlackBerry. Fueron estas marcas, y quizás Motorola, las líderes hasta antes antes de lo que hoy conocemos como teléfonos inteligentes. No obstante, llegaron a un punto — entre los años 2005 y 2008 — en el que no pudieron entender lo que el mercado estaba pidiendo, como si lo hicieron Steve Jobs (Apple) y Andy Rubin (Android).
Como podemos ver, la evolución del ecosistema de dispositivos móviles es algo reciente. Hasta antes de lo que mencionábamos más arriba, era muy extraño que un celular se conectara a Internet. No era necesario. Todo podía ser resuelto con llamadas, mensajes de texto o correos electrónicos desde un computador. Por consiguiente, nuestros primeros contactos con el www fue con un computador de escritorio y un navegador desde el que bajábamos música, programas, fotos, etc. Y peor aún: nos conectábamos con línea telefónica y módem.
Sin que mucho de esto haya dejado de ser así, quería llegar a este punto solo para hacer énfasis en que durante mucho tiempo siempre que nos conectábamos a Internet veíamos unos anuncios que eran horribles e intrusivos. Quizás todavía quede uno que otro en nuestra carpeta de Spam, pero hoy lo más seguro es que si vemos un anuncio sea también desde un celular y no sea tan horrible ni intrusivo, para lo cual empresas como Apple y Google (dueño de Android) han sido fundamentales, masificando el ecosistema de computación móvil.
Pero mientras todo esto pasó, la evolución de los anuncios que veíamos cuando nos conectábamos a Internet no paró. De eso hablé por aquí hace unas semanas. Esto abrió un mundo de oportunidades para los desarrolladores de servicios y aplicaciones que utilizábamos todos los días, y fue también la sentencia de muerte de lo que conocíamos como prensa escrita, pues a final de cuentas la publicidad tendría que salir de la tinta y el papel, para transformarse en bits y pixeles, permitiendo que el alcance de una publicidad a página entera de una revista ya no fuera de miles de personas, sino de un número cercano a infinito de usuarios conectados desde una aplicación o sitio web, y por precios irrisorios que mandarían a la quiebra a cualquier medio impreso. (En serio, ¿quién pauta a página entera en un periódico regional cuando puede aparecer en la red social y en el buscador que utiliza más del 99% de las personas conectadas a Internet?)
Fue de aquí que surgieron otros actores como Google Adwords, Facebook Ads y Twitter Ads, entre otros. No sobra decirlo, pero mantener funcionando estas empresas, con servidores almacenando nuestra información y personas trabajando en los productos que tenemos instalados en nuestro celular cuesta mucho dinero. Y el 99% de ese dinero viene de anuncios.
Como mencioné al inicio de este post, una de las peleas más disputadas por estos días en Internet tiene que ver con los dólares que circulan toda vez que somos impactados por un anuncio, y eso empezó cuando apareció el primer iPhone (vídeo de arriba). Todas estas empresas tienen que seguir ganando dinero no solo porque tienen inversionistas que esperan tener su dinero de vuelta, sino también porque lo necesitan para seguir creando mejores productos. De lo contrario, estarían firmando su sentencia de muerte como le pasó a BlackBerry, a Nokia o al periodismo impreso en su momento.
En uno de los muchos episodios que tendrán estas épicas batallas por cada centavo que cuesta nuestra atención, tenemos enfrascados a Instagram Stories y a Snapchat, ambos intentando entrar en el mercado que desde 2011 era de Snapchat, el de contar historias de forma vertical, aprovechando la forma de nuestros teléfonos inteligentes.
Empecemos aclarando que las personas que utilizan Snapchat son muy diferentes de las que utilizan Instagram Stories, así como las que usan Twitter son diferentes de las que tienen un blog. Todos somos diferentes. Los únicos que no son diferentes entre una plataforma u otra son los que tienen una cuenta en Facebook, pues a final de cuentas 1,6 billones de personas todo el mundo está en Facebook.
Lo que quiero decir acá es que si bien uno podría tener una cuenta en 2, 3, 4 servicios, los motivos por los que uno como usuario utiliza uno u otro son totalmente diferentes para cada persona. Alguien en Twitter podría usar el servicio porque quiere leer opiniones de acontecimientos en tiempo real. Una persona en Instagram puede estar queriendo compartir momentos con fotografías. Y un usuario en Pinterest puede estar buscando inspiración. Algunos quieren esas cosas. Otros no.
En fin, somos casi 3 billones de personas conectadas a Internet, y quizás cada uno de nosotros utiliza los servicios que tiene a su disposición por motivos totalmente diferentes que los de la persona de al lado. Si lo pensamos bien, lo importante no es el número de personas conectadas a un servicio X, sino cuanto tiempo pasa en ese servicio y la calidad del tiempo que le dedica. Eso es lo que será monetizado: nuestra atención, que será medida en tiempo.
Las de arriba son dos de las pocas imágenes que he logrado salvar de Snapchat, pues se borran en 24 horas. La primera es una imagen de fin de año que tomé con algunos amigos en Cabo Frío, Rio de Janeiro, aplicando un filtro patrocinado (una de las formas que tiene Snapchat de ganar dinero). La segunda es una foto de una parada de autobús con un pensamiento escrito.
Por eso dije que la cifra de 150 millones de usuarios diarios en Instagram Stories había que tomarla con cuidado. Confieso que he usado el servicio, aunque de una forma superficial, a diferencia de Snapchat, donde me preocupo por publicar de vez en cuando y por ver las historias de las personas a las que sigo (mi nombre de usuario es daniel-afanador). En Instagram Stories ni siquiera he creado una historia, pues para mí Instagram sigue siendo una aplicación para compartir fotografías, y la sigo utilizando para eso (la descripción de mi perfil aclara que no comparto Instagram Histories). Si he caído algunas veces en Instagram Stories ha sido porque estoy siguiendo de forma automática a todas las personas que ya seguía y acabo sintiendo curiosidad, pero eso solo me quita un par de segundos, que no es nada en comparación con el tiempo que puedo llegar a pasar por día en Snapchat. Y si por un click estoy siendo contado como un usuario único diario, por mí está OK, mas llamaría la atención de los hechos recientes en que Facebook aceptó haber tenido problemas con las métricas en formato de vídeo.
Adicionalmente es importante considerar cómo el usuario interactúa con la aplicación, ya que el usuario en Snapchat está viendo historias de las personas que sigue. Al Snapchat no estar conectado con otro servicio como Facebook o Google, lo máximo que puede hacer es verificar que alguno de los contactos del celular tenga una cuenta para seguir. Ya en Instagram es posible conectar la cuenta con Facebook, por lo que el número de personas que uno está siguiendo puede ser mucho mayor. Como ya dije, todo el mundo está en Facebook, y si un nuevo contacto nuestro en Facebook entra a Instagram, la aplicación se asegurará de que recibamos una notificación para avisarnos y obligarnos a que lo sigamos. Por esto, el número de cuentas que un usuario común sigue en Instagram es mucho más alto que en Snapchat, lo que hace que para ver el 100% de las historias de las personas que uno sigue sea mayor. Al final ¿Los 150 millones de usuarios que Instagram Stories dice tener ven todas las historias de todas las cuentas a las que siguen? No, lo más seguro es que la gran mayoría haya entrado para ver las fotos que siempre habían estado en el feed y algunos de ellos acaben interactuando con las historias, como es mi caso y por el que seguramente hago parte de los 150 millones de usuarios únicos diarios.
A lo que voy con este post es a que — aunque la lucha por nuestra atención por parte de las empresas de tecnología que se financian con publicidad sea a muerte — el impacto que ha tenido sobre Snapchat el lanzamiento de Instagram Stories no es tan dramático como algunos medios especializados lo han querido mostrar, pues Snapchat tiene una comunidad de usuarios que le tomó años en construir. De seguro algunos de esos usuarios usen Instagram y acaben eventualmente viendo historias, pero eso de ninguna forma tiene por qué quitarle valor a Snapchat como plataforma. Y todo esto viene al caso justo a unos meses del IPO de Snap Inc., con el que la empresa pasará a ser pública. Si los medios especializados no tienen un poco más de cuidado explicando todo el contexto sobre el cual esto ocurrirá, con Snapchat podría pasar lo mismo que con Twitter, con medios especializados especulando sobre un eventual cierre o compra que nunca acabó ocurriendo aun cuando Twitter se convirtió en una herramienta tan necesaria para la opinión pública y sus poco más de 300 millones de usuarios. Es algo como Linux, Wikipedia o Mozilla Firefox: solo porque no son máquinas de imprimir dinero, no significa que tengan que desaparecer o ser vendidas. Tal vez haya otros modelos de negocios, no basados en las utilidades a corto plazo, sino en la utilidad inmediata. Es hora de repensar lo que llamamos de modelos de negocio exitosos.
Hola! Mi nombre es Daniel. Soy un colombiano nacido en la Colombia de los años 90, y viviendo actualmente en Brasil. Este blog lo empecé en el año 2008, cuando estaba en primer semestre de comunicación social y periodismo. En 2014 me vine a vivir a Brasil, hice una maestría en comunicación y me quedé a vivir de forma permanente en este país. Hoy trabajo en São Paulo con temas de tecnología y producto. Hablo inglés, francés, portugués, español y hasta hace poco estaba aprendiendo checo. Ideológicamente me considero de izquierda y antifascista. También soy cazador de memes.
Hincha de Millonarios de Bogotá, coleccionador de camisetas de fútbol, amante del Punk-Rock melódico y de la cerveza lager.
Tengo una cuenta en Twitter y en Instagram, donde me pueden contactar: @daniel_afanador.