Multitud de personas en la televisión

Con Donald Trump al frente de la Casa Blanca responsabilizando de todos los problemas de Estados Unidos a los inmigrantes, a China y a los medios de comunicación, que según él solo divulgan noticias falsas, parece que hemos entrado en una nueva etapa de la historia del periodismo. Algo parecido ha sucedido hace pocos días en Venezuela, donde el presidente Nicolás Maduro, en su afán por buscar enemigos externos, echó a CNN en Español del país, tras la revelación de una investigación sobre venta de pasaportes venezolanos en el exterior.

Si bien no es la primera vez que un Gobierno le declara la guerra a un medio de comunicación, sí lo es en tiempos recientes. Hasta hace pocos años, estos mismos medios de comunicación eran los únicos que existían. Eran los dueños de la verdad y dependíamos en absoluto de la prensa escrita, la radio y la televisión para informarnos sobre lo que pasaba en el mundo. Si un Gobierno decidía callar a un medio de comunicación, era prácticamente imposible saber lo que estaba pasando.

Pero hoy estamos en tiempos en los que la información circula como agua yendo de un río hacia el mar. Si alguien no quiere publicar, otro lo hará tarde o temprano. A final de cuentas, en los medios de comunicación trabajan periodistas y estos se conocen entre ellos. También se ayudan entre ellos. Si el medio de comunicación para el que usted trabaja no quiere publicar la investigación que usted hizo, mándemela y yo la hago pública.

Algo así pasó acabó de pasar en Colombia. A pocos días de su estreno, Canal RCN se negó a que fuera emitido el primer episodio del nuevo programa periodístico de Pirry. De hecho el programa fue cancelado, dejando sin empleo a todo un equipo periodístico. El propio Pirry dio la cara en Facebook y YouTube, y explicó que sus nuevos jefes no le explicaron los motivos de la cancelación del programa, aunque a renglón seguido mencionó que la primera investigación que sacaría a la luz sería sobre unos negocios cuestionables del actual presidente del Congreso, el senador Mauricio Lizcano.

El revuelo fue tan grande, que otros medios de comunicación le prestaron atención al asunto y lo convirtieron en noticia, aun cuando el programa original nunca llegó a salir al aire. La W Radio habló con la periodista que investigó el tema y le dio la palabra al senador para que se defendiera de los señalamientos, según los cuales se quería hacer con tierras que alguna vez pertenecieron a víctimas de la violencia para construir una bomba de gasolina. Las personas que vieron la denuncia por YouTube y Facebook también usan Twitter, y al final el asunto tuvo un impacto tan grande al que hubiera tenido si RCN no hubiera cancelado la transmisión.

Lo que llama la atención de este ejemplo es que la información es dinámica. La información iba tarde o temprano a salir a la luz, por canal de televisión o no. Lo hizo por radio, pero podría haber sido por otro canal. Esto es lo que pasa cuando un gobierno intenta tapar el sol con un dedo. Era una solución que funcionaba hasta hace algunos años lo que pretenden hacer Trump y Maduro, aunque hasta cierto punto se vuelve insostenible, pues no son los medios de comunicación sus enemigos, sino la información de sus propios actos llegando al conocimiento de la opinión pública.

En Brasil pasó algo parecido también. El diario Folha de Sao Paulo, uno de los más influyentes del país, publicó una investigación sobre cómo la mujer del actual presidente Michel Temer había sido chantajeada por un hacker. La investigación incluía capturas de pantalla del celular de la primera dama hablando por WhatsApp con el hacker, y un juez ordenó a la Folha retirar del aire el reportaje porque supuestamente los mensajes eran privados. En consecuencia, esto despertó aun más el interés de la opinión pública, que acabó enterándose de los hechos cuando otro juez levantó la medida y el reportaje se hizo público de nuevo.

Algo que podemos ver en estos ejemplos es que lo que cambió en años recientes fue la facilidad con la cual viaja la información. La información hoy es libre y si por un lado es tan fácil como copiarla y pegarla en otro lado, esto ha sido un arma de doble filo porque con la misma facilidad las noticias falsas también se propagan: lo que antes conocíamos como amarillismo evolucionó en clickbait y esto se degeneró en noticias falsas: titulares falsos, pero tan llamativos que no te puedes negar a darles click. Las noticias falsas son el hijo deformado del periodismo amarillista, que ya es de por sí el hijo no reconocido del periodismo.

Folha de Sao Paulo y BuzzFeed han hecho sendas investigaciones sobre el tema, y tras leerlas queda el sabor de que los grandes vehículos de información de nuestra era (Google y Facebook) no han hecho lo suficiente por evitar que las noticias falsas se muevan con tanta libertad. Google incluso gana dinero con anuncios, y Facebook hace que las personas permanezcan más tiempo dentro de su aplicación, y en ambos casos las noticias falsas son una pieza del gran engranaje que hace que esto sea posible. Y peor aún: Google, Facebook y Amazon pautan en en un sitio de noticias cuya línea editorial está más cerca de Mi Lucha de Adolf Hitler que de la razón.

Aquí es cuando tenemos que hablar del papel de grandeza del periodismo: si a Google y a Facebook les queda grande identificar una noticia falsa, es ahí donde los grandes medios periodísticos que todavía existen deben demostrar por qué fueron grandes en algún momento, y es que a estos todavía les cabe la responsabilidad de informar a la opinión pública. Google y Facebook pueden seguirse tapando los ojos frente a las noticias falsas, pero si actores con menos poder como la prensa escrita logran filtrar lo que es noticia de lo que no, es algo de lo que Google y Facebook deberían tomar nota. Ahora bien, para que esto sea posible, los grandes medios periodísticos tendrían que olvidarse de disfrazar como noticia cualquier titular sensacionalista o que haga mención a memes. A final de cuentas, eso nunca se enseñó ni será enseñado en las facultades de comunicación social y periodismo. Y los medios que lo hagan deberían ser aislados por la propia opinión pública, siendo condenados con nadie prestándoles atención.

Ahora bien, el día en que todos nuestros medios de comunicación pongan noticias de verdad sobre sus agendas, podremos pedirle lo mismo a Google y a Facebook, para quienes será tan fácil como aplicar un bloqueo masivo sobre todo aquello que no sea una noticia real, una opinión, una sátira y, en fin, todo aquello que no pretenda hacerse pasar por real para generar clicks.

De hecho Twitter ya hace algo parecido al silenciar el alcance de los tweets que vengan de cuentas que estén promoviendo odio. Google ya es capaz de desaparecer de los resultados de búsqueda a quienes hagan Spam e incluso Facebook en algunos casos es capaz de bloquear algunas URL para que bajo ningún motivo puedan ser publicadas. Si uno mira todos estos esfuerzos en conjunto, sería muy fácil determinar una lista de dominios que están promoviendo noticias falsas o propagando odio y simplemente bloquearlas. El asunto es más complejo de lo que parece porque podríamos catalogar también temas pseudo-científicos, esotéricos y hasta religiosos (?), pero lo importante de la discusión que estoy queriendo hacer gira en torno de las noticias falsas. Otros temas prefiero discutirlos por separado, pues no es un debate sencillo.

Por último, la opinión pública debería ser alfabetizada sobre cómo consumimos información: qué es de valor (ejemplo: investigaciones científicas y periodísticas) vs. qué es basura (titulares carnada, noticias falsas) vs. entretenimiento (series, humor, memes). Si toda la opinión pública pudiera identificar lo que es basura de lo que es de valor, y no solo los estudiantes de comunicación social y periodismo, daríamos un gran paso hacia una sociedad mejor informada y en capacidad de tomar mejores decisiones.

Y si esto quedara claro, quizás podríamos pasar a la siguiente etapa: explicar que al final del día todos los medios necesitan de nuestra atención para sobrevivir. Esta atención se puede «medir» en impresiones, clicks, tiempo, etc. Y esta información es el inventario que los medios de comunicación (desde el periódico del barrio hasta YouTube) utilizan para convencer a los anunciantes de pautar, pues sin pauta se asfixian: no habría dinero en caja para pagarles a quienes hacen posible que toda esa información esté circulando por ahí.