Carrito de compra abandonado
Durante mucho tiempo, la forma como solíamos comprar la mayoría de productos que necesitábamos en nuestro día a día era yendo a un lugar físico en el que el producto que necesitáramos fuera vendido para intermcambiarlo por dinero físico. Llamémoslo supermercado, plaza o centro comercial y todavía no teníamos dinero plástico.

Esto fue algo que si bien existe hace siglos, la revolución industrial y la migración hacia las grandes ciudades lo intensificaron con un proceso que se dio más o menos así: personas del campo llegaban a las grandes ciudades a trabajar en fábricas que producían bienes de consumo. Estos bienes tendrían que ser vendidos en algún momento a otras personas que también venían del campo para la ciudad (y en ese justo momento nació la publicidad).

Voy a dar un ejemplo con un producto más moderno: un carro. Un carro es fabricado ya no por personas que vinieron del campo a la ciudad, sino quizás por la segunda o su tercera generación de alguien que sí lo hizo. El carro es producido de forma masiva y a escala. Supongamos que una fábrica de General Motors ensambla 200 carros por día, pero aquí solo comienza la jornada, pues estos vehículos tienen que ser llevados a un concesionario adonde los clientes interesados puedan ir a ver los nuevos modelos y quizás comprar uno.

Y la sociedad lleva siglos funcionando así, con personas produciendo bienes de consumo y esas mismas personas comparando lo que otros producen. Piensen que detrás de cualquier producto del supermercado hay mano de obra trabajando para alimentar una familia y mover la economía.

El punto es que salvo en unas cuantas excepciones comprábamos un producto sin siquiera verlo. Productos vendidos por folleto o infomerciales a los que había que llamar para solicitar el producto eran la excepción a la regla. Casi todo lo demás lo comprábamos de forma física, como ese carro fabricado en una fábrica y que llegó después a un concesionario.

Pero mientras el mundo funcionaba así, había otro tipo de productos por los que uno pagaba una mensualidad, como es el caso de medios tradicionales de comunicación como la televisión satelital, las revistas y los periódicos. O los planes de telefonía. Estas empresas, más que vender un producto, tenían que cuidar de una cadena logística para asegurar o que la revista llegara el primer día de cada mes a la puerta de nuestra casa o que nuestro televisor tuviera la señal para recibir los 200 canales que nos habían vendido.

Algo interesante vino a pasar en años recientes y es que los modelos de suscripción acabaron incluyendo música, películas y libros, productos físicos que íbamos a comprar al centro comercial, a la tienda de discos o a la librería. Aunque en el medio hubo un período de crisis para la industria en el que se llegó a pensar que las personas estaban consumiendo sin pagar a causa de las descargas por Internet, para el caso de los libros la crisis tardó un poco más en llegar, pues estos siempre fueron más difíciles de falsificar. Pero lo que para los libreros representa una crisis es el hecho de que hoy sea más barato comprar un libro por Internet y te lo envíen gratis, algo contra lo cual las librería no están en condiciones de competir.

En Francia, por ejemplo, ante esta injusta competencia, le prohibieron a Amazon enviar libros gratis, ante lo cual decidieron cobrar envío de 1 centavo.

En medio de este proceso fueron surgiendo varios modelos de suscripción, ya no solo para la industria cultural como la música, la televisión y la literatura, sino para nuevos productos como la educación y en general nuevas tecnologías que corren en nuestros celulares y computadores de escritorio. Para el caso de la educación, podríamos mencionar el famoso caso de Platzi, una de las Startups más importantes en Colombia de los últimos años, que ofrece cursos de altísima calidad en varias áreas de tecnología y marketing, y cobrando una mensualidad por el acceso al 100% de los cursos y del material. La cuestión es que uno podría buscar toda esa información en Google, libros o hablando con personas, pero el pagar por una mensualidad nos garantiza que el contenido siempre estará actualizado y que está en un solo lugar, lo que nos ahorrará mucho tiempo.

Evernote sería otro caso, la aplicación para tomar notas en el celular (este post lo escribí en Evernote antes de pasarlo al blog). Si bien el plan gratuito nos permite almacenar notas y acceder desde hasta dos dispositivos, pagar por un plan nos da la posibilidad de extender el uso a más equipos y tener más espacio, lo que nos ahorrará dolores de cabeza cuando no podamos acceder a algo porque ya hay 2 equipos conectados o porque usamos todo el espacio disponible. Al final, más que pagar por un servicio para tomar notas, pagamos por algo que nos haga la vida más fácil.

Y tenemos miles de servicios más como Platzi o Evernote, tanto para personas como para empresas. Podríamos mencionar a Dropbox, Google Apps for Work, Salesforce y Amazon Web Services entre muchos otros. La idea es que, si les pagamos a estas empresas sus planes mensuales de suscripción, dejemos de hacer cosas que manualmente nos demandarían más tiempo. Tiempo que podríamos utilizar para hacer otras cosas. Al final tiempo es dinero y la tecnología está ahí para simplificarnos la vida.

HomeRefill: la evolución de los modelos de suscripción


En el último mes probé dos servicios que se basan en todo lo que estamos hablando: pagar una mensualidad, aunque entregando un producto físico. Puntualmente estoy hablando de HomeRefill y Home Shave Club, que por una mensualidad nos entregan en la puerta de nuestra casa productos que otrora hubiéramos tenido que ir a buscar al supermercado.

De un lado, HomeRefill vende muchos productos que se encuentran en un supermercado, excepto aquellos que se vencerían al cabo de poco tiempo como carnes frías o huevos. Lo que sí se consigue son otros productos como crema dental, jabón, detergente, jugo, gaseosa, harinas, etc. Y el precio que aparece mencionado en el sitio web compara los precios con los de los supermercados más cercanos de donde uno esté, casi siempre mostrando precios más bajos.

El proceso es el siguiente: uno agrega al carrito los productos que quiere recibir en casa, y se agenda un envío para 1/2 semanas después. El envío es gratis y los precios son mejores que en el supermercado. Y el envío se programa para todos los meses en el mismo día, pudiendo uno modificar los items que serán recibidos en cualquier momento.

Home Shave Club funciona igual, pero con máquinas de afeitar, y es que los hombres sabemos que tenemos que comprar nuevas máquinas de afeitar al menos una vez por mes, y qué mejor que automatizar esto para siempre, simplemente agregando una tarjeta de crédito, y escogiendo qué tipo de máquina queremos recibir y qué día del mes.

Yo probé ambos servicios, disponibles de momento solo en Brasil, y además de pagar menos es tiempo de desplazamiento que uno no gastará yendo al supermercado un par de veces al mes. Si bien es comodidad, al comienzo uno no sabe cuánto dura un producto X exactamente, por lo que hay que ir con calma para no hacer mercados gigantescos la primera vez. Además, al estar programados los envíos para una fecha del mes, no se sabe qué tendrá uno todavía entre las fechas en que el carrito es cerrado y en que el envío es entregado, por lo que seguramente uno tendrá que seguir yendo al supermercado aunque con menos frecuencia.

HomeRefill y Home Shave Club, así como otras empresas de tecnología vendiendo software y servicios varios, están demostrando que la forma como solíamos comprar la mayoría de productos que necesitamos en nuestro día a día está cambiando, ya no siendo necesario desplazarnos todas las veces para hacer una compra, sino dejándola programada desde una página para todos los meses siguientes, como ya lo estaban haciendo Netflix con las películas, Spotify con la música y Amazon Prime con cientos de productos, incluso físicos. Ahora esto es posible con bienes de consumo masivo que hasta hace un tiempo solo se conseguían en droguerías y supermercados.

¿Qué será lo próximo en modelos de suscripción?, ¿alguna pista por ahí?

Imagen: DezCreates