Personas trabajando detrás de una ventana
Marx escribió un libro titulado ‘El Capital‘ en el que discutía cómo el dinero era resultado de mano de obra invertida en trabajo. Es una ecuación relativamente sencilla: si un trabajador en una fábrica de autos invierte 8 horas por día en una de las etapas en que el auto es construido, en realidad está dedicando 8 horas de esfuerzo físico en forma de trabajo, lo cual también significa que está transfiriendo valor de sí mismo hacia el vehículo que es construido (y posteriormente vendido).

Lo anterior tiene dos lecturas interesantes: la primera, que antes del dinero está la fuerza de trabajo. Y la segunda es que antes de la fuerza de trabajo está la energía que el cuerpo de una persona necesita para levantarse a hacer cosas cada día.

Si bien Marx describió el trabajo hace casi 2 siglos, la ecuación se mantiene intacta. Otros autores han intentado actualizar su teoría. Uno de ellos es Thomas Piketty, que habló sobre ‘El Capital en el Siglo XXI’ y cómo la acumulación de riqueza genera desigualdad, y aquí va un ejemplo: altos ejecutivos y accionistas de empresas con altos salarios, mientras que los empleados de la base tienen un salario regular. Al final la proporción puede ser de 10 a 1 fácilmente, y mientras el salario de estos altos ejecutivos tiende a crecer de forma acelerada, el salario de empleados comunes apenas crece al ritmo de la inflación.

Pregunta: ¿de dónde sale el dinero para que el salario del vicepresidente de una empresa de minería crezca? De que un minero es una persona menos preparada cuyo sueldo tiende a permanecer estable a pesar de que los rendimientos de la compañía crezcan.

Esto es algo que se puede percibir a simple vista en grandes centros económicos, como capitales o centros financieros, que es donde por lo general están las mayores empresas y todas las oportunidades. Allí es adonde las personas acaban migrando. Puedo poner dos ejemplos puntuales: Sao Paulo y la Bahía de California (vídeo abajo).

El caso de Sao Paulo es que a pesar de que Brasil atraviesa una recesión desde hace 3 años, entre la ciudad y el Estado de São Paulo generan casi el 40% del PIB del país. Es como si el resto del país estuviera sobre los hombros de una sola ciudad. Esto hace, primero, que personas del resto del país e incluso de otros países acaben migrando hacia este tipo de ciudad, que es donde hay más oportunidades, con lo cual la competencia por un trabajo es mayor.

Lo anterior hace que en las grandes capitales estén la mayoría de profesionales altamente cualificados, cuya mano de obra es más cara. Es más cara por varios motivos: porque son más competentes, tienen diversas destrezas y su educación no fue barata. No es tan diferente de los productos en un centro comercial, donde los más caros son los que tienen los mejores materiales y diseñadores. Y esto sin contar los costos tributarios.

Así pues, lo que pasa en las grandes ciudades es que hay una guerra a muerte por el talento de las personas, que es lo que pasa en la bahía de California, donde hay literalmente una guerra entre las empresas de tecnología: empleados de Google van a Facebook, de Facebook a Uber y así sucesivamente en un ecosistema de miles de empresas de tecnología, queriendo quedarse con el mejor talento que haya disponible. Y como la guerra es a muerte, y hay empresas millonarias o con grandes inversores detrás, el salario no es un problema:

«Si vienes a trabajar conmigo, te voy a ofrecer 2.5X lo que ganas hoy más una serie de beneficios que aún no tienes».

Esto causa dos problemas: los salarios se van inflando con el pasar del tiempo, y los que están en la base social de la pirámide (personas comunes y corrientes que no entran dentro de esta salvaje competencia) no ven crecer sus salarios a la misma velocidad (el mismo efecto que mencionábamos más arriba).

Pero como ahora hay más dinero circulado, empiezan a aparecer problemas de la inflación. Quienes tienen dinero podrán pagar arriendos y alimentos más caros, pero las personas con trabajos comunes no podrán hacerlo. El vídeo a continuación es un reportaje de 22 minutos en el que se muestra el problema de la vivienda en la Bahía de San Francisco, donde las familias que toda la vida vivieron allí ya no tienen el dinero para pagar un arriendo, mucho menos para comprar una casa:


Y este es el punto al que quería llegar: la semana laboral de 40 horas (?). Con un signo de interrogación entre paréntesis porque esas 40 horas son ficticias. Las personas comunes y corrientes que no tienen altos salarios deben trabajar de 10 a 12 horas por día, con más de un trabajo, para sobrevivir. Es lo que pasa con los conductores de Uber: ¿será que hay un solo conductor de Uber en el mundo que logre sobrevivir, trabajando apenas 8 horas por día? Por supuesto que no. Como decíamos en un post sobre Uber: es esclavitud con pasos extra.

Pero si las personas de la base de la pirámide no trabajan 8 horas por día, no seamos tan ingenuos de pensar que los de la parte alta de la pirámide dejan de pensar en trabajo cuando dan las 6 de la tardé. El sistema es tan competitivo, y las empresas tan exigentes, que es normal trabajar por metas y no por 8 horas al día. Generalmente alcanzar esas metas toma más de 8 horas diarias, y trabajar 12 horas en ambientes descontraídos como las oficinas de Google o Facebook es solo una parte de la historia: todos se quedan en la parte superficial de la historia: del diseño de las oficinas, la comida gratis, el ambiente que parece no ser de una empresa, y pocas personas se preguntan por lo que hay detrás: las empresas con las metas más agresivas del mundo. Facebook no es un monstruo por pura casualidad. Y hay gente en ese mundo tan infeliz, que el suicidio es una opción, como pueden ver en el vídeo a continuación:


Pero la diferencia entre un conductor de Uber, que trabaja 12 horas porque tiene más de un trabajo, y tiene que pagar las cuentas en una ciudad cara, y por otro lado el que trabaja 12 horas porque trabaja en una empresa líder en el mercado, un alto ejecutivo de Amazon, es que el uno lo hace por sobrevivir, mientras que el otro lo hace por voluntad propia. Este último podría buscar trabajo en otra empresa menos exigente, y eso estaría bien, mientras que el conductor de Uber no tiene muchas opciones.

A todo esto agreguémosle un ingrediente más: la no separación entre vida social y vida laboral en el siglo XXI. Hace 50 años, el trabajador iba 8 horas por dia a la fábrica y tenía el resto del día para descansar, mas con la evolución de las comunicaciones, con los primeros celulares la persona iba a estar disponible cuando la llamaran, sea donde fuera que estuviera, pero esto se aprofundó con la evolución de los teléfonos inteligentes y la computación móvil, ahora siendo posible enviar mensajes, que pueden ser entregados en cualquier momento, incluso con las peores conexiones. Y esto lo hacen posible el correo electrónico, WhatsApp y Messenger.

Felicitaciones, la empresa ahora tiene un empleado disponible 24 horas.

Hoy es muy probable que las redes sociales ya no estén más prohibidas en algunas empresas como lo fue alguna vez. Al final, el empleado puede entrar desde su propio celular, pero además la empresa lo puede usar en su favor, enviando comunicaciones en cualquier momento, y teniendo a un empleado por más de 8 horas por día, sin pagar un extra.

Y esto da pie a un nuevo fenómeno: como hay personas que están dispuestas a trabajar bajo estas condiciones (lo cual está OK), prefieren hacerlo bajo otra modalidad, como freelancers, lo cual quizás les abra más oportunidades por el hecho de poder trabajar para varias empresas al mismo tiempo y ganar más dinero, pero con el riesgo de que pierden todos sus derechos laborales. Al final, desde un punto de vista legal, ellos mismos son una empresa, no un trabajador.

Porta dos Fundos retrató con una parodia esta situación (el vídeo en portugués lo encuentran abajo). Una mujer cuestiona a su pareja, un freelancer, por estar acostado sin hacer nada, mientras que ella se prepara para ir a trabajar. El hombre le dice que está en huelga por sus derechos. Y la mujer le responde que él debería saber que freelancers justamente no tienen derechos. El hombre le responde que efectivamente, si no hacen nada, los van a seguir tratando de la misma forma. Su forma de protestar es no aceptando más trabajo como freelance, cuando lo obvio sería entrar al mercado laboral con derechos protegidos, y con un trabajo de 8 horas por dia. Sería una linda forma de protestar, ¿no les parece?



Y al final del día, el trabajo de 8 horas diarias, con derecho a vacaciones, salud, pensión y un salario fijo al final de cada mes, es lo que está en juego. Hoy me río del título del libro de Tim Ferriss, que es precisamente ‘La Semana Laboral de 4 Horas’. Es un título para vender libros, porque en un mundo en el que los Gobiernos retardatarios, con políticas de austeridad, renuncian a los derechos laborales de sus ciudadanos para atraer inversionistas y «generar empleo». No es posible trabajar 4 horas. Esto solo sería posible en lugares totalmente alejados de la civilización con costo de vida muy bajo, o valdría la pena hacer la aclaración: la semana laboral de 40 horas quizás sí existe, pero debes renunciar a tu vida personal por fuera de la oficina. Al final, siempre que tengas un celular en la mano, estarás disponible para la empresa que te contrató. Ah, ¿eres freelance? Tus clientes te pueden llamar un día entre semana en la madrugada y tú no te podrás quejar porque decidiste renunciar a tus derechos a cambio de ganar más dinero. Qué ironía.

 
Imagen: Matt