Este post no contiene spoilers, y a menos que hayan estado debajo de una piedra en los últimos 20 años, Pablo Escobar ya está muerto.

Siempre pensé que la reacción de todas las personas que vieron la primera temporada de Narcos fue exagerada. Tal vez lo fue porque, aunque mis recuerdos no sean claros, yo ya existía en esa época. Sé, por ejemplo, que a Pablo Escobar, y a los grandes narcotraficantes de los años 80 y 90 en mi país, no les temblaba la mano de poner una bomba en un avión o un centro comercial, si con eso lograban deshacerse de una piedra en el zapato. De hecho en los años 80 y 90 en Colombia era normal que las personas se fueran a trabajar por la mañana sin saber si iban a regresar en la noche. Muchos inocentes cayeron.

Hacían esto para presionar al Gobierno. El terrorismo en los últimos 30 años ha sido una herramienta de comunicación para que los grupos extremistas dijeran que estaban ahí, y que no los podían ignorar como actores políticos. Es la forma más reprobable y cuestionable, pero solo me apoyo en un autor de comunicación política llamado Brian McNair para explicar un hecho importante de nuestra historia.

Así pues, Netflix hizo una serie alrededor de un período muy delicado de la historia de Colombia.



Para muchas personas, que no saben en un mapa ni siquiera dónde queda Colombia, los medios de comunicación son la primera aproximación para cualquier cosa desconocida. Narcotráfico es algo con lo que como colombianos siempre hemos convivido, mas para las personas de afuera, Colombia no es el centro del universo. Las personas viviendo en otro país no tienen por qué saber que esta fue una parte de nuestra historia de la que no queremos hablar, como seguramente la mayoría no sabe nada de las dictaduras en América Latina o el fascismo/nazismo durante la segunda guerra mundial. No olvidemos que no todo el mundo es experto en historia mundial contemporánea y mucho menos en historia de América Latina.

Por eso es que muchas personas sienten curiosidad cuando Netflix lanza una serie más de las miles que salen a cada año. Si nosotros no sabemos en detalle la historia de otras culturas, ¿por qué nos molestamos cuando alguien cayendo en la ignorancia se interesa por la nuestra? De hecho la mayoría de los colombianos que conozco se molesta cuando les hablan Narcos o cualquier otro retrato del tráfico de drogas representado por el cine o la televisión. Y sale a flote el comentario de que nuestros guionistas no tienen creatividad.

Una cosa — de muy mal gusto por cierto — es hacer bromas alrededor de temas sensibles como la violencia bajo cualquier contexto, enaltecer la imagen de un narcotraficante o hablar de un tema sin saber. Otra cosa, muy diferente, es apenas preguntar qué opina uno como colombiano de Narcos, que es lo que más suele suceder. Lo mejor que uno puede hacer es aprovechar la oportunidad para educar a la otra persona sobre lo que realmente pasó. 


Durante el último año, uno de los temas de conversación de muchas personas que conozco en Brasil es este. Muchos, al detectar que mi portugués es un poco diferente, se acaban enterando de que soy colombiano y eventualmente este tema sale a flote. Como me di cuenta de que molestarme era inútil — y que de hecho ya me interesaba por estos temas desde que estaba en la universidad — empecé a aprovechar cada oportunidad para aclarar algunas cosas que en la serie son exageradas o hasta inventadas. Al final de la conversación, habrá en el mundo una persona menos ignorante sobre la historia de Colombia.

Terminé la segunda temporada de Narcos en menos de 24 horas. Como había hablado sobre este tema con tantas personas en el último año (el año pasado escribí dos posts: este y este), dediqué un post en mi cuenta personal de Facebook para aclarar algunas cosas. Por ejemplo, que el acento de Wagner Moura, quien interpreta a Pablo Escobar, mejoró mucho de la primera para la segunda temporada, mas que todavía estaba lejos de parecerse al Pablo Escobar real. Como sabrán, el acento de Medellín, ciudad de Escobar, es muy particular, y si a alguien que ya habla español le queda difícil imitarlo, imaginen para alguien que aprendió español. A final de cuentas, el detalle del acento cambia por completo la personalidad del personaje y desde ahí la historia comienza a alejarse de la realidad.

No obstante, quizás el detalle más importante y a la vez más ignorado por la audiencia es el mencionado al inicio de cada episodio, de que algunos elementos narrativos son ficticios. Y tenían que serlo, si en 20 episodios querían contar una historia de 10 años que otras series contaron en hasta 100 capítulos.

Entre otras cosas, la extraña variedad de acentos presente en Narcos, así como la ausencia de veracidad en algunos hechos allí mencionados, son más bien una oportunidad para que personas que nunca en su vida oyeron hablar de la historia de Colombia tengan una introducción básica a la historia reciente de nuestro país, marcada por la eterna lucha por el poder local y las rutas del narcotráfico.

Mucho antes de Narcos, había una serie en Colombia llamada Pablo Escobar El Patrón del Mal (vídeo de arriba). Al comienzo de esa serie aparecía una frase que decía: quien no conoce su historia está condenado a repetirla. La opinión pública en Colombia se incomodaba tanto cada vez que salía una nueva serie de narcotraficantes o de putas, que se nos olvidó que lo importante era mostrar la historia a las nuevas generaciones, y — por qué no — a personas de todo el mundo, con el objetivo de aprender de los errores del pasado.

Y todo esto para decir que hemos vivido en carne propia y producido tantas historias sobre la violencia alrededor del tráfico de drogas, que no tenemos excusas para que se repita la misma historia. Y la televisión está ahí para recordárnoslo — gústenos o no —. La próxima vez que nos molestemos porque salió una nueva serie que mencione el tráfico de drogas en Colombia, aprovechemos la oportunidad para ver qué tan bien conocemos nuestra propia historia.

Imagen propiedad de 陳阿萬