Antes de irme a estudiar a Brasil, trabajé durante año y medio en dos agencias de publicidad en Bogotá. Para no entrar en detalles, digamos que mi trabajo consistía, entre otras cosas, en redactar textos publicitarios. El gran objetivo de esto, más que dar a conocer un producto o una marca, en últimas es vender. Lo que uno intenta hacer es destacar todas las cualidades y beneficios del cliente de uno y minimizar todas las debilidades que pueda llegar a haber. Si se fijan en cualquier anuncio en la televisión o valla publicitaria en la calle, se van a dar cuenta de que por más maquillado que esté el mensaje, la idea es que uno consuma. Y no voy a entrar a cuestionar si consumir está bien o mal. Eso no entra en esta discusión. Lo digo es porque si yo tenía trabajo era porque a nuestros clientes les funcionaba lo que nosotros hacíamos. De alguna manera ellos lograban vender más con lo que nosotros hacíamos y sus clientes consumían sus productos.
Recuerdo que en esa época yo veía en la calle o en el supermercado uno de los productos de mis clientes (como la foto de abajo que tomé) y me decía a mí mismo: «esa marca me está dando de comer». Y así era. Si mi cliente vendía más era en parte por mi trabajo y el de muchas personas más involucradas.
Mientras eso pasaba, yo tenía en mi navegador una aplicación que iba en contra de lo que yo mismo hacía. Tenía instalado Adblock Plus (ABP), un complemento que es capaz de bloquear cuanto anuncio de publicidad se nos aparezca en Google, Facebook, Amazon, YouTube o lo que sea (ya saben lo incómodo que es eso). Es decir, todos los anunciantes que están intentando llegar a mí están siendo bloqueados y nunca voy a saber ni siquiera que existen. En otras palabras, le estoy poniendo más difícil el trabajo a alguien que se dedica a lo mismo que yo hacía.
Traigo este tema el día de hoy porque es algo de lo que se ha hablado mucho en la blogósfera últimamente. Particularmente, Hipertextual, Xataka, Tecnovortex y Enrique Dans lo han mencionado, tomando una posición en contra o a favor del uso de los bloqueadores de publicidad. Por un lado, entre los defensores, donde está la misma ABP, está que la publicidad se ha convertido en algo intrusivo. ¿Les ha pasado que buscan en Google «vuelos a Miami», y al otro día en Gmail les sale un banner de publicidad relacionado con lo que ustedes buscaron? No, no te están persiguiendo ni tienen tanta plata para anunciar en todas las páginas que visitas. Simplemente Google y Gmail están conectados y ellos envian publicidad solo a las personas que quizás están interesadas, de acuerdo con las búsquedas que hayan realizado.
Y por ahí van también los banners de Facebook y los anuncios a la derecha de Google. Hay un momento en el que uno se ve tan saturado, que uno acaba por no querer ver más. Y esa es la posición de quienes están a favor. Por otro lado, está la posición de quienes están en contra. Hay sitios más pequeños, blogs especializados, por ejemplo, que no llegan a millones de personas, sino quizás a unos cuantos miles de lectores al mes. La publicidad que ponen está puesta con mucho cuidado para no incomodar, y lo más seguro es que el dueño de ese sitio ni siquiera viva de eso. Lo hace por Hobby, para darse a conocer o para ganar un par de dólares que, obviamente, no dan para vivir de eso.
Ahí es cuando un sitio pequeño, con una audiencia muy limitada, se incomode de que los pocos lectores que tiene le están bloqueando la única posibilidad de recibir ingresos. Aquí vale la pena explicar algo, y es que los espacios de publicidad por Internet se pueden vender de varias formas: por click (CPC), por impresiones (CPM) o por conversiones (CPA). Lo que entran a hacer los bloqueadores de publicidad es evitar que el usuario final dé click, vea el banner o llegue a comprar algo, pues el anuncio no se está mostrando nunca.
De acuerdo con lo anterior, nos podemos dar cuenta de que así como hay sitios con millones de usuarios que se aprovechan de eso para bombardear sin importarles si están siendo intrusivos, hay también sitios pequeños que tratan de ser prudentes. No obstante, ambos están siendo afectados por igual.
Pero lo otro de lo que nos podemos dar cuenta es que, tal vez, están siendo muy incendiarios al creer que están perdiendo dinero por causa de esto. Lo cierto es que nunca el 100% de los visitantes va a instalar un bloqueador de publicidad, y siempre va a haber un número muy alto de usuarios vulnerables. Aunque haya 300 millones de instalaciones de ABP entre Chrome y Firefox, el número de usuarios en Internet es mucho más alto que eso.
Adblock Plus, ¿una mafia?
Esta semana, varios blogs especializados se refirieron a este tema por una cuestión un poco más compleja, y es que ABP funciona teniendo una lista negra y una lista blanca de anunciantes. En la lista negra está toda la publicidad que ellos consideren intrusiva. En la lista blanca, la que sea un poco más respetuosa con el usuario. Incluso quien tenga instalado ABP puede decidir qué sitios entran en la lista blanca o negra. Es decir, si me parece que quiero apoyar un sitio que me gusta mucho, lo puedo agregar a mi lista blanca así lance pop-ups de venta de esteroides mientras estoy en la mitad de algo importante. Lo que sucedió fue que, según reportó Financial Times, se descubrió que grandes compañías como Google, Microsoft y Amazon han estado pagando para estar en la lista blanca.
Aunque esto no es algo nuevo, pues cualquier anunciante puede negociar con Eyeo, la empresa detrás de ABP, esta actitud llegó a ser calificada por Eduardo Arcos de Hipertextual como una mafia, pues una empresa con 300 millones de usuarios tiene el poder de decidir cuál es la publicidad correcta, y además recibir dinero a cambio por ello. Por otra parte está la posición de la empresa: ellos desarrollan un producto que tiene que ser rentable por algún lado, de la misma forma en que las aplicaciones gratuitas para celular logran sobrevivir: vendiendo publicidad que no le cae bien a todo el mundo.
Desde mi punto de vista, creo que lo cuestionable del asunto es que quizás a Eyeo no le interese hacer una mejor Internet con mejores anuncios, como afirman en su sitio web, sino simplemente lucrarse: «si hay mucho dinero de por medio, a mí no me importan mis 300 millones de usuarios». Y ahí Internet corre el riesgo de volver a ser lo mismo que era cuando no existían los bloqueadores de publicidad. De hecho, hace poco comencé a ver de nuevo anuncios en Google y en Facebook, que eran los que más me incomodaban. Si esto se me está mostrando, ¿qué hago entonces con un «bloqueador de publicidad» instalado?
Acabé cambiándome a uBlock, que por ahora no ha sido cuestionado, consume menos memoria y cumple con la misma función. No creo estarle haciéndole daño a alguien que se dedica a la publicidad en Internet, pues creo que los que utilizamos este tipo de herramientas somos una minoría, y siempre va a haber un publico muy grande dispuesto a ver anuncios y a comprar productos de lo que sea que le ofrezcan (muchos ni se dan cuenta). Creo que el reto de quien trabaja en la industria de la publicidad bajo estas circunstancias es ser creativo no solo con el mensaje que quiere entregar, sino en la forma de superar estas barreras que se le interponenen en el medio suyo y del usuario final a quien está dirigido su anuncio.
Vamos a probar tu recomendación, también utilizo Ghostery.