Persona en la calle con un celular
Quienes llevan más de un año leyendo este blog quizás se hayan dado cuenta de que la frecuencia de publicaciones bajó mucho en los últimos meses. Si entre julio y diciembre del año pasado escribí 9 posts, hubo épocas en las que llegué a escribir hasta 25 en el mismo período de tiempo. De esto hablé en el último Newsletter que mandé a mis lectores (¡sí, tengo un Newsletter**!). Y explicaba, entre otras cosas, que esto ha sido causa de cómo han cambiado nuestros hábitos de consumo informativo en los últimos años.

 

**Pueden saber más sobre el Newsletter, dejando su correo en la columna izquierda del blog (visible solo desde el escritorio) o escribiéndome un mensaje.

Piensen que, en la última década, la forma en que consumimos información cambió tanto, como en la segunda mitad del siglo XX, cuando vimos la transición de la televisión en blanco y negro a la televisión a color, y posteriormente a la televisión por cable. Eso pasó en un lapso de casi 50 años. Y el proceso que yo describía era tan intenso, pero se dio en no más de 10.

¿Alguien se acuerda de Google Reader?


Google Reader era una herramienta informativa tan poderosa como Twitter, y que les servía a millones de blogs para llegar a sus lectores. Google Reader tenía una interfaz muy parecida a la de Gmail. Así como cuando llega un nuevo correo electrónico nos aparece una nueva línea marcada en negrilla con los datos del remitente, el asunto y la fecha; similar era el comportamiento de Google Reader, que iba ordenando cronológicamente las entradas de todos los blogs que siguiéramos. Todo con una interfaz rápida y fácil de usar.

En 2013, Google apagó Reader (en su momento escribí al respecto). Al ser gratuito, financieramente era un producto insostenible. A pesar de que nunca intentaron ganar dinero, podrían haberlo hecho con un costo simbólico a cada descarga, o incluso con una mensualidad tipo Netflix o Amazon Prime. Y listo. Ya tenían una base de millones de usuarios para hacer la prueba de si efectivamente era viable o no.

Creo que la muerte de Google Reader marcó un antes y un después para los blogs y el consumo informativo por Internet. Así lo veo yo como autor y como lector. Si bien el RSS, la tecnología detrás de Google Reader, continuó existiendo en Feedly e Instant Articles de Facebook, así como en otros productos similares, lo cierto es que todo esto se dio en un momento en que Facebook, Twitter, YouTube, Instagram y Snapchat se peleaban a muerte por la atención de todos los usuarios conectados a Internet.

Todo esto, sin embargo, no se dio como un proceso aislado. Veníamos del surgimiento  de otras plataformas de entretenimento como Netflix y Spotify, lo cual fue posible gracias a la popularidad de la fibra óptica, el 4G y la rápida evolución de la computación móvil con Android y el iPhone.

Fueron muchos acontecimientos conectados, sucediendo de forma simultánea, los que fueron interactuando en la última década. Las personas empezaron a adquirir smartphones porque los necesitaban para estar en contacto con el resto del mundo, y poco a poco fue apareciendo todo un ecosistema de aplicaciones altamente adictivas que se alimentaba de las altas velocidades de conexión a Internet.

El resultado final sería que acabáramos cambiando el televisor y el computador de escritorio por el celular, como el principal centro de multimedia, la nueva fuente por la cual nos enteramos de todo lo que pasa en el mundo.

Y un día Google Reader murió


Reader no era el servicio más popular de Google, y podríamos incluso decir que solo lo usaban Geeks y Nerds, pero el punto es que mucho del tráfico de los blogs pasaba por aquí, y esto alimentaba nuevas opiniones a ser escritas en otros blogs. 

 
Con su fin, así como con el crecimiento de Facebook y otras redes sociales, los creadores de contenido pasarían a creer más en la gratificación instantánea de las notificaciones, los Me Gusta, los Retweets, etc. ¿Qué importa si comparto mi post en Twitter y nadie lo lee hasta el final? Tuvo muchos Retweets y Favoritos, fue la mentalidad que se apoderó de los creadores de contenidos desde entonces.

Oren Frank escribió un ensayo en el que advertía que, dentro de unos años, las redes sociales se iban a equiparar con el consumo de cigarrillo, y que deberíamos ser advertidos de lo perjudiciales que eran para la salud. Frank decía que, al día, es normal que una persona consulte el celular más de 150 veces, siendo lo primero que hacemos cuando nos levantamos y lo último antes de irnos a dormir.

Y a lo anterior sumémosle el hecho de que nos hemos dado cuenta de lo adictivos que son los smartphones. Las notificaciones, los colores y la interfaz perfecta son las que, junto con la gratificación instantánea, nos llaman para consultar el celular, incluso cuando no está pasando nada. Como medida provisoria tendríamos que usar el celular sin colores para hacerlo menos adictivo, aseguraban en este artículo del New York Times.

¡A qué punto hemos llegado!


Cómo podemos ver, el celular es ahora casi una extensión de nuestro cuerpo. No estamos lejos de ser cyborgs, y en consecuencia, si sabemos que algo pasó en el mundo, fue porque nos enteramos viendo nuestro propio celular, y no porque hablamos con alguien en persona o a través de las noticias. Y esto es algo con impacto en todos los que tengan un Android o un iPhone en su bolsillo.

Como creador de contenido, veo esto cada vez que estoy corto de ideas sobre qué escribir. Google Reader era una fuente muy rica, y sin ella quedé a merced de lo que me encontrara en Facebook y en Twitter, donde con 280 caracteres todo el mundo es experto en ciencias políticas, economía, medio ambiente y democracia.
 

Facebook, Twitter, Google y todas esas empresas crean servicios en los que se sienta bien malgastar el tiempo. Compartimos fotos, y nuestra recompensa son las notificaciones que nos hacen consultar el celular una vez más. Nuestros niveles de dopamina suben, y se vuelve difícil de escapar. 
 
Si quieren saber a qué me refiero con la dopamina, vean en vídeo a continuación.

¿Recibiste un Like? Qué bien se siente, ¿verdad?

 
Hoy soy muy crítico de muchos de los productos disponibles de forma gratuita en Internet. Estos mismos acabaron con parte de mi creatividad. No la acabaron totalmente, y sigo aquí, intentando recuperarla. 
 
El tiempo que en una época dedicaba a leer blogs lo acabé dedicando a aplicaciones instaladas en mi celular y redes sociales. Son horas tras horas desperdiciadas por semana, y es difícil escapar de una rutina con la cual muchos despiertan y se van a dormir. Facebook incluso lo reconoció hace poco, cuestionando si no estábamos pasando mucho tiempo tribial en nuestros celulares, en vez de dedicárselo a nuestras familias y amigos.
 
En consecuencia, varias cosas he hecho a lo largo del último año en que me di cuenta de que había comenzado a escribir menos. Mientras todas estas empresas en Silicon Valley y San Francisco hacen sus productos cada vez más adictivos, no es mucho lo que podamos hacer para dejar de hacer parte de sus métricas de usuarios activos y minutos dedicados por usuario al día. 

Pero una vez somos conscientes de que ese tiempo es mejor usado en otras cosas, podemos tomar acciones tan sencillas como desinstalar del celular las aplicaciones en las que más perdamos tiempo, usarlas desde el navegador, desactivar las notificaciones, leer libros, usar el celular más tiempo en modo avión o algo tan sencillo como usar otras aplicaciones menos adictivas (el único motivo válido por el que alguien usaría Snapchat en Android).

No siendo más, los dejo con un vídeo para describir con una dosis de humor nuestra relación con nuestro celular y las personas que más nos importan. ¿Y ustedes ya se habían cuestionado al respecto sobre todo esto?