Odio al Paris St. Germain. Odio al Manchester City. Odio al Chelsea. Odio al Red Bull Leipzig. Es un odio que no le hace daño a nadie. Lo único que hace es quitarme las ganas de ver partidos de esos equipos, y poco a poco acabar con el interés que hace muchos años perdí por los campeonatos europeos y el fútbol moderno. Nunca tuve ganas de ver un Real Madrid vs. Barcelona. Ni siquiera cuando Messi y Cristiano Ronaldo se enfrentaban me llamaba la atención. Era más por la expectativa de todo el mundo hablando del tema. Siempre me parecieron equipos con mucho dinero que le quitaban la gracia a los demás equipos que no podían competir contra nóminas multimillonarias financiadas por jeques árabes o empresarios rusos.
Este fenómeno se desplegó por las principales ligas de Europa, dejando sin chance a equipos más tradicionales que nunca fueron protagonistas. Si antes existían equipos con mucho dinero, como el Bayern Münich en Alemania o el Manchester United en Inglaterra, era como si llegaran con esteroides a levantar a equipos que nunca habían sido relevantes. Nadie por fuera de Inglaterra era seguidor del Chelsea o del Manchester City antes de los años 2000. Cuando pequeño jugaba FIFA y nadie se pedía esos equipos.
Ahora hay 2 categorías de equipos ricos: los que siempre lo han sido y los que ahora tienen un dueño millonario que se puede dar el lujo de comprar a Neymar y a Messi. Los demás equipos que luchen con patrocinadores, derechos de televisión y venta de jugadores. En contadas ocasiones van a revelar un jugador fuera de serie, van a disputar los primeros lugares, para luego caer en el olvido nuevamente. Fue lo que pasó con el Leicester City de Inglaterra tras su título en la temporada 2015/2016.
El fútbol de la antigua Alemania del Este es un ejemplo de cómo se dio esto desde los años 90. Cuando las dos Alemanias se unificaron, los mejores jugadores de la liga de la República Democrática Alemana (RDA) migraron a la Bundesliga. Podían ser comprados muy baratos e iban a recibir mejores salarios. Con esto, todos los equipos de la RDA cayeron en desgracia, pues no tenían cómo competir contra gigantes como el Bayern Münich, el Borussia Dortmund o el Hamburgo. Durante décadas, el Hansa Rostock era de los pocos equipos de ese lado de Alemania que de vez en cuando aparecía en primera división para volver a caer. Hoy están el Union Berlin y el Red Bull Leipzig.
Red Bull Leipzig es hoy uno de los equipos más odiados de Alemania porque literalmente compró su participación en la Bundesliga. Para ello, Red Bull compró la plaza de un equipo de quinta división llamado SSV Markranstädt, y empezaron de ceros, subiendo una a una las divisiones hasta llegar a primera, con una chequera contra la cual los demás equipos de Alemania no podían competir. Desde el descenso del Energie Cottbus a finales de los años 2000, ese lado de Alemania no contaba con un equipo en primera. Su «rival» de ciudad, el Lokomotive Leipzig, juega en la cuarta división del Fútbol Alemán.
Del fútbol clásico al fútbol moderno
Mi camiseta del Manchester United en homenaje a No Use for a Name
Colecciono camisetas de fútbol. Quien me ve en la calle sin siquiera hablar conmigo tiende a pensar que sigo todos los campeonatos o que soy seguidor del equipo del que esté usando una camiseta ese día. Nada más alejado de la realidad. Tengo una camiseta antigua del Manchester United y nunca sé cuándo juegan, en qué posición están o contra quién es su próximo partido. Esa camiseta la uso porque un día en una explosión de creatividad la marqué por detrás con el número 4 y encima escrito encima: NO USE, en homenaje a No Use for a Name, una de mis bandas favoritas de punk, pero que no guarda ningún tipo de relación con fútbol o con el Manchester United.
De mis recuerdos más lejanos de infancia sobre mi afición al fútbol está justamente una final de Champion’s en que el Manchester United volteó un 1-0 contra el Bayern Münich en los últimos minutos de juego para coronarse campeón de la edición 98-99. Ese juego todavía me recuerda el fútbol clásico en el que la tecnología, el dinero y los tecnicismos no se habían apropiado del espectáculo. Un partido de esos hoy sería arruinado por decisión del var en algún tipo de jugada que no iba a hacer mayor diferencia.
Manchester United se corona campeón de la Champion’s temporada 98/99 en los últimos instantes contra el Bayern Münich
Años más tarde, entre los años 2003 y 2004, el Barcelona reveló a Lionel Messi. Reconozco el valor y el talento de Messi, pero nunca me declaré seguidor ni de él ni del Barcelona. Por eso no llegué a ponerlo a la altura de un ídolo. No obstante, me llama la atención que Messi haya surgido todavía en esa época en que el fútbol estaba pasando por esa transición. El poema de Hernan Casciari de «Messi es un perro» (vídeo abajo) habla de ese contraste entre el fútbol clásico, el fútbol moderno y el Barcelona de Messi:
Tengo nostalgia del presente cada vez que juega Messi. Soy hincha fanático de este lugar en el mundo y de este tiempo histórico. Porque, me parece a mí, en el Juicio Final estaremos todos los humanos que han sido y seremos, y se formará un corro para hablar de fútbol, y uno dirá: yo estudié en Amsterdam en el 73, otro dirá: yo era arquitecto en São Paulo en el 62, y otro: yo ya era adolescente en Nápoles en el 87, y mi padre dirá: yo viajé a Montevideo en el 67, y uno más atrás: yo escuché el silencio del Maracaná en el 50.
Todos contarán sus batallas con orgullo hasta altas horas. Y cuando ya no quede nadie por hablar, me pondré de pie y diré despacio: yo vivía en Barcelona en los tiempos del hombre perro. Y no volará una mosca. Se hará silencio. Todos los demás bajarán la cabeza. Y aparecerá Dios, vestido de Juicio Final, y señalándome dirá: tú, el gordito, estás salvado. Todos los demás, a las duchas.
El poema de Messi es un Perro de Hernán Casciari
El fin de la gracia en el fútbol
Creo que las primeras muestras más evidentes de que el fútbol clásico se estaba echando a perder fue cuando Abramovich (un empresario ruso que ganó mucho dinero con la caída de la Unión Soviética) compró el Chelsea a comienzos de los años 2000, y en un par de temporadas se volvió uno de los clubes más relevantes de Europa. Antes de eso, el Chelsea ni siquiera aparecía en los titulares del fútbol internacional. Si bien ya había mucho dinero circulando en transferencias de jugadores, como cuando Figo pasó del Barcelona al Real Madrid, la compra de un club de fútbol pasó a ser una práctica normal. Después vinieron el Hoffenheim en Alemania, el Manchester City, el Red Bull Leipzig, el París Saint Germain y hace poco Ronaldo se hizo con el Cruzeiro de Brasil.
De transferir jugadores pasamos a hablar de comprar clubes enteros y en menos de nada se compraba la organización de eventos deportivos. Eso explica por qué un país que nada tiene que ver con la cultura del fútbol como Qatar, y que a propósito representa todo lo opuesto a Derechos Humanos, sea organizador por primera vez en la historia de un mundial de fútbol no a mitad de año, sino en diciembre. De la nada, vamos a empezar a ver mundiales ya no con 32 selecciones, sino con 48, 64 y organizados a cada 2 años, pues los empresarios del fútbol lo quieren así y quieren más dinero.
Como si se tratara de una regla de 3, a medida que más dinero se va poniendo sobre la mesa, el fútbol va perdiendo su gracia. Es cada vez más predecible. Los mismos equipos siempre llegan a las instancias finales y son los únicos con la billetera para mantenerse en posición de hegemonía. De ahí que Atlético Nacional (equipo al que odio por ser rival de Millonarios) sea el último equipo no brasilero o argentino en levantar una Copa Libertadores en 2016. Hoy ningún equipo de afuera de Brasil está en condiciones económicas o deportivas de jugar contra Palmeiras o Flamengo sin correr el riesgo de perder de forma humillante frente a los ojos de todo el continente, como pasó con el Tolima, que perdió 7-1 contra Flamengo.
El fútbol postmoderno (?)
¿Y qué nos queda de fútbol no moderno? Yo apoyo a unos equipos que la mayoría de las veces solo me decepciono. Soy hincha de Millonarios de Bogotá y no me creo grandes expectativas. Pasé 22 años de mi vida sin verlos levantar un título y casi cayendo a segunda división en la temporada 2004, un equipo que no podía pagar salarios y dependiendo de jugadores de la cantera para saltar al campo. O cuando creía que me podían dar una alegría, solo me decepcionaba más, como cuando a unos minutos de llegar a una final en más de una década en la temporada 2003, Cali hizo un gol de último minuto en un juego en que un empate nos clasificaba a la final. El resultado fue 2-3 (vídeo a continuación).
Deportivo Cali derrota a Millonarios en el último minuto y lo deja por fuera de la final: 7 de diciembre de 2003
Aún viviendo en Brasil durante tantos años, aquí me considero más cercano, pero sin declararme hincha, del Palmeiras (por sus raíces de inmigrantes italianos y otros motivos personales que no vienen al caso). Una relación parecida tengo con el Hertha Berlín y con el St. Pauli de Alemania aunque estos dos están vinculados a la historia, el primero como uno de los equipos de Berlín durante la guerra fría y el otro por sus posiciones anti racistas, anti homofóbicas y anti nazistas. No me sorprendería que la Fifa adoptase medidas contra estas causas por considerarlas «demasiado políticas».
Estos días compré una camiseta retro de la Lazio de Italia, pero antes de comprarla duré varios minutos frente a ella antes de decidir si la quería o no. La discusión interna que estaba teniendo en ese momento era que la hinchada de la Lazio es una de las más racistas del mundo, y esto va totalmente en contra de todo lo que yo creo. Ya había dejado de comprar una camiseta del Hansa Rostock de Alemania por los mismos motivos. Esta vez compré esta camiseta porque al menos iba a lograr que un racista no la pudiera usar – y porque reconozco el valor histórico que podría tener esta pieza. En ningún momento la adquirí por estar de acuerdo con alguna de las causas que esta hinchada representa.
La hinchada del Lazio es una de las más racistas del mundo
Uno de los episodios más memorables sobre las luchas anti racistas y anti fascistas en los campos de fútbol fue cuando Eric Cantoná, jugando para el Manchester United, fue expulsado y de camino al camerino le dio una patada voladora a un hincha del equipo rival que estaba profiriendo insultos racistas en contra de Cantoná (vídeo abajo). Y es de estos gestos cuando reclamo contra el fútbol moderno. En Qatar o en Champion’s olvidémonos de ver este tipo de gestos. Los jugadores van a tener miedo a interpretaciones de lo que no es «políticamente correcto» y de lo que piensen sus patrocinadores.
Eric Cantoná (Manchester United) dándole una patada voladora a un hooligan
Como último desahogo, quería acercarme a ver fútbol femenino, ir a un partido, pagar por un ingreso, como lo hice durante muchos años con Millonarios en la cancha. Creo que el fútbol femenino es de esos pocos lugares donde todavía hay un poco de espíritu de fútbol clásico, pero la decepción fue gigante cuando entré a las páginas de los equipos de mi ciudad y en ninguno había información sobre dónde conseguir un ingreso. Por eso odio el fútbol moderno.
Hola! Mi nombre es Daniel. Soy un colombiano nacido en la Colombia de los años 90, y viviendo actualmente en Brasil. Este blog lo empecé en el año 2008, cuando estaba en primer semestre de comunicación social y periodismo. En 2014 me vine a vivir a Brasil, hice una maestría en comunicación y me quedé a vivir de forma permanente en este país. Hoy trabajo en São Paulo con temas de tecnología y producto. Hablo inglés, francés, portugués, español y hasta hace poco estaba aprendiendo checo. Ideológicamente me considero de izquierda y antifascista. También soy cazador de memes.
Hincha de Millonarios de Bogotá, coleccionador de camisetas de fútbol, amante del Punk-Rock melódico y de la cerveza lager.
Tengo una cuenta en Twitter y en Instagram, donde me pueden contactar: @daniel_afanador.