Ladrón de Los Simpsons

Al delito yo lo esquivo inventando trabajo en donde no hay: Cartonero de Attaque 77

La corrupción es un mal que azota a todas las sociedades. Y la delincuencia también. En mayor o menor medida, pero en todos los países existen estos dos males. La diferencia entre cómo se ve esto en el día a día entre un país del primer mundo y una república bananera es que seguramente en este último sea perceptible desde el mismo momento en que uno pone un pie la calle.


Por ejemplo, la precaución de no poder andar tranquilo en la calle por temor a ser asaltado a mano armada, o la incapacidad de un policía de hacer algo frente a la delincuencia cuando la tiene en sus narices. Ya en un país del primer mundo quizás el crimen ni siquiera se sienta en las calles, sino en los altos círculos sociales de forma más discreta, por lo que al final la percepción es de seguridad. Esto lo podríamos ver cuando la compra y venta de drogas se da en lugares privados, entre personas con mucho dinero, en clubes exclusivos para las clases sociales más poderosas. Querámoslo o no, la delincuencia y la corrupción existen porque en todas las clases sociales existe un cierto nivel de tolerancia frente a ella.

Visto de esta forma, los tentáculos del crimen organizado están en todos los niveles de la sociedad, ya sea con el nombre de delincuencia o de corrupción, y esto es lo primero que deberíamos entender cuando planteamos soluciones al respecto. Durante mucho tiempo, la clase política arribista ha pretendido acabar con la delincuencia a punta de fuego y balas, como si no dejar a nadie vivo fuera la solución a todos nuestros problemas, y en su momento eso nos llevó en Colombia a un problema mucho peor: jóvenes inocentes siendo muertos por las fuerzas militares. Llegamos a llamar esto como falsos positivos, aunque en realidad eran ejecuciones extrajudiciales, jóvenes siendo muertos sin un juicio previo (y eso que en Colombia no existía la pena de muerte).

Y todo esto comenzó porque desde las altas esferas del estado comenzó a haber una presión por el número de muertos en combate entre las Fuerzas Armadas y la guerrilla de las Farc. Si el número de bajas era menor que el año anterior, quizás no sería porque el enemigo estaba más débil, sino porque «se estaba fortaleciendo». Y para evitarlo, disfrazaron de guerrilleros a pobres muchachos que no tenían nada que ver ahí.

Y sin quererlo, aquí ya nos estábamos haciendo los de la vista gorda, pretendiendo que esto era normal cuando el entonces Presidente de la República aseguró que estos jóvenes «no estaban recogiendo café», insinuando que eran bandidos por el hecho de que no estaban trabajando en el momento en que murieron.

Mas bajo el supuesto de que el Ejército y la Policía solo persiguieran bandidos y no personas inocentes, esto trae una serie de problemas adicionales que hacen posible que el crimen organizado siga conviviendo entre nosotros. Empecemos por el más obvio de todos y es que cuando el Estado está detrás de cuanto delincuente aparezca en su camino, y fortalece su aparato militar y policial, es probable que lo mismo no esté pasando con otros sectores que podrían minimizar el problema en el largo plazo. Hablo de educación, salud y cultura. Cuando esto sucede, puede que el delincuente que estaba robando a alguien en la calle vaya preso y se pudra en una cárcel, pero no muy lejos de ahí las condiciones sociales de los más necesitados hacen que el día de mañana haya 10 delincuentes más en el mismo lugar. Y el ciclo se repite todos los días.

Algo así pasó en Colombia cuando las Autodefensas Unidas de Colombia, un grupo armado de extrema derecha, decidió entregar las armas. Pasó que los altos mandos de la organización fueron presos, pero los territorios que esta organización controlaba a lo largo del país continuaron teniendo los mismos problemas sociales que dieron origen a que alguien a sus 15 años decida unirse al crimen organizado en vez de seguir estudiando en el colegio. Así pues, una organización delincuencial sale del camino y llega otra a explotar el crimen en la región: tráfico de drogas, minería ilegal, extorsiones, secuestro, contrabando, etc.

En este momento estamos corriendo el riesgo de que este episodio se repita en Colombia, con los territorios hasta hace poco controlados por las Farc quedando en manos de otras estructuras delincuenciales. Y ya lo estamos viendo, de hecho, con líderes sociales siendo asesinados, desde que las Farc aceptaron entregar las armas.

Pero volvamos de nuevo a suposiciones. Supongamos que las Fuerzas Armadas no dan su brazo a torcer y logran controlar estos territorios de forma legítima (sin arriesgar la vida de inocentes). Muchos morirán como en cualquier guerra y otros cuantos irán a una cárcel, y no precisamente a reformarse como se supone que debería ser el papel de la prisión, sino que acaban entrando a una universidad del crimen. Allí dentro se acabarán asociando con miembros de sus mismos grupos, y cuando salgan la gran mayoría estará peor que como entró en condiciones de continuar delinquiendo en un nivel más avanzado. Y al igual que más arriba, el ciclo se repite todos los días.

Un secreto muy mal guardado en Brasil es que las organizaciones criminales pueden desestabilizar el país si así lo quisieran, y es porque desde las cárceles pueden hacerlo (allí están todos los lídres del crimen organizado). A comienzos de este año llegaron a morir cientos de presos en diferentes cárceles, en un episodio parecido al de Sao Paulo en 2006, cuando el Primer Comando de la Capital (PCC) ordenó un toque de queda que duró 5 días en la capital paulista. Buses incendiados, policías muertos y calles vacías porque el Gobierno había ordenado el traslado de cárcel de algunos de los líderes de la organización, que encontraron en el caos la forma de manifestar su inconformismo.

De esta forma, si fumigar a todos los delincuentes o llevarlos presos a todos no soluciona ningún problema en el largo plazo, ¿qué alternativas tenemos? En la película Tropa de Elite 2 se plantea un hipotético tercer escenario según el cual a los traficantes de Río de Janeiro se les cortan todos los ingresos por tráfico de drogas. Bajo este escenario, es el fin del crimen organizado, y es algo parecido a lo que los defensores de la lucha contra las drogas profesan.

A 30 años del inicio de la lucha contra el tráfico de drogas ya demostramos infinitas veces que ese planteamiento está equivocado. Y si en el mejor de los casos lográramos acabar con el tráfico de drogas, la delincuencia organizada encontraría otras formas de explotar la ilegalidad: ¿algo peor? El secuestro o la extorsión. El vídeo de abajo,de Tropa de Élite 2, explica lo que podría llegar a pasar.

Si una organización dedicada al tráfico de drogas con 100 expendedores en las calles pierde su mayor fuente de financiación, esta no se va a quedar de brazos cruzados esperando a que crezca dinero en los árboles. Tiene que seguir dándole «trabajo» a estas personas y de alguna forma van a levantar el dinero. Y de aquí que haya un cierto nivel de tolerancia con la corrupción en nuestra sociedad, lo que no quiere decir otra cosa que algo está mal. Los delincuentes van a conseguir el dinero que necesitan para seguir funcionando, y si es necesario sacarlo de los cofres públicos, lo van a hacer sin pensarlo dos veces, y así el problema va a continuar en un ciclo infinito.

No pretendo con este artículo vender una solución a quizás uno de los problemas más complejos que enfrentamos como sociedad: la corrupción. La solución no la tengo yo y parece que tampoco la tiene la clase política a la que le hemos delegado la responsabilidad de resolver nuestros problemas más delicados. Sin embargo, quería apenas dejar una reflexión para que veamos con más cuidado cuando pensemos en los problemas con los que tenemos que lidiar como sociedad. El asunto es mucho más complejo que un títular de noticiero diciendo que aumentó el número de robos a mano armada, o que se destapó un nuevo escándalo de corrupción. Hay que leer entre líneas con mucho cuidado para entender que al final el crimen organizado funciona como una industria, y que esta necesita de dinero para existir. ¿De dónde sale ese dinero? He ahí el problema. 

Y una forma divertida de entender todo esto de lo que estamos hablando fue tratado en el episodio de abajo de Porta dos Fundos (3 minutos de duración). Disfruten (subtítulos en inglés).

Imagen propiedad de Stavos