Hace unos días tuve la oportunidad de tener en mis manos un tableta con sistema operativo Android 2.3, marca Coby. Si bien esta no es la marca más desconocida que he visto en persona, y aún habiendo probado desde modelos chinos excelentes, hasta otros que aún siendo Samsung apestan, me llamó la atención el hecho de que este modelo no tenía App Store. ¿Cómo así?, se podrán preguntar ustedes. Pues bien, no tenía la Google Play Store, que es la oficial, ni se podia instalar descargando la aplicación por otro lado; así que me puse a ver qué tipo de aplicaciones venían instaladas por defecto, y ¡BINGO! Finalmente sí tenía. Se llamaba JetJar, y realmente tenía un catálogo muy pobre, si lo ponemos al lado de las tiendas de aplicaciones de Apple, BlackBerry o Windows Phone.
Tras este episodio, me hice la pregunta de cómo es posible que cualquier empresa pueda utilizar uno de los productos de Google, moldearlo a su manera y presentar algo tan malo. Por un lado, tenemos lo que ha conseguido Amazon con el Kindle Fire: agarraron Android, lo dejaron irreconocible y le cambiaron la tienda de aplicaciones. Ese fue quizás el primer tablet low cost del mercado: solo $199 USD, y consiguieron un producto increíble.
Por otro lado, tenemos modelos penosos también usando Android. Es el caso del Samsung Galaxy Y o en su momento el Motorola Flipout (¿era eso un beeper?). Son modelos de gama baja, que se aprovechan de los usuarios que menos saben del tema, y los hacen pensar: «ahh…pero tiene Android. Seguro es un buen equipo», dirán. Se acaban de encartar con algo que no le llega ni a los talones a un Samsung Galaxy SIII, un Nexus o un Motorola RAZR. Tienen en sus manos un teléfono que en una o dos semanas estará lleno de aplicaciones, aún cuando no le hayan instalado más de 10.
En fin, a lo que iba con ambos casos es que, al igual que la tablet que tuve en mis manos hace unos días, se trata de empresas ajenas a Google que toman Android y lo adaptan a su manera, llegando a los extremos de cambiarle la cara a su interfaz o a no dejar rastro de la tienda de aplicaciones original. Y ni hablemos de lo que hacen las empresas de telefonía celular en cada país, de instalarle a su antojo aplicaciones o no llegar con las actualizaciones del sistema operativo a tiempo.
La fragmentación de Android, ¿un fenómeno inevitable?
Para los que no tienen claro los inicios de Android, en 2004 Andy Rubin trabajaba en Android antes de que fuera adquirida por Google. En esa época, años antes de que el iPhone fuera lanzado, ya se estaba trabajando en un sistema operativo móvil. Larry Page recordó hace unos días en el blog de Google que para esa época los de Mountain View guardaban en un armario más de 100 modelos de teléfono celular, y tenían que programar aplicaciones para cada uno de ellos.
Android digamos que solucionó ese problema, pues le dio la posibilidad a muchos fabricantes de teléfonos de tomar ese nuevo sistema operativo e instalarlo en sus terminales. Esto sin necesidad de que pagaran un solo dólar. ¿Por qué? Porque Android está basado en Linux, un sistema operativo de código abierto, creado a comienzos de los 90, y cuya licencia manifiesta que cualquier persona puede alterar el código para mejorarlo o adaptarlo a sus necesidades. La única condición es que el producto final deberá seguir teniendo esta misma licencia, y no se podrá cobrar por ella.
Ahí es que uno entiende por qué así como hay equipos excelentes con Android, hay también otros que dejan mucho que desear, algo que nunca veremos con un iPhone, un Nokia Lumia o un BlackBerry Z10. Si bien están basados en licencias restrictivas que le dan menos libertad al usuario final, esto mismo permite que se cuide más el acabado y que no cualquiera le pueda meter mano. En ese sentido, la fragmentación de Android es un fenómeno inevitable.
¿Se puede hacer algo al respecto?
A mí parecer sí. Para ello, recordemos la pelea que alcanzaron a tener Acer y Google en septiembre pasado a causa de Alibaba en China. El gigante asiático del comercio electrónico trabajaba en Aliyun, una distribución más de Android. El problema surgió cuando Acer, que ya vendía equipos con Android, se quiso unir al proyecto. Es decir, le iba a ayudar a la competencia de uno de sus socios, lo cual no fue del agrado de Google, que de paso presionó a Acer para a no lanzar un teléfono con otro SO.
¿A qué voy con esto? Google, como dueño de Android, debería presionar a todas las marcas que vayan a utilizar Android a que no saquen productos tan malos. Diría yo: «OK, usen el código, pero cámbienle el nombre y la imagen para que no me empiecen a asociar con productos tan malos». Es todo lo contrario a lo que han hecho algunas ROMS excelentes también con Android, pero que se llaman diferente. De acá se desprenden CyanogenMod, AOKP o Paranoid Android. Acá podríamos incluso poner lo que han hecho Facebook con Home o Amazon con Kindle: todo el mundo sabe que están basados en Android, pero evitan utilizar su nombre.
Esperemos que no dentro de mucho Google empiece a exigir un poco más o comience a hacer controles de calidad más estrictos a sus socios antes de que utilicen el nombre de uno de sus productos: Android, en este caso. Es claro que su fragmentación por naturaleza no se puede evitar. Lo que sí se puede es no dejar que su nombre y su imagen sean asociados con productos mediocres.
Daniel Afanador
Twitter: @Daniel_Afanador
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