Si han estado al tanto de las últimas novedades sobre periodismo online, seguramente se hayan enterado del despido masivo de empleados en BuzzFeed. BuzzFeed, que nacía como un medio de comunicación puramente online, no pudo contra Google ni contra Facebook si hablamos de la distribución de los contenidos y de la venta de publicidad.
 
Recordemos cómo solo hace unos años la mayoría de sitios que visitábamos los encontrábamos navegando en Google. Así llegábamos a blogs, a foros y a portales de noticias. Luego, a mediados de los años 2000, llegaron las redes sociales, Facebook y Twitter, principalmente, y se abrió una plataforma desde la cual se invertía el escenario. Ya no teníamos que buscar el contenido, sino que el contenido venía a nosotros.
 
Esto lo cambió todo para los medios de comunicación impresos, que durante décadas tuvieron un negocio basado en la logística de entregar periódicos y revistas, además, claro, de la construcción de la información. Con esto vino un gran cambio respecto a cómo nos informábamos, ya no desde medios físicos, sino desde pantallas. De esta forma, el modelo de negocio del periodismo escrito se vino al piso. Y con él, el trabajo de comunicadores que le habían entregado la vida al periodismo. No era solo BuzzFeed. Hace solo unos días la Editorial Televisa cerraba en Colombia y dejaba sin trabajo a 100 periodistas.
 
Lo venimos viendo hace 10 años, y no se detendrá. Continuaremos viendo industrias desapareciendo o cambiando radicalmente. No son solo los periodistas, sino los transportadores, la industria del turismo (Uber, Cabify, 99), los libreros (Amazon) y hasta las entregas a domicilio (Rappi y iFood).
 
Entendemos el cambio como algo inevitable, no necesariamente como algo positivo, por más de que con ello vengan oportunidades. Aquí tenemos un iceberg, en el que a lo lejos todos pueden ver la punta, pero en el que nadie sabe qué es todo lo que se esconde debajo de ella.
 
Flexiblización laboral, reducción de costos y trabajo precario
 
Hace varias décadas estamos viendo cómo grandes marcas, algunas de las más valiosas del mercado como Apple, Nike, Walmart o Amazon, se aprovechan de mano de obra barata para maximizar sus lucros. Apple empezaría por fabricar sus equipos en China, de la mano de Foxconn, llegando incluso a fabricar iPhones en Brasil, plan que sería abandonado en 2017. Aparentemente un chino es más productivo que un brasilero, y esto representa dinero. Esto a pesar de que empleados de Foxconn en China se hayan suicidado debido al estrés y a las largas jornadas de trabajo.
 
Si por un lado el diseño del producto se lleva a cabo en Estados Unidos, su producción ocurría lejos en otro continente, donde la mano de obra y los derechos laborales fueran más flexibles, palabra que les gusta a los empresarios.
 
De esta forma fue que China creció sobre el final del siglo XX, ofreciendo mano de obra barata, que pudiera ensamblar los productos más caros del mercado. No sería muy diferente lo hecho por Amazon y Walmart, que necesitaban mano de obra barata también a nivel local. Amazon los necesitaba para la logística que implica entregar un producto desde que el pedido es recibido en las bodegas, hasta que llega a manos del cliente. Walmart haría lo mismo con sus vendedores en las tiendas físicas. Esta práctica llegaría a ser motivo de burla en un episodio de South Park.
 
 
Una de las grandes críticas que se les hace a estas empresas tan poderosas es el hecho de que sean marcas cada vez más valiosas, que sus accionistas no paren de ganar dinero, pero que por otro lado sean responsables de la precarización del trabajo. Una de las observaciones de Thomas Piketty sobre la desigualdad es justamente cómo los más altos cargos de una compañía solo pueden seguirse haciendo más ricos a costas de las personas de niveles más bajos de la organización. Es decir, las ganancias de directores, presidentes, junta directiva y accionistas solo pueden crecer en la medida en la que se recorten costos y se generen condiciones de trabajo más precarias, no necesariamente haciendo mejores productos.
 
Para esto tenemos varios ejemplos: cuando un banco despide a todo un departamento de atención al cliente para pasar esas mismas funciones a un call center con el único fin de reducir costos; cuando la fabricación de la ropa que vestimos se encuentra en Asia y no en el propio país en el que vivimos porque es más barata; cuando entramos en contacto con el soporte del computador que compramos y quien nos atiende es alguien en la India que le da soporte a todo el mundo.
 
Esto genera una fuga de capitales y abre oportunidades en otros lugares del mundo.
 
El nuevo trabajo del siglo XX


El trabajo ya no volverá a ser lo mismo desde que estemos conectados a Internet 24×7. Cualquiera puede escribirnos por Slack, por WhatsApp, por Messenger, e independiente del horario del día no podemos decir que no vimos nada. Nuestro propio celular nos pregunta si puede tener acceso a nuestra ubicación, y este es el mismo nivel de permisos que les damos a las personas que nos rodean. Hemos perdido el derecho a la privacidad.
 
La vida personal y la vida laboral son hoy una sola gracias a la tecnología. A esto me refería más arriba con que no todos los cambios son positivos necesariamente. Las oportunidades no son color de rosa. Cuestan sangre, sudor y lágrimas, más cuando podemos ser solo un número que sirva para justificar un recorte de costos en el lugar en el que trabajamos.
 
Hace muchos años se pensaba que la tecnología nos haría trabajar menos. Al final, las máquinas harían parte de nuestro trabajo, e íbamos a poder pasar ya no 8, sino 4 horas diarias trabajando, pero esto no fue así. En vez de esto pasamos a trabajar 10, 12, 14 horas por día. No son pocas las personas que tienen que estar disponibles un sábado para el lugar en el que trabajan. Al final, están a un mensaje de WhatsApp de distancia para que eso sea posible. Y, querámoslo o no, las personas viven con un miedo permanente a perder su trabajo. Y esto genera genera problemas de salud pública como estrés, ansiedad, depresión y hasta suicidio la muerte. Al final, una sociedad menos satisfecha con lo que hace para vivir.
 
No está todo perdido
 
En medio de toda esta ola de cambios vimos cómo las empresas de tecnología se tomaron el mundo. La automatización, la inteligencia artificial y los algoritmos están generando una catástrofe laboral como es el caso de BuzzFeed que mencionábamos al comienzo. Empresas como Uber y Amazon sacarán pecho por los empleos que están generando, pero ocultarán debajo de la alfombra las condiciones bajo las que estos colaboradores trabajan.  No dirán cuánto gana el máximo accionista vs. el contratista peor pagado de toda la empresa. No nos dirán si el salario que pagan a este empleado es suficiente para vivir dignamente.
 
La opción para algunos será volverse freelance, trabajadores independientes, contratistas, sin un vínculo con la empresa para la que prestan servicios, pero a la merced de un mercado en el que todo el mundo pueda trabajar bajo las mismas o peores condiciones por una tarifa más baja o inclusive con la posibilidad de encontrar a alguien que haga lo mismo, más barato, en otro país, como si se tratase de un empleo desechable. Es lo que pasa con los conductores de Uber y los entregadores de Rappi.


Una de las cuestiones centrales de estos cambios es que todo esto se da en un escenario en el que las empresas van a seguir buscando maximizar capitales para sus accionistas, pero eventualmente llegarán a un techo en el que se verán bloqueadas ya sea para seguir creciendo o recortando gastos. No tendrán más empleados que despedir. O el producto que ofrecen tendrá una adopción tan masiva, que no tendrán cómo encontrar nuevos clientes. Es lo que le viene sucediendo a Facebook, que está llegando a su techo de número de usuarios. En paralelo, sus propios usuarios están adhiriendo a campañas como #DeleteFacebook, o simplemente dejando de usar la aplicación
 
No muy diferente es el caso de Apple, que en su cierre fiscal del año 2018, presentó números desalentadores, respecto a la venta de iPhones, pasando de 73,2 a 64,5 millones de unidades vendidas en el último trimestre de 2018, cifra que se vio reflejada en el mercado chino, el mayor productor, que también vio una caída del 4%.
 
A esto sumémosle la responsabilidad de empresas de este tamaño por contribuir en el desarrollo de las comunidades locales donde operan. Es decir, ¿cómo una empresa que despide 500 empleados para recortar costos está beneficiando a la ciudad donde estas personas viven/trabajan? Son 500 personas que no podrán gastar en bienes y servicios de otras empresas que funcionan localmente. Y estas otras empresas se verán forzadas a recortar gastos para poder seguir funcionando.
 
El punto esperanzador de todo esto es que la sociedad civil va a llegar a movilizarse para que estas empresas dejen de buscar un crecimiento infinito (crecimiento del PIB) a cambio de un bien común (una sociedad más feliz, con trabajos bien remunerados). Existen sindicatos, líderes sociales y sociedad civil, advirtiendo que el modelo económico predominante que ha sido concebido desde la revolución industrial tiene que ser ajustado. Esto no quiere decir que estemos pidiendo la vuelta de la Unión Soviética, pero sí que el modelo de capitalismo y libre mercado debe ser replanteado. ¿Propiedad privada?, ¡Sí! ¿Flexibilización laboral? ¡Cuidado!


Imagen: World Bank