Imagen: Garreth Miller

No son solo series. Son programas (producciones audiovisuales) dirigidos a un público que cada vez consume más contenidos desde dispositivos conectados a Internet y menos desde una señal de cable tradicional. Pregúntenle a cualquier persona menor de 30 años por sus programas favoritos de televisión, y lo más seguro es que diga que ni siquiera ve televisión. Hay varias explicaciones para este fenómeno cada vez más común. Mientras con Sky o Directv usted tiene acceso a unos 200 canales, la mayoría son de relleno. Nadie ve tanta televisión. Ni un niño en vacaciones, ni un jubilado verá más de 10 canales diferentes de televisión. Y aun cuando los ven, lo que está empezando a pasar es que la atención se distribuye entre la televisión y el celular (y Twitter), donde todo el mundo comenta en tiempo real lo que está pasando en la telenovela de las 8.


Con una atención fragmentada y ya no únicamente en la televisión, es más fácil que se dé esa transición de públicos hacia Internet, algo que de hecho ya venía pasando desde que tener un computador en casa pasó de ser un lujo a una necesidad. Después pasó eso con las conexiones a Internet, y después con la masificación de los Smartphones y las tabletas. ¿Se acuerdan de cuando solo los millonarios y altos ejecutivos tenían un BlackBerry? 

Ahora hablemos de unos 15 años para atrás. Recordemos una cosa, y es que antes tener una cámara de vídeo decente era un lujo que solo se podía dar una productora de televisión, ni siquiera un estudiante de cine. Y editar vídeos mucho menos. Solo existía una herramienta penosamente precaria como lo era Movie Maker de Microsoft porque otras como Final Cut de Apple y Sony Vegas eran carísimas. Hoy las cámaras son algo tan Mainstream, que se usan más para hacer Selfies y subir fotos a Instagram, que para lo que se usaron en algún momento: capturar momentos únicos. El rollo de la cámara tenía un límite de 24 fotos y usted debía pensar 2 veces antes de capturar lo que tenía al frente.

Esto último hace parte de otra discusión en la que no pienso entrar sobre el concepto de arte: ¿el hecho de que una pieza de arte como lo era una fotografía hace 100 años hoy sea copiable infinitas veces cambia en algo lo que las personas entienden por arte actualmente? En fin. Todo esto para decir que la posibilidad de generar contenidos está en el bolsillo de cualquier persona. ¿Qué sería de los noticieros de televisión sin las colaboraciones de las personas que envían vídeos sobre robos e infracciones de tránsito? 

Hace poco descubrí un canal en YouTube en el que subían vídeos de gente linchando presuntos ladrones en la ciudad de Bogotá. Todos los vídeos son grabados con cámaras de celular y la calidad es entre decente y mala (tengamos en cuenta que no todo el mundo sabe ni qué es composición de la imagen). Esta idea la han llevado más lejos Meerkat y Periscope, dándole la posibilidad a cualquiera de grabar, transmitir en tiempo real y discutir en Twitter. Todo esto se podría convertir en una amenaza para los grandes eventos deportivos, lo único que la televisión ofrece y que no ha emigrado a Internet. ¿Han intentado ver un partido por Roja Directa? Es incómodo, la calidad es pésima y las transmisiones van mínimo 10 segundos retrasadas de las oríginales. De hecho, como anécdota personal, hace unos días la transmisión se me cayó en una tanda de penaltis de un juego importante. Tuve que terminar de seguir el partido por Twitter sin imágenes.

Sin embargo, no veo este tipo de transmisiones como una amenaza para nadie. Ningún celular va a ofrecer la calidad de producción de un canal de televisión, y quien quiera seguir un mundial o unos juegos olímpicos en alta definición tendrá que seguir pagando. De cualquier forma, el campo está abierto para quien quiera generar contenidos de alta calidad para Internet, solo que hoy ese mercado se está saturando cada vez más. Los que comenzaron hace tiempo tienen actualmente grandes audiencias porque nadie más lo estaba haciendo. Puedo pensar particularmente en los 4 Extraños en DC en Colombia y en el Bananero, uruguayo, pero un ícono para todos los hispanohablantes. Ambos crearon historias que sin Internet no hubieran llegado a ningún lado: el lenguaje era pesado, los episodios eran muy cortos y seguramente llegaron a tener más de un problema por violación de derechos de autor. Con todo, me atrevería a decir entre lo que conozco que fueron algunos de los pioneros en el entretenimiento dirigido a Internet en Latinoamérica.

Hoy 10-15 años más tarde, para entrar en este mercado, es más difícil, pues como ya dijimos el acceso a la tecnología con la que se producen los contenidos es más barata e Internet ha evolucionado, lo que hace que la competencia sea mucho mayor, hasta el punto de que los vehículos por los que se dan estas transmisiones compitan de frente con la televisión. Vamos a quedarnos por ahora con Netflix, YouTube y The Pirate Bay los torrents.

Si alguien tiene éxito bajo estas condiciones, es seguramente una productora con un gran músculo financiero o un equipo de producción decente que hace una década no se necesitaba. Empresas que lo están haciendo muy bien: Platzi, por ejemplo, que tienen un canal en YouTube con programas semanales sobre tecnología y cultura emprendedora, lo que les ha servido para dar a conocer su trabajo y captar nuevos estudiantes para sus cursos (fíjense que su modelo de negocio no está basado en la venta de publicidad); Porta dos Fundos en Brasil, un programa de humor semanal con episodios de entre 3 y 5 minutos. Su éxito es tan grande, que tienen más de 9 millones de suscriptores en YouTube, siendo el quinto canal más visto del mundo. Una idea similar es la de EnchufeTV, de Ecuador, y líder en Colombia, Perú y México con 7.5 millones de suscriptores.

Y podría continuar dando ejemplos, mas a lo que voy es a que, como digo en el título, ha llegado la hora de las series en Internet, series que compiten en tiempo, calidad y horarios frente a las producciones hechas exclusicamente para televisión, solo que al igual que estas, necesitan de grandes inversiones si quieren sobrevivir en medio de todo el mundo subiendo sus propios vídeos a Internet. Para el caso de Netflix y Amazon Prime, están gastando entre 1 y 4 millones de dólares en la producción de cada uno de los episodios de sus series originales. A modo de comparación, Mad Men gastaba 2.5 millones. 


Bajo estas circunstancias vale la pena preguntarse si habrá espacio para tanta gente. Seguramente lo habrá, pero más que dinero harán falta guionistas, escritores y equipos que sepan llegarles a los nuevos públicos que hoy pasan cada vez más tiempo conectados a Internet y menos frente a un televisor.