Puede que Millonarios no haya ganado un título en primera división de Fútbol Colombiano en más de 20 años; que hasta la fecha no esté entre los mejores equipos de la liga; y que mucho menos sea uno de los mejores equipos a nivel mundial ni continental en este momento, simplemente es un equipo en semifinales de Copa Sudamericana, el segundo torneo más importante a nivel continental. Para este país menos algunos, Millonarios y toda su hinchada no son nada. Incluso algunos se amargan cada vez que el equipo más odiado de Colombia no pierde; en cambio, para la hinchada más fiel de Colombia, Millonarios lo es todo, como quedó en evidencia la noche del jueves 15 de noviembre de 2012.

Millonarios jugaba su partido más importante a nivel internacional en años. La última vez que el equipo azul había estado en una instancia decisiva de un torneo continental fue en el año 2007, cuando América de México eliminó en semifinales al más veces campeón, que en rondas anteriores había dejado por fuera algunos de los favoritos de quedarse con el título de aquella edición: Sao Paulo, Colo Colo y Atlético Nacional fueron saliendo uno a uno por una de las mejores nóminas que ha visto la hinchada albiazul en la última década, con Gerardo Bedoya, Ricardo Ciciliano, Gonzalo Martínez y Rafael Robayo cuando pasaban por excelentes momentos en sus carreras.

5 Años más tarde un grande pisaba una vez más las canchas de Sudamérica. Perú, Paraguay y Brasil, viendo a su equipo con más títulos locales irse a segunda división de la mano de Millonarios, ya eran cosa del pasado. La hinchada solo tenía cabeza esta vez para el colíder del Brasileirao, que descartó toda posibilidad de quedarse con la liga tras los 10 puntos de ventaja con los que Fluminense quedó campeón de forma anticipada. De esta forma, Gremio venía apostándole todo a esta copa y con la seria intención de ir por el título, como lo aseguró el presidente del equipo. A Bogotá llegaron desde jugadores de talla internacional como Marcelo Moreno Martins, hasta mundialistas como Gilberto Silva y Zé Roberto.


El 1-0 en contra en Portoalegre ilusionaba a la hinchada albiazul para el partido de vuelta. Gremio no era un equipo fácil, pero no dejarse hacer un gol y mínimo anotar uno para forzar a los tiros desde el punto penal era lo más viable. Un solo gol en contra eliminaría toda posibilidad de penales y obligaría al equipo bogotano a marcar de a tres para seguir soñando con un paso a la siguiente ronda, que desde una semana antes tenía esperando a Tigre de Argentina por el rival que saliera de este partido.

Pasó lo que nadie tenía pensado que pasara: gol de Werley por Gremio en los primeros minutos de juego y el estadio quedó en silencio. El grito de los jugadores y de los hinchas visitantes no se sintió. Si Millonarios salía de esta, sería una hazaña, más si el equipo local no jugaba a nada como sucedió durante todo el primer tiempo y que el balón no quería entrar. Algunos incluso empezaron a sugerir que sería lo mejor en caso de querer dar la pelea en el torneo local. Y es que ante la arremetida brasileña y la pasividad de los azules en los primeros minutos no había forma de darle vuelta al resultado.

Pero algo inesperado pasó tras el paso por los vestuarios para ambos equipos, una actitud renovada de los locales y una zozobra de los visitantes por dejar el marcador como estaba, quemando tiempo, no proponiendo nada y esperando atrás todos los ataques, un comportamiento que les pasaría factura cuando se les vino la noche con los 3 goles que 45 minutos antes nadie hubiera podido pronosticar. El primero, de Wilberto Cosme, que casi no entra tras pegar en el palo; el segundo, de Wason Rentería en un remate de cabeza; y el tercero, un gol milagroso como no se veía desde que Wilman Conde anotó de cabeza frente a Medellín por allá en 2007, o cuando Rafael Robayo en un clásico bogotano de 2011 le dio el punto de clasificación a octagonales a su equipo. Pero esta vez era diferente, eran instancias internacionales y uno de los grandes del continente, el que estaba al frente.

La acción se originaría por una falta muy discutida adentro del área en contra del lateral izquierdo Jarol Martínez cuando el cuarto árbitro ya había dado tiempo de reposición. El estadio estalló de emoción tras ver al juez central señalar el punto penal, lo que equivalía a tener medio gol hecho. Quedaba la otra mitad y era responsabilidad de Wason Rentería, que años antes había militado en Internacional de Portoalegre, eterno rival de patio de Gremio y al que seguramente le tenía muchas ganas de hacerle el daño desde entonces.

Toda la atención de los hinchas y jugadores estaba puesta en el arco norte del Campín, estadio al que Gremio había venido en 1984 y no pudo llevarse más que un empate a pesar de ser campeón intercontinental de la época. 28 Años después, ese mismo equipo con el que se había enfrentado en esa misma cancha no lo iba a dejar cantar victoria una vez más. Así las cosas, en un intento por evitar lo que ya estaba cocinado, los jugadores brasileños le hablaban al oído y no querían dejar cobrar a quien minutos más tarde sería el héroe de la noche para millones de almas que tenían en la garganta un grito de gol que segundos después se concretaría.

Finalmente el tiro de Wason Rentería al minuto 92 inflaría la red, todo el estadio estallaría en júbilo y ponía una vez mas a soñar a una hinchada que no ha visto en décadas a su equipo alzar un título de liga ni llegar a una final de un torneo internacional. El camino todavía es largo, tanto en liga como en copa, pero jugadores e hinchada necesitaban de otra ilusión para volver a creer que se vale soñar.

Esta canción la escuché en el medio tiempo cuando Millonarios iba 2 goles por debajo en el marcador en el global y quise creer en una sola cosa que me quedó sonando: los días nublados de ayer hoy pasaron y no quiero saber de andar con mochilas de amargos recuerdos.

Daniel Afanador
Twitter: @Daniel_Afanador