
Quería continuar con esta serie de entradas sobre los días que pasé en Estados Unidos en el primer semestre de este año y qué mejor momento que la conmemoración de los 11 años de los atentados al World Trade Center en septiembre de 2001. Otro recuerdo lejano de esa ciudad que sabía que algún día iba a visitar pero que hasta entonces sólo había visto por televisión.
Llegamos un viernes a las 9:30 de la noche. Mi reservación del hostal en el que me iba a quedar estaba para las diez, así que debía correr, aunque ni siquiera entendía cómo funcionaba el metro, el medio de transporte más cómodo en cualquier ciudad grande de Estados Unidos. Después entendí que había llegado a Manhattan y la dirección que buscaba se encontraba en esta parte de la ciudad. Tenía que llegar a la 891 con Amsterdam Avenue, a un Hostelling International.
Quizás deberías leer antes la primera parte de esta entradaLa ciudad de Nueva York está dividida en 5 distritos: Brooklyn, Queens, Bronx, Staten Island y Manhattan. Yo estaba en éste último y debía llegar a la estación de la 86, que resultó estar al lado del Central Park. De eso me daría cuenta al otro día ya que era de noche y debía caminar en dirección contraria hacia donde estaba el parque, al oeste. Ahí ya me había separado de mis amigos porque ellos iban para otro hostal. Mi primera impresión, y recordé todo lo que había visto en televisión, es que las calles y los edificios se ven exactamente iguales en la vida real. De hecho, casi todos tienen una escalera de incendios en las ventanas. Era algo obvio que nunca antes se me había ocurrido pensar. Más adelante me llevaría una gran sorpresa cuando monté nuevamente en el metro o entré a un café al día siguiente. Cuando se trata de Nueva York, la televisión no exagera ni minimiza nada. Por el contrario, trata de recrear todo a la perfección.
Encontré un video grabado más o menos en la misma época en que estuve allá. Hacía bastante frío pero no caía nieve, pues el invierno estaba por acabarse y la primavera se acercaba. Yo sólo salía a la calle con tres chaquetas.
Llegué al hostal como a las once de la noche. No había problema porque en las 24 horas del día salía y entraba gente permanentemente. Fue en ese hostal que me di cuenta de que yo era un paranoico, como buen ciudadano de un país latinoamericano que tiene que aprender a cuidarse en una ciudad insegura como Bogotá. Llegué a esa conclusión tras entrar a la habitación y observar que había 16 camas. ¿Podría confiar mi equipaje y mis cosas mientras en el mismo cuarto había gente que ni siquiera conocía? Lo único que se me ocurrió fue dormir con el pasaporte, la billetera y el celular en los bolsillos. Todo lo demás lo dejaba al asar.
Como todavía era temprano y estaba en la ciudad que nunca duerme, decidí salir a conocer el lugar a media noche. Minutos antes había hablado con uno de mis mejores amigos; solo me dijo fue que me fuera para la calle 45 apenas pudiera, y mucho mejor si era de noche. Yo no sabía por qué era importante pero allá llegué, era Times Square y cambié la manera en que hasta ese momento había visto la publicidad.
De arriba a abajo: (1) Lo primero que debía hacer cuando llegara a Nueva York era encontrar la estación de la calle 86, que quedaba a unas pocas cuadras del hostal que conseguí en Manhattan (2) Nuestro plan de fin de semana era hacer todo lo que decía el folleto de la imagen, era un reto (3) Si uno no conoce la ciudad, lo primero que hay que conseguir es una guía de la ciudad (4) Un primer vistazo a Times Square (5) Publicidad de tamaño monumental y el código QR más grande que he visto en mi vida.
Y así terminó mi primera noche en Nueva York. A eso de las 2:30 me fui a dormir después de comer el perro caliente más caro que he visto en mi vida: 3 dólares y solo era pan con salchicha y de la mitad de lo que uno está acostumbrado en cualquier país de Sudamérica. Había que descansar y mucho por conocer.