Una de mis series favoritas de televisión es una serie de narcos. Se llama El Cartel de los Sapos. Es una producción colombiana que cuenta la historia del cartel del norte del valle, uno de los carteles de la droga más poderosos de Colombia tras la caída de Pablo Escobar en los años 90. De hecho, muchos de sus miembros fueron responsables, junto con la DEA y la Policía de Colombia, del deceso del más grande capo de la historia de Colombia. De Escobar se decía que además de una libretitatenía el dinero para pagar la deuda externa de Colombia, pero que no lo dejaron.
La historia de Colombia en los últimos 30 años ha estado manchada por la guerra y el narcotráfico. Lo de arriba es solo un ejemplo de todo lo que pasó. No es algo que se pueda tapar con un dedo, ni algo de lo que nos podamos sentir orgullosos. Es una etiqueta en la frente que nos acompaña a los colombianos adonde sea que vayamos. Y peor aún cuando un asunto tan complejo como la guerra contra las drogas y un conflicto armado interno acaba siendo reducido por quien no conoce del tema (normalmente un no colombiano en otro país) a simples palabras como «drogas» y «cocaína».
La imagen de Colombia en el exterior ha cambiado en los últimos años de forma positiva, y son cada vez menos las veces que nos asocian con estos temas, pero el estigma siempre estará ahí.
Hace tiempos alguien que vivía afuera de Colombia me preguntó qué era lo que nos hacía colombianos. ¿Qué tenemos los colombianos que nos diferencie de otras nacionalidades? No es una pregunta fácil de responder. No nos define una comida, una música, un baile o un artista. No nos define un idioma ni un acento (en Colombia hay más de 10). Y mucho menos nos definen las asociaciones hacia ideas negativas como las drogas. Infelizmente, somos eso y mucho más.
Quiero que intenten responder qué es lo que nos hace colombianos (o si son de otro país pueden aplicar la misma pregunta). No, no es una pregunta fácil de responder (dejen su respuesta en los comentarios antes de seguir leyendo).
(…).
(Pueden continuar).
No obstante, yo les puedo dar una respuesta sencilla. Aquí va: además de compartir una historia y un territorio, lo que nos hace tan parecidos es la cultura que circula por los medios masivos de comunicación que están dentro de ese territorio en este momento histórico. Es de la información que sale de televisión, radio, prensa escrita, cine, libros, etc., que interactuamos todos los días con otras personas. Piensen en el número de personas que cada mañana se levanta escuchando la radio, o que antes de ir a dormir ve una telenovela. Las personas que leen el periódico todos los días, o que alguna vez leyeron a García Márquez.
Es alrededor de los temas que de allí surgen que las personas viven el cotidiano: las conversaciones que tenemos todos los días y de donde viene casi todo lo que acabamos aceptando como verdades absolutas. En otras palabras, no hay forma de ver el mundo sin la relación entre personas y medios de comunicación. O al menos no habría una cultura que nos caracterice frente a otras culturas.
¿Y qué tiene que ver todo esto con la historia del narcotráfico de la que hablaba al comienzo? Ya desde el primer renglón de hecho me refería a una serie de televisión que era una de mis favoritas desde que la vi por primera vez por allá en el año 2008. El Cartel de los Sapos no fue ni la primera ni la única serie de televisión de narcotraficantes en Colombia. Hubo hasta una segunda parte, libro y película. Pero también hubo otras como Escobar el Patrón del Mal, Los Tres Caínes, El Capo, El Ventilador, Pandillas Guerra y Paz, Sin Tetas No Hay Paraíso y un largo etcétera que no vale la pena mencionar porque no acabaríamos.
(A propósito, las series de narcos suelen ser las mejores).
Pero mientras eso pasa, muchos se rasgan las vestiduras cada vez que una nueva de estas series va a ser lanzada en televisión y critican la supuesta falta de originalidad de los guionistas y productores. La verdad nunca leí o escuché un argumento bien sustentado sobre esta opinión. Muchos se limitan a dibujar una relación de que producir este tipo de series es vender una imagen negativa de Colombia. Y la verdad es que esa imagen no la crean estas series. Una parte de esa imagen la tenemos desde que empezó a haber narcotráfico en Colombia y los propios medios de comunicación, cumpliendo con su deber de informar, empezaron a hablar en las noticias sobre estos temas. Esas noticias le dieron la vuelta al mundo, y localmente las personas en su cotidiano no tenían cómo no hablar de estos temas. Mientras estos temas comenzaron a ser parte de nuestra identidad por el simple hecho de interactuar con ellos de alguna manera, en todo el mundo esa misma información llegaba a personas a las que lo único que les llegaba de información de Colombia infelizmente era eso.
Lo que quiero decir es que es exagerado culpar a las series de televisión que hablan de narcos de «vender» una imagen negativa de Colombia, cuando desde hace varias décadas nuestra propia historia llegó a oídos de todo el mundo por otros medios. El asunto es mucho más complejo que como muchos lo pretenden explicar y nadie va hasta el fondo del asunto. Es una manera simplista de buscar culpables y por fuera se queda el hecho de que Colombia es hoy conocida por otras cosas positivas como el fútbol, el turismo, la confianza inversionista, las mujeres, las telenovelas, el buen español y mil cosas más que (estemos o no de acuerdo) seguramente les van a comentar cuando en otro país ustedes digan que son colombianos. En el fondo hasta las propias series (de narcos o no) serían algo positivo porque muestran cuán buenas producciones audiovisuales pueden ser hechas en nuestro país.
Al final, si nos gustan o no las series de narcos, nuestra imagen de Colombia no va a cambiar solo por eso, sino por todo lo demás que ya conocemos o que alguien de afuera conoce, y afortunadamente hoy son miles de cosas las que se saben. Ya no estamos en los años 80 en que lo único que se sabía era sobre guerra entre narcotraficantes o los años 90 en que la guerrilla casi se toma el país. Si fuera por lo negativo que muestran los medios de comunicación, los americanos serían unos brutos perezosos que solo les gusta tomar cerveza, comer comida chatarra y sentarse a ver televisión (Los Simpson, Padre de Familia y Matrimonio con hijos) y los alemanes serían las personas más malas del mundo por todas las películas que se han producido sobre la segunda guerra mundial.
A pesar de todo, hoy sabemos que un país y su cultura no se pueden reducir a sus peores episodios, sino a todos los que las personas llegan a conocer: las cosas buenas y malas del cotidiano de quienes viven en esos países.
Y todo esto lo escribí porque dentro de unas semanas Netflix estrenará Narcos, una serie sobre Pablo Escobar (sí, otra). Y no faltarán los expertos en crítica televisiva salir a repetir lo que ya han dicho cada vez que se estrenó una de estas series en televisión. La diferencia es que la producción de Netflix llegará a todo el mundo (o al menos a los países donde el servicio está disponible) y por tener un impacto tan grande más de uno armará una tormenta en un vaso de agua sin tener en cuenta de lo que yo acabo de decir: nuestra cultura, y la imagen que proyectamos en el exterior, está construida sobre la relación entre el cotidiano de las personas y los medios de comunicación, e infelizmente no todo lo que circula por ahí puede ser bueno. Al final, todo lo que por ahí circula, dependiendo del lugar donde nos encontremos, es lo que nos hace tan particulares.
Nota para los que leen este blog cada semana: disculpen si los posts ya no llegan a las 00:00 del viernes como suele ser, pero en las últimas semanas adquirí unas responsabilidades que antes no tenía y mis tiempos no se logran adaptar todavía. Y considerando que yo no vivo de escribir, estoy intentando reacomodar mis horarios no solo para no dejar de publicar, sino para seguir escribiendo cosas que valga la pena leer.
Hola! Mi nombre es Daniel. Soy un colombiano nacido en la Colombia de los años 90, y viviendo actualmente en Brasil. Este blog lo empecé en el año 2008, cuando estaba en primer semestre de comunicación social y periodismo. En 2014 me vine a vivir a Brasil, hice una maestría en comunicación y me quedé a vivir de forma permanente en este país. Hoy trabajo en São Paulo con temas de tecnología y producto. Hablo inglés, francés, portugués, español y hasta hace poco estaba aprendiendo checo. Ideológicamente me considero de izquierda y antifascista. También soy cazador de memes.
Hincha de Millonarios de Bogotá, coleccionador de camisetas de fútbol, amante del Punk-Rock melódico y de la cerveza lager.
Tengo una cuenta en Twitter y en Instagram, donde me pueden contactar: @daniel_afanador.