Quienes seguimos de cerca las noticias relacionadas con tecnología, más exactamente las relacionadas con los dispositivos Apple y Android, venimos escuchando desde hace varios meses cómo los fabricantes del iPhone y de la serie Samsung Galaxy se lanzan dardos entre sí con millonarias demandas en las que ambas marcas reclaman ser dueñas  de alguna patente presente en alguno de los productos de la competencia. El asunto no es nuevo. Por el contrario, data desde hace aproximadamente unos 5 años cuando fuera lanzado el primer iPhone, que hay que reconocer, fue el primer teléfono cuyo sistema operativo dependía de una tienda de aplicaciones, sumándole el hecho de que contaba con una pantalla multitáctil. Antes de eso, para instalarle aplicaciones a un dispositivo móvil era necesario buscarla en Internet, normalmente en la página del producto, descargarla y transferir manualmente el programa y ejecutarlo desde el teléfono. En cambio la pantalla táctil no se la inventó Apple, simplemente la aplicó a su primer teléfono. Previo a esto, Android era una pequeña compañía de Palo Alto, California, adquirida por Google en 2005 que desarrollaba un sistema operativo móvil similar al de Blackberry, es decir con teclado Qwerty, una pantalla pequeña y con algunas aplicaciones de Google precargadas. En consecuencia, con dos teléfonos hasta hace un tiempo tan diferentes, muchos se preguntarán ¿qué tiene que ver esto con las patentes?
De acuerdo con la biografía de Steve Jobs, Android habría copiado al iPhone, por lo cual estaba dispuesto a gastar hasta el último centavo de la compañía para acabar con la competencia. Quizás aquí encontremos la respuesta a las a veces ridículas reclamaciones y patentes de Apple en cuanto a propiedad intelectual. Por eso no me sorprendió haber visto la noticia de que los de Cupertino estarían trabajando en lo que algunos blogs especializados han llamado como «la madre de todas las patentes», ya que sería tan grande y ambigua que podría poner en aprietos a Android al englobar muchos de los aspectos de las interfaces táctiles, tales como la forma de visualizar los correos electrónicos, los mensajes o contactos del teléfono, el reproductor de vídeo, el calendario, el navegador, la cámara de vídeo y fotos, las búsquedas, los mapas, las notas y los widgets.


Por eso es que éstas demandas rayan en lo ridículo, independientemente de quién las interponga. Y es que para el caso de los teléfonos inteligentes, éstos cuentan con entre 10.000 y 20.000 patentes cada uno. Apple llegó incluso a declararse dueño de que el teléfono se pudiera desbloquear deslizando el dedo o que el dispositivo se pudiera conectar a otro vía inalámbrica. A veces se trata de inventos que por respeto a la industria y a los usuarios finales no deberían ser patentados. Después es que uno entiende cómo aparece alguien de la nada declarándose dueño y creador del Wifi y con serias intenciones de demandar a todo el mundo.

El problema de cualquier tipo de patentes es que quienes normalmente terminan pagando son siempre o los usuarios finales o las mentes emprendedoras. Por un lado, ¿qué ha pasado cada vez que comienza uno de estos juicios en los que dos marcas se declaran dueñas de un tablet o de un smartphone? El juez obliga retirar de todas las tiendas y prohibir la venta de alguno de los productos en cuestión y demalas si a uno no le gusta alguna de las marcas que hay en el mercado. Por otro lado, algo que el mismo Steve Wozniak, fundador de Apple, ha reconocido: la guerra de patentes acaba con las nueva ideas. Simplemente una mente innovadora no puede trabajar en un nuevo invento porque alguna compañía ya patentó alguno de los componentes y estará dispuesta a demandar a quien se le ocurra utilizarla, así no esté presente en ninguno de sus productos: ¿de qué otra forma explica uno que una compañía compre miles de patentes en un solo paquete? Inicialmente las patentes fueron creadas para proteger a los pequeños inventores, pero desde que las grandes corporaciones acuden a ellas se han convertido en un inconveniente.


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