
Si tú tienes una manzana y yo tengo una manzana, y las intercambiamos, ambos tendremos una manzana. Si tú tienes una idea y yo tengo una idea, y las intercambiamos, ambos tendremos dos ideas.
Esa analogía es usada por Dan Senior y Saul Singer en el libro Startup Nation para explicar el milagro económico de Israel, una nación que en 60 años de historia tiene mejor salud económica que la de cualquier sociedad con siglos y hasta milenios de historia. Israel hoy no sufre las consecuencias de la crisis del año 2008.
El Estado de Israel, creado en 1948, era un terreno desértico al que se fueron a vivir algunos judíos después de la guerra, pero cuando llegaron no había absolutamente nada. A diferencia de los países que siempre han tenido recursos naturales para explotar con minería o industria petrolera, Israel no tenía nada de eso, nunca lo tuvo y les va mucho mejor no teniéndolo, pues su economía no depende de un recurso que algún día se va a agotar y cuyo valor varía de acuerdo con la oferta y la demanda a nivel internacional, por lo que han tenido que recurrir a otras fuentes para hacer que su economía funcione.
Hay varias circunstancias que ayudan a explicar por qué Israel como ningún otro país logró que su economía dependiera de lo que hoy se conoce como economía creativa, y no de recursos naturales. La pregunta es ¿cómo convertieron una idea en algo más valioso que un barril de petróleo?
Empecemos por entender las circunstancias adversas tras las cuales nace el estado de Israel: los quisieron exterminar a todos en la segunda guerra mundial, pero no lo lograron. Los sobrevivientes se van a un territorio hostil en el que no son bienvenidos por ninguno de sus vecinos y además hablan otro idioma. Hacen una cosa: levantar una economía de la nada utilizando la experiencia aprendida en la guerra. ¿Qué significa esto? Significa que si algún día utilizaron su conocimiento para esconderse del ejército nazi o para perseguir terroristas, pueden aplicar eso mismo dentro de las empresas que tuvieron que crear, muchas de ellas de seguridad, precisamente.
En Israel el servicio militar es obligatorio de 2 años para hombres y mujeres y en él se fomenta una estructura no jerárquica, sino mas bien de cuestionar las ideas preestablecidas. Cuando alguien de la base logra demostrar que tiene una idea mejor que la persona que está al mando, el equipo como un todo va a mejorar, pues además se aprenden dentro del ejército otros valores como la responsabilidad o la rendición de cuentas. Eso mismo empezaron a hacer una vez salían del servicio militar para enfrentar la vida como personas comunes y corrientes dentro de una empresa. Esa misma estructura es la que a miles de kilómetros de distancia intentan aplicar empresas de tecnología en Silicon Valley o Nueva York. Eso para muchos es novedoso. En Israel llevan haciéndolo 60 años, y hoy el número de Startups en Israel es superior a 6.000 y atrae más capital que incluso Silicon Valley o que cualquier país del mundo.
Una de las primeras empresas en generar empleos en ese país surgió porque a alguien se le ocurrió montar una fábrica de aviones. Nadie sabía cómo hacer un avión, pero se les ocurrió. La idea no tenía mucho sentido, pero lograron empezar con la reparación de aviones utilizados en la segunda guerra mundial y que estaban a punto de ser desechados por los países aliados.
Ideas de la nada como la arriba mencionada son las que hacen de este un milagro económico. Quizás no haya muchas empresas de origen israelí que recordemos en este instante. No es como Nokia, que todo el mundo sabe que es de Finlandia o Samsung de Korea. Apenas se me ocurren unos nombres como Waze, Viber, ICQ o WIX, que ni siquiera son empresas gigantes, y es porque no existe una única marca de tecnología que represente al país como un todo, sino que son muchas startups, empresas de tecnología pequeñas, las que sostienen la economía de Israel.
Esto significa que el día en que se quiebre una empresa, el impacto va a ser menor al de la ciudad cuya economía dependía de una única empresa. Según el libro The Internet Is Not the Answer de Andrew Keen, Kodak generaba hace 30 años cerca de 150.000 empleos de los que dependía toda una ciudad (Rochester, NY). ¿Qué es Kodak hoy? Vendieron todas sus patentes por $525 millones de dólares y se declararon en quiebra en el año 2013. Instagram por otro lado tenía solo 13 empleados cuando fue adquirida por Facebook por $1 billón de dólares.
De forma parecida, Google nació de la investigación de doctorado de Larry Page y Sergey Brin para la Universidad de Stanford. Hoy Google es una empresa con miles de empleados en todo el mundo que cada año factura millones de dólares en venta de publicidad y que está asfixiando al periodismo impreso.
Es obvio que apenas unas ideas logran convertirse en máquinas de imprimir dinero. Google ni siquiera es de Israel, pero lo utilizo como ejemplo para lo que quiero decir: cuando toda una economía gira en torno de que una idea puede convertirse en un modelo de negocio que genere empleos, el éxito a largo plazo está más garantizado que el de una economía que depende de la agricultura, la minería y la explotación petrolera.
En el largo plazo, es preocupante que un gobierno de un país no invierta ni tenga como prioridad la inversión en una economía del conocimiento, como parecía decir Moises Guasserman hace unos días al referirse al modelo adoptado hace décadas en Alemania. ¿Cómo se logra esto? Invirtiendo en desarrollo desde la educación y la investigación en universidades (por eso existen las becas, por ejemplo). La universidad como institución es la fuente de patentes, inventos y, lo más importante, capital humano capaz de pensar y resolver mejor sus problemas, que un país que, por ejemplo, invierte todo su dinero en obras de cemento. No que las obras públicas no sean importantes, solo que no pueden estar por encima de la inversión en capital humano.
El libro de Senior y Singer mencionado al comienzo de este post trae un episodio que sirve para explicar lo importante de la formación del capital humano. En la guerra del golfo en los años 90, Irak amenazó a Israel si Estados Unidos tomaba alguna represalia en contra suya. Comenzaron así bombardeos en Israel y todo tuvo que cerrar (supermercados, escuelas, gobierno, etc.). Lo único que no cerró en medio del fuego cruzado fue una planta que Intel tenía en esa época. Si bien les dijeron a los empleados que tenían derecho de no ir a trabajar, el 75% de la planta fue a trabajar porque quería. La producción de chips nunca se detuvo. Quienes trabajaban en la planta tenían claro todo lo que perdía Intel si paraban la producción por un solo día. Era la fábrica más importante con la que contaba Intel en la época.
¿Ayuda esto a entender por qué Israel es un milagro económico? Israel, el país que más invierte en investigación y desarrollo respecto al producto interno bruto.
Imagen: Isriya Paireepairit