Era el año de 1999 y todavía era común escuchar música desde un disco compacto o desde un Walkman. Los formatos de ese entonces, el CD y el casete, no contenían más de 20 canciones cada uno, y tenían precios altos si los queríamos tener originales. 
La solución, en ese entonces, pasaba por grabar canciones de la radio, que por lo general quedaban cortadas, pues cuando nos dábamos cuenta de que estaba sonando esa canción que tanto queríamos, ya habían pasado por lo menos 6 segundos. A veces iban acompañadas de las cortinillas de las emisoras donde había sido grabadas.

La otra era hacer una copia de alguien que tuviera el disco original. Del CD grabábamos en casete, y podíamos tener grandes colecciones con cajones llenos de música. En esa época tener música original era todo un lujo. Hoy no lo es tanto gracias a la existencia de los formatos digitales, y de tiendas como iTunes o Amazon, donde podemos comprar canciones individuales por menos de $1 dólar.

Recuerdo ese 1999. Napster era ese software desde el que podíamos descargar prácticamente cualquier canción. La cosa era que no éramos pocos los que aún así teniendo la plata para comprar música original, no lo íbamos a poder hacer simplemente porque en muchos casos se trataba de material que sólo se conseguía en las tiendas de música de Estados Unidos o de Europa.

Por eso encontrar las primeras canciones de cualquier banda era algo prácticamente imposible. En mi caso, estaba empezando a escuchar Blink 182, que para esa época ya había lanzado su cuarto álbum en el año 2000. El solo hecho de encontrar en Internet información sobre el Cheshire Cat, el Buddha o el Flyswatter, las primeras producciones de la banda, era un acto de anecdótico. En esa época no teníamos los buscadores que teníamos hoy ni la Wikipedia. Prácticamente toda la información que había disponible era de fans queriéndola compartir.

Ahora bien, si conseguir información, las portadas o el nombre de las canciones era difícil; imagínense la titánica tarea de conseguir un disco completo grabado a finales de los 80 o comienzos de los 90. Cuando uno se venía a enterar que Green Day había grabado varios discos antes de Dookie, el álbum con el que se hicieron famosos; o de que los Red Hot Chili Peppers venían haciendo música desde los 80; uno decía: quiero tener todo eso, pero no lo puedo conseguir.

Y yendo más allá, comenzamos a tener la posibilidad de escuchar a aquellas bandas no tan comerciales que habían influido en las que más nos gustaban: Bad Religion, NoFX o Jimmy Eat World, recuerdo. Era música que al ni siquiera tener cabida en las emisoras de radio o grandes cadenas de televisión en esta parte del planeta, tenían un nicho muy reducido de personas que las conocían. Napster abrió las puertas para que todos pudiéramos escuchar cualquier banda del planeta.

En esa época había una banda que aún estando en mi misma ciudad era difícil conseguir su música: Independiente 81. La conocía de un amigo de la casa que iba a bajar música (nos dábamos el lujo de que la gente del barrio fuera a descargar música a nuestra casa). Solo bajó una canción, pero me gustó. Así que cuando me puse en la tarea de buscar más canciones de ellos, no encontré nada durante varios años. En la misma página web de ellos había un enlace hacia MP3.com, donde supuestamente estaban disponibles las canciones, pero nunca pude bajar los otros temas.

Solo hasta varios años después, todavía con esa canción en algún lugar de mi computador, repetí esa búsqueda, y me di cuenta de que habían grabado material nuevo, que una vez más, pude descargar a mi computador.

El fin de una era


Luego llegó Lars Ulrich de Metallica, acompañado de la industria de la música. Lograron su cometido de cerrar Napster, pues según ellos les hacía perder miles de millones de dólares en piratería, una teoría que ha sido desmontada más de una vez. Con ello, miles de bandas independientes que solo se querían dar a conocer y que eran rechazadas de cuanto sello discográfico visitaban, perdieron el canal de distribución más grande que existía.

Después de ese 1999 y del cierre de Napster en 2001, las cosas no volvieron a ser las mismas. Vinieron Kazaa, Ares, Emule, Taringa, Cuevana y The Pirate Bay. Al mismo tiempo llegaron la fibra óptica, la banda ancha y la facilidad de quemar cualquier CD desde el computador. Con ello, en ese cambio de siglo se perdió la mística de encontrar material extraño en Internet, guardarlo en una carpeta y decir inflando el pecho que teníamos 1 Gb de música. A muchos les parecía una exageración y que estábamos hablando basura, otros creían que nadie podía escuchar tantas canciones. Los que colocábamos una lista de reproducción infinita en el Winamp sabíamos que sí.
14 Años después puedo decir que nada me ha asombrado tanto desde entonces como el hecho de encontrar y bajar canciones raras o inéditas de mi banda favorita y darme cuenta de que eran un archivo falso con otro nombre. Cuando finalmente encontrábamos la real, tras haberla bajado a 3 Kb por segundo durante semana y media, siempre con el cuidado de que nadie levantara el teléfono, podíamos decir que teníamos un tesoro.
Hoy escuchar música no es tan especial como en esa época. Con Pandora, Spotify o YouTube a un click de distancia, cualquiera lo puede hacer en cualquier momento. En 1999 no sabíamos que ese día llegaría.

Al igual que la semana pasada, los invito a que lean el post que escribí esta semana en clickDerecho.com.co sobre 10 razones por las que Bing aún no logra despegar.

Daniel Afanador
Twitter: @daniel_afanador

 Imagen propiedad de Stéphane Grueso