Productos empacados en cajas en un supermercado

Discutir sobre política en estos días no tiene ningún sentido. Nadie tiene la menor idea sobre ciencias políticas, historia o economía. Eventualmente acabaremos cayendo en una discusión que acabe llevando a algún extremo. Todo argumento pierde cualquier valor, y lo realmente importante acaba siendo tomar posiciones extremas. ¿Saben cómo llegó Donald Trump llegó a la presidencia de los Estados Unidos? Pueden leer cómo pasó en este post.


Leí hace poco un libro llamado Libre para Elegir, escrito por Milton Friedman, uno de los economistas más importantes del siglo XX, y uno de los mayores defensores del capitalismo y el libre mercado. En épocas en las que los memes y las noticias falsas son el pan de cada día cuando hablamos de política, encontrar mentes pensantes que no lo vean todo blanco o negro, con que podamos entender el mundo de una forma racional es lo que más le hace falta a un mundo en el que cada vez hay más información basura circulando por ahí.

Sobre lo planteado por Friedman, siempre he sido escéptico del libre mercado. Quienes hayan leído este blog desde sus inicios hace 10 años lo podrán confirmar. No por esto soy de izquierda, ni de centro ni de derecha. Es mucho más complejo que eso. Ya lo decía Freddy de Platzi (vídeo abajo) al querer desmitificar la izquierda y la derecha: es normal asumir posiciones liberales en algunos temas y conservadoras en otras. Se trata más bien de un espectro en el que uno es libre de pensar de cualquier forma alrededor de ciertos temas. El mundo no es blanco o negro. No está mal defender la educación pública y al mismo tiempo estar a favor con un tratado de libre comercio.



Cuando hablamos de libre mercado, se trata de una idea tan difícil de alcanzar como lo sería llegar a una sociedad anarquista. Es muy diferente lo que afirma la teoría cuando lo llevamos a un plano real en el que intervienen fuerzas políticas, sociales, económicas y globales, que pueden hacer más fácil (o más difícil) llevar a cabo un proyecto que reemplace todo el modelo económico de toda una sociedad.

Si bien Friedman hace referencia a la sociedad norteamericana del siglo XX, sus planteamientos fácilmente se pueden llevar al plano de cualquier otra sociedad contemporánea, ya que lo que se defienden son planteamientos según los cuales la libertad económica en una sociedad debería llevar a más libertad del individuo y que al mismo tiempo el estado intervenga lo mínimo posible en todos los asuntos de la sociedad y del desarrollo individual de las personas.

Para entender el libre mercado tal como lo propone Friedman, debemos entender el momento histórico en que aparece su obra. Después de la segunda guerra mundial el mundo quedó dividido en dos: un bloque comunista y un bloque capitalista. No había forma de ser gris en un mundo en el que todo era blanco o negro. Así, Friedman aparece como uno de los mayores defensores del modelo económico que Estados Unidos quería llevar a todo el mundo. Incluso Friedman llegó a ser criticado porque su teoría fue impuesta a la fuerza con golpes de estado en latinoamérica en los años 70, como lo expone Naomi Klein en la Doctrina del Shock.

Yendo hacia el campo teórico de lo que propone Friedman, realmente es muy fácil de entender: debería existir una libre competencia para que el ciudadano escoja los bienes, productos y servicios que mejor le parezcan, sin que el Estado intervenga en ningún momento. Esto quiere decir que el Estado no tiene por qué intervenir en el tipo de salud pública que una persona va a recibir, ni en el tipo de comida que escoge para alimentarse ni en el tipo de ropa que viste. Esto no pasa hoy porque el Gobierno interviene con impuestos, regulaciones y leyes que dificultan que un producto llegue al público.

Y aquí es donde la propuesta de Friedman es tan difícil de llevar a cabo: sería prácticamente imposible eliminar de la faz de la tierra todos los impuestos y regulaciones que hacen funcionar a un país. No obstante, con lo que nos podemos quedar es con la idea de que haya la menor cantidad de impuestos posibles, menor intervención, para que los productos lleguen a un menor costo al público y que se pueda adquirir más productos, ya que todo lo que hoy gastamos en impuestos podría usarse para comprar otras cosas.

Pongamos un ejemplo. Si queremos ver películas por Internet, tenemos la posibilidad de pagar Netflix, Amazon o HBO GO. Para cualquiera que escojamos, tendremos que pagar una mensualidad en que un porcentaje mínimo está destinado a pagar impuestos, que en la mayoría de los casos no sabemos a qué estarán destinados. Esa pequeña porción de nuestra mensualidad puede ser tanto para pagar el salario de un funcionario público, como para apoyar un fondo de apoyo al cine. Sea como sea, de cada 10 pesos, X son para pagar impuestos.

Esta idea era muy clara en la época en que en Colombia se discutía el bajar los precios de la gasolina. Quienes estaban en contra decían que para bajar el precio de la gasolina habría que quitar impuestos con los que el Estado contaba para seguir funcionando. Quienes estaban a favor afirmaban que el tener una gasolina de menor costo haría con que las personas tuvieran más dinero para gastar en otras cosas, lo cual promueve el consumo y en consecuencia el crecimiento de la economía.

Y este punto es al que Friedman le apunta. Si los productos fueran más baratos porque no hay impuestos que los hagan más caros, tendríamos la posibilidad de adquirir más bienes, productos o servicios. Al mismo tiempo, habría más bienes, productos y servicios a nuestra disposición, ya que los empresarios no tendrían mucho que perder al momento de lanzar un nuevo producto al público. Solo tendrían que preocuparse por ofrecer algo mejor que la competencia y por nada más.

Esta idea propuesta por Friedman aplicaría para todo: desde los productos que adquirimos en el supermercado, ropa, comida hasta lo relacionado con salud y educación. Según Friedman, cuantas más empresas haya ofreciendo un mismo producto, habrá más opciones para escoger, ya sea por calidad o precio. Esto aplicaría para la educación también, ya que cualquiera podría abrir un colegio y ofrecer educación. Con más opciones, los precios tendrían una tendencia a la baja. Y, aparentemente, lo mismo aplicaría para los servicios de salud.

En el vídeo de abajo pueden entender la forma de pensar de Friedman a partir de un ejemplo de Ford, que dejando de ponerle una pieza de $ 13 dólares a un carro, está aumentando el riesgo de muertes de accidentes.


Trabajo y salario mínimo


De acuerdo con la propuesta arriba mencionada, aquí tendríamos las condiciones tanto para que haya una gran oferta de productos, como más dinero para poder adquirir todo lo que creamos que es lo mejor. Pero no nos podemos olvidar de un detalle importante y es de dónde viene el dinero que guardamos en el bolsillo. No nos olvidemos que las personas ofrecen su tiempo y fuerza de trabajo para intercambiarlo por un salario, con el cual pagamos por una vivienda, por educación, por comida, por transporte y por todo aquello que hace posible que podamos vivir en sociedad. 

En la sociedad contemporánea existe un libre mercado laboral en el que somos «libres» de ofrecer nuestra mano de obra a quien más esté dispuesto a pagar por ella. Es decir, si somos muy buenos y 5 empresas quieren contratarnos, podremos ir a trabajar con la empresa no solo que ofrezca mejor salario, sino quizás mejores beneficios. 

No obstante, hay un pero y es que muchas veces solo es posible trabajar teniendo un título profesional (médicos o abogados), un permiso de trabajo en algunos países (países con normas muy estrictas de inmigración como Estados Unidos o Brasil) y no se puede trabajar por debajo de un salario mínimo, ya que esto daría pie a la existencia del trabajo esclavo. Todas estas son normas que hay en la mayoría de países civilizados

Supuestamente en una sociedad de libre mercado todos competiríamos y lo que nos motivaría a escalar socialmente sería el estar siempre en busca de nuestro propio beneficio. Si estudiamos una carrera en la universidad, aprendemos un idioma y tomamos una serie de cursos técnicos, esto nos debería llevar a ser mejores profesionales, con lo cual podríamos trabajar en más lugares que alguien que nunca pudo ir a la universidad.

El problema es que no todos tienen la oportunidad de competir en igualdad de condiciones. No todos pueden tener niveles similares de estudio y no todos cuentan con excelentes condiciones de salud, como para competir por las pocas oportunidades laborales que hay allí afuera. 

A esto sumémosle el hecho de que las relaciones entre patrón y empleado son asimétricas. ¿Cómo alguien que fabrica celulares para Foxconn o camisetas para Nike en el sudeste asiático por $ 1 dólar al día le va a exigir a su empleador mejores condiciones de trabajo si son puestos fácilmente reemplazables? Claro, se puede ir si quiere, pero lo más seguro es que esto lo condene a una muerte segura. Es decir, estas personas son menos libres de lo que quisiéramos que fueran.

Creo, sin embargo, que en un mundo altamente competitivo solo podrán sobrevivir las mejores empresas con profesionales altamente cualificados, como ya pasa en Silicon Valley con todas las empresas de tecnología, donde hay una alta movilidad entre empresas, que se disputan a muerte los mejores talentos.

No nos podemos olvidar que Friedman planteó sus teorías sobre el libre mercado hace más de 30 años, cuando todavía no había discusiones sobre inteligencia artificial y automatización, con lo cual es posible hacer el mismo trabajo con menos recursos. Existía además un bloque comunista y un bloque capitalista. Hoy 30 años después, China, un país que de hecho tiene un único partido político, que es el Partido Comunista Chino, logró demostrar que era posible ser una potencia mundial yendo en contra prácticamente de todo lo que decía Friedman, aunque a nivel global siguiéndolo casi que al pie de la letra. 

Creo que con lo más valioso que nos podemos quedar de todo lo propuesto por Friedman es el hecho de que el Estado debería ser más pequeño de lo que ya es. Todo esto sería solo una consecuencia de que existieran menos impuestos sobre los productos que consumimos. Al mismo tiempo, sería posible usar mejor los pocos recursos con los que contamos, ya que al haber menos impuestos, el Estado tendría que pensar muy bien cómo se gasta cada centavo y a quién beneficia al final del día. Ya para el tema de cómo deberían ser financiadas la salud y la educación en un  escenario como este es algo que prefiero dejar para una futura discusión, ya que no son temas para discutir en un par de párrafos. 

De cualquier forma, acordémonos de todo esto propuesto por Milton Friedman e intentémoslo entender la próxima vez que hablemos de política con alguien. Será mejor exponer un argumento lógico, que salir con un meme o una noticia falsa.

Imagen: cinnamonster