La crisis económica que empezó en 2008 nunca acabó. Miles de personas perdiendo sus casas y sus trabajos no fue una escena aislada en Estados Unidos con un modesto alcance en el resto del mundo. Es algo que aun hoy, casi una década después de esa crisis haber comenzado, seguimos viviendo.

De forma superficial, digamos que la crisis empezó porque en Estados Unidos los bancos habían estado aprobando créditos hipotecarios a personas que no tenían ningún respaldo financiero:

~Yo -un banco- te voy a prestar $200.000 USD para comprar un apartamento. Sé que tienes un trabajo en el que te pagan mal, tienes además que pagar a otro banco que te prestó para la universidad, y vives ahogado en deudas por tarjetas de crédito, pero me voy a arriesgar.

~(Voz en off) De todas formas voy a revender esa deuda a otro banco. Yo recupero el dinero y el problema ya no es mío. Puedo hacer esto miles de veces sin que me pase nada porque la ley me lo permite.

Y ese fue el mensaje que dejó la crisis de ese año.

Hasta que el esquema no fue descubierto, la crisis no estalló. Hubo fraude dentro de los propios bancos para que todos estos préstamos fueran aprobados. Los bancos generaban deudas basura que no tenían ningún respaldo y por consiguiente se vendían basura entre ellos. Sería el equivalente a una sociedad consumista pero con bancos como protagonistas, comprando basura deudas en vez de bienes de consumo.

Y como todas esas deudas eran basura, nadie estaba en condiciones de pagarlas. La Gran Apuesta (vídeo de abajo) explica muy bien este episodio. Los bancos que las habían comprado se dieron cuenta de que no iban a recuperar el dinero que habían pagado, y de un momento a otro se vieron cortos de dinero en efectivo. Sin dinero en efectivo, los bancos no podrían otorgar créditos para que las personas se endeudaran compraran cosas, y al final esto hizo que la economía se desacelerara. Las personas dejarían de comprar, y las empresas que venden y producen esos bienes de consumo se quedan con menos trabajo para hacer. Hay despidos masivos, y cientos de personas dejan de recibir un salario, dejando así menos dinero circulando. Y el ciclo se repite. 

Todo esto pasó en 2008. Fue un agujero del que nunca salimos. Hubo luces al final del túnel pero no todos pudieron llegar a ellas.

Mientras tanto, desde inicios de los años 2000, la industria tecnológica se había venido recuperando de su propia burbuja. Quizás el caso más recordado sea el de Napster, una empresa de Internet que desarrolló un Software para bajar e intercambiar archivos en formato MP3. Si bien Napster creció como espuma y llamó la atención de inversionistas que no pensaron dos veces en darle su dinero al chico de 19 años que había desarrollado esa tecnología, se dieron un golpe contra el muro cuando la industria discográfica y las justicia los obligaron a parar lo que estaban haciendo, pues a final de cuentas se estaban lucrando con propiedad intelectual ajena. Solo que esto pasó con muchas más empresas que no tenían un modelo de negocio viable, hasta que estalló la burbuja del punto com. Miles de inversionistas habían metido su dinero en empresas inviables (parecido a lo que ahora mismo está pasando).

No nos recuperamos de una crisis para entrar en otra. 

Antes de las dos arriba mencionadas hubo otras crisis. Y después también. Ahí es donde nos encontramos ahora, en una crisis que empezó en 2008 y se fue aprofundando a nivel global. Los gobiernos dicen no tener dinero, y suben los impuestos a la clase media para intentar equilibrar las cuentas. Con esto, la misma clase media tiene menos dinero para gastar, porque los salarios no mejoran, y en consecuencia se sienten los mismos efectos de desaceleración que mencionábamos más arriba.

Ahora este escenario es usado por empresarios para reclamar por las condiciones del mercado. Algunos pedirán pagar menos impuestos «para generar más trabajo», y volvemos al punto de inicio: el gobierno cederá para que algunos dejen de pagar y impuestos, mientras que tendrán que subirlos una vez más a la clase media. 

El ciclo se repite con el Gobierno siempre queriendo equilibrar las cuentas. Por decisiones irresponsables del pasado, endeudaron las próximas mil generaciones con préstamos impagables. El problema es que así como el dinero de los impuestos, gran parte del dinero que un gobierno recibe en un préstamo es desviado en esquemas de corrupción. Si había $10 millones para construir un hospital (con dinero prestado), llegan 4 millones porque el resto se perdió en el camino. Pero las deudas hay que pagarlas completas, con intereses. Solo que esas deudas son a largo plazo. Desde que no haya atraso en las cuotas, todo está bien. Al final, subir los impuestos hará que el dinero nunca pare de fluir.

¿Pero qué pasa cuando deuda pública y crisis se juntan? Es cuando el Gobierno se da cuenta que ni de dinero prestado puede sobrevivir, y llegan los recortes, la austeridad.

Algo parecido acabó de pasar en Brasil. El Gobierno Temer pasó un proyecto en el Congreso que congela durante 20 años los gastos públicos, basándose en la lógica de que un Gobierno no debe gastar más de lo que tiene, lo cual tiene sentido. Sin embargo, esta lógica deja por fuera el hecho de que la salud y la educación son necesarias. Si los gastos en salud son congelados, el dinero que hay hoy será el mismo que se gaste dentro de 5, 10 o 20 años en una población que no parará de crecer ni de envejecer.

A los gobiernos también les gusta hacer reformas en los sistemas de pensiones. Nadie de nuestra generación se llegará a jubilar porque cuando lo vaya a hacer el Gobierno cambiará las reglas para que tenga que trabajar 15 años más. Y cuando de nuevo lo vaya a lograr ya estará muerto de tanto trabajar. Y eso si llega a tener trabajo, ya que con la automatización y la inteligencia artificial es de esperar que en los próximos años haya una ola de desempleo de la que pocos se van a salvar.

Así pues, veámoslo de la siguiente forma: no hay dinero porque estamos en crisis de forma permanente como desde los años 90. Para recuperarnos de la crisis, al Gobierno se le ocurre la genial idea de que paguemos más impuestos para equilibrar las cuentas, pero ellos mismos las desequilibran cuando permiten que otros con más dinero dejen de pagar impuestos. Recurren también a la genial idea de austeridad, eliminando gastos de cosas tan esenciales como la salud y la educación, condenándonos a nosotros y a las futuras generaciones al atraso y obligándonos a trabajar por un período de tiempo indefinido, pues no hay ni siquiera dinero para jubilar a los que ya tienen la edad para hacerlo. Y lo peor de todo, estamos a punto de que un robot haga nuestro trabajo sin cobrar un salario ni pedir vacaciones. ¿En qué vamos a trabajar?, ¿qué vamos a comer? Pagar impuestos será lo de menos y aun así el Gobierno los volverá a subir para tapar el sol con un dedo.

 

Imagen: Nicholas Brandsberg en Flickr