Tarjeta de crédito funcionando por aproximación NFC

Hace poco leí que en Suecia está prácticamente desterrado el dinero en efectivo, que todo se paga con tarjeta crédito o débito. Para mí, que soy de Colombia, se me hace un poco extraño. Uno está acostumbrado a andar con billetes, monedas e a ir al cajero cada vez que se acabe el dinero. Claro que hay tarjetas, pero no todo el mundo tiene una o así tuvieran muchos prefieren seguir pagando en dinero impreso. Es fácil, por un lado, porque los precios son cerrados en cuanto a que los precios por lo general están ajustados a los valores de los billetes y las monedas que existen. Es decir, que una compra en el supermercado que cueste $10.750 pesos colombianos, uno paga con un billete de $10.000 y un par de monedas que van a sumar $750 pesos. Nunca muy rara vez el total va a dar $10.746 pesos o algo así.

Pero además de fácil, muchas veces es necesario, pues ni siquiera en Bogotá que es capital es que haya datáfonos en todos lados. Por lo general esto es un servicio que solo ofrecen los grandes almacenes, cadenas de restaurantes o tiendas de marca, donde es más común pagar con tarjeta, más que todo porque es práctico y seguro. Si, por ejemplo, voy a hacer una compra grande, vamos a decir, un televisor que cuesta $4.000.000 de pesos (como $2.000 dólares), y tengo el dinero, lo más seguro es que esté guardado en el banco. O si no lo tengo, también puedo hacer la compra y pagar a cuotas. Con tarjeta en ambos casos.

Pero el tema es diferente en tiendas de barrio o ventas en la calle, ya que no hay datáfonos, y así hubiera, no sería práctico porque el vendedor debe pagar una comisión por el uso del aparato. Además, en Colombia todo el mundo carga dinero en el bolsillo, y a nadie se le pasa por la cabeza pagar de una manera diferente en estas situaciones. Lo más parecido que llegué a ver fue a un amigo mío que pagaba una cajita feliz de McDonalds con tarjeta a 36 meses, y haciendo cuentas terminaba pagando como 3 veces esa compra.

Pero no hay que ir muy lejos para ver que no en todo el mundo es así. Solo es entrar a cualquier sitio de comercio electrónico en Internet, y lo más seguro es que toque usar tarjeta. Aunque vale la pena mencionar que muchas de las plataformas de pago soportadas por estos sitios también dan la opción de imprimir un boleto e ir a consignar a un banco o hacer un giro, el punto es que hoy en el mundo es cada vez más común pagar con tarjeta en vez de dinero en efectivo.

Cuando viví en Estados Unidos no lo entendía muy bien. Todos usaban tarjeta, pero me daba la impresión (y yo estaba convencido) de que todas eran de crédito. Entonces me parecía inviable pensar que la gente pidiera dinero prestado al banco hasta para pagar un café. Luego alguien me explicó que había 2 tipos de tarjeta (por supuesto, yo no tenía que saberlo todo), pero aun así seguía sin verle lógica a hacer pequeños pagos en plástico y no en dinero.

Todo lo empecé a entender un poco mejor en Brasil, pues es un país muy parecido a Colombia en cuanto a su realidad y problemas sociales. Para que sea fácil de entender, no hay mucha diferencia entre Bogotá y Sao Paulo o Medellín y Belo Horizonte, más allá del idioma. En las 2 primeras todo el mundo anda ocupado y sin tiempo, mientras que en las 2 últimas todo el mundo es muy amable. Además de eso, es normal que en cualquier ciudad de ambos países haya problemas de seguridad o de corrupción en todos los niveles del Gobierno. Sin embargo, una gran diferencia es la bancarización, pues al igual que Suecia, el país con el que comencé este artículo, es poco común pagar en dinero y preferir hacerlo en tarjeta.

Una de las razones, entre muchas que seguramente no podré abordar en este artículo, es que es común que los empleados en muchas empresas reciban, además de su salario, un bono de alimentación. En Colombia, algunas compañías utilizan los bonos Sodexo, que son aceptados en bares, restaurantes y supermercados. En Brasil, en vez de bonos, prefieren entregar parte del sueldo en una tarjeta que se puede usar en la función de crédito y en donde viene cargado el equivalente a almuerzo y transporte de todo 1 mes.

¿Por qué hacen esto? Simplemente para pagar menos impuestos por cada empleado, que en Brasil y en Colombia son muy altos, y esta es una forma de que duela menos. No voy a opinar al respecto, pero puedo afirmar que si yo recibiera parte de mi salario de esta manera, y fuera a comer a algún lugar, pero no puedo usar tarjeta, lo más seguro es que no regrese la próxima vez y ellos hayan perdido un cliente.

En Brasil lo entendieron así hace años, y es común ir a una panadería, a una papelería o simplemente ver un vendedor de artesanías en la calle con datáfono. Ellos tienen claro que no ofrecer alternativas de pago es perder un cliente, y esto es mucho más que la comisión mensual o porcentual que le tienen que pagar a la compañía que alquila los datáfonos.

Entre otras cosas, todo esto hace parte de una política que viene desde el Banco Central para disminuir la circulación del papel moneda y al mismo tiempo reducir la inseguridad y los costos del sector financiero, lo que no obstante puede ser un problema en cuanto a que puede subir la inflación. El hecho de que todo el mundo ande con una tarjeta de crédito (no solo con las tarjetas de comer y transporte que mencioné más arriba) hace que haya más dinero circulando y esto en efecto genera inflación. Por eso es que mientras en Colombia los intereses por tarjeta de crédito no pasan del 30% anual, en Brasil son de más del 250%.

Un efecto que todo lo anterior causa es que si en el día a día se usa tarjeta en vez de dinero, comienza a haber escasez de monedas. He llegado incluso a ver supermercados en los que les piden a los clientes que, si van a pagar con dinero en efectivo, lo hagan con la cantidad exacta, porque no hay cambio, y lo que acaba por suceder es que uno termina perdiendo a cuentagotas un par de reales al año, porque si algo cuesta R$2.90, pero no tienen cambio de 10 centavos, uno los cede, al tiempo que las pocas monedas que uno consigue van para la alcancía, y puede pasar como en Bogotá, donde ya empezó a haber escasez de monedas.

Lo bueno de lo anterior es que, si algo cuesta X,99 centavos, ya sabemos que ese centavo restante está en nuestra cuenta y no se desapareció (ni se lo dimos a una fundación para ayudar a los niños pobres a alguien a evadir impuestos). En últimas, todo esto hace más prácticas las transacciones que hacemos todos los días, y nos ayuda a llevar un control del gasto, pues va a haber un estracto en el que quedan registrados todos nuestros movimientos (hasta un jugo en la playa).

Todo este escenario lo han venido aprovechando empresas que quieren quedarse con una minúscula porción de la torta. La cuestión es que si se generan millones de transacciones al día, y la gente dejase cada vez más de usar el dinero, esa porción pasa a representar una parte significativa de ganancias para cualquier compañía. Quizás los ejemplos que más hemos escuchado hablar en los últimos días sean Apple Pay y Google Wallet, que cobran una comisión por dejar hacer pagos pasando el celular por una terminal NFC, lo cual ha permitido que ambas plataformas vieran un incremento en su uso.

Eso no les gustó a varias cadenas de almacenes como CVS y Rite Aid en Estados Unidos, que pretendían sacar su propio sistema de pagos y retiraron todos los lectores NFC para darle prioridad a su propia plataforma llamada Current C. La idea de ellos era quedarse con la comisión que normalmente va para los fabricantes de las tarjetas como VISA, MasterCard o AMEX. Por supuesto, además de incomodar a sus propios clientes, lo que consiguieron fue que les boicotearan el servicio cuando hasta ahora estaba en pruebas.

Pero la otra parte de la historia está también en plataformas como Square, PayU o PagSeguro de UOL, sistemas de pago que en realidad por lo que cobran es por que las transacciones se lleven a cabo de manera segura para las partes involucradas, mientras que otras empresas como Payoneer, PayPal o Acesso lo que buscan es que sea posible hacer y recibir pagos sin ni siquiera tener una cuenta en el banco.

Lo que todos estos cambios están generando no es solo que el dinero físico como lo conocíamos vaya desapareciendo (por ahora solo en algunos países), sino que el significado de lo que hasta hace poco entendíamos por dinero cambie sin que nos demos cuenta. Aunque el dinero siga siendo el resultado de tiempo invertido en trabajo, para muchos consumidores ya no se trata de dinero en papel que hay que guardar debajo del colchón, sino de ahorro o crédito que es más fácil y seguro si el banco se encarga de guardarlo y facilitárnoslo. Poco a poco el mercado lo empieza a entender así y se tiene que ajustar como ya sucedió en Estados Unidos, Suecia y Brasil, lo que al final abre un espacio de oportunidades inmenso para que no sean solo bancos y fabricantes de tarjetas los que se quieran involucrar, sino empresas de otras industrias como Apple (Hardware y Software), Google (Servicios) o CVS (Farmacia), u otras metidas de lleno en el tema que lo que buscan es hacer más fácil el trabajo tanto para compradores, como para vendedores, en cuanto al uso de sistemas de pago y tarjetas, mientras el dinero en efectivo se va quedando por fuera de la ecuación.

Imagen propiedad de Karlis Dambrans