Siempre detrás de todo intento por desprestigiar a quienes hacemos descargas por Internet, a quienes usamos Napster, The Pirate Bay o vimos alguna vez una serie o una película desde Cuevana, siempre han estado organizaciones que si fuera por ellas desconectarían de Internet a toda la población mundial solo con el fin de que volvamos a las tiendas a comprar discos de vinilo y casettes. Así pasó a comienzos de 2012 con SOPA: estos dinosaurios de los derechos de autor aseguraban que perdían miles de millones de dólares cada año porque la gente hacía descargas ilegales por Internet.

Según ellos, la culpa siempre ha sido de nosotros cuando preferimos tener una sola canción en el computador en vez del CD completo; de que prefiramos conectarnos a Internet para ver una serie en vez de comprar las 9 temporadas en Blu-Ray. Hasta decían lo mismo cuando la gente empezó a grabar en casettes canciones de la radio.

No, la culpa es de ellos de que siguen amarrados a un modelo de hace 50 años y de que no se han podido adaptar a los tiempos de hoy. A regañadientes hoy funciona Netflix, cuyas ganancias son una miseria ($30 millones) al lado de lo que tienen que pagar por uso de los derechos (les quedan $30 millones cuando los ingresos totales son de más de 1.000 millones). Pero ¿a quień nos referimos cuando hablamos de «ellos»?

Aunque me refiero a todas las organizaciones donde están aglomerados los estudios cinematográficos más importantes de Hollywood y los sellos discográficos que reúnen a los artistas más importantes del momento, queda más claro si digo con nombre propio que estamos hablando de la MPAA y la RIAA, dos organizaciones pro derecho de autor y anti piratería con sede en Washington, DC, y cuya una de sus funciones es hacer lobby para que el Legislativo de Estados Unidos apruebe leyes que les puedan llegar a beneficiar. Y esto es debido a que también deben velar por los derechos de los artistas.


Está bien defender los derechos de autor. Yo no estoy en contra de eso. De hecho si alguien copia y pega un artículo mío en otro sitio y no dice que yo lo escribí, ojalá su sitio se caiga, lo tumben o sea penalizado. Pero si en cambio al menos se toma la molestia de mencionarme como autor de la obra, yo no tengo ningún problema. Esa es, en resumen, mi posición. Hacia el final podrán encontrar un vídeo que la amplía un poco más.
Sin embargo, el lío viene cuando organizaciones con mucho dinero tienen el poder de hacer pasar una ley con el único fin de joder a quienes nunca hemos tenido una mala intención. Lo peor es que normalmente lo consiguen solo sentándose a negociar con unos senadores y recordándoles quién financió sus campañas. Ya quisiera uno hablar con cualquier político así de fácil.

Y bien, ¿quiénes hacen parte de estas organizaciones? Los mayores sellos discográficos y estudios de cine de Estados Unidos, Sony Music y Sony Pictures, entre otros.

¿Y esto qué?, ¿no puede Sony defender a sus músicos, actores, guionistas, ingenieros y demás involucrados en la producción de música y películas? Sí pueden, eso no es malo. Lo malo es cuando por un lado hay un discurso radical anti piratería y pro derechos de autor, mientras por otro lado se pudieron haber beneficiado de esto mismo de lo que dicen estar en contra.


Sony, PlayStation y piratería

Cambiando un poco de tema, las 3 primeras generaciones de la PlayStation vendieron en total más de 300 millones de unidades y cerca de 3 billones de copias en juegos. Su competencia, Nintendo, por ejemplo, vendió entre Nintendo 64, Nintendo GameCube, Wii y Wii U la suma de 156 millones de consolas. Es decir, la mitad. Y por otra parte, entre X-Box y X-Box 360 se vendieron 104 millones.

¿Y esto qué quiere decir? Desde mediados de los 90 Sony empezó a competir con Nintendo en la industria de los videojuegos. En esa época uno con un quemador en el computador podía copiar en CD cualquier juego de PlayStation y listo. Podíamos tener de 100 a 200 juegos que comprándolos originales nos hubieran costado un riñón, al menos en Latinoamérica y otros mercados emergentes, donde el poder adquisitivo de una persona normal no daba para este tipo de lujos. La otra era comprarlos piratas, que era igual de fácil.

Y aunque se ha sabido de juegos piratas de Nintendo, lo cierto es que una persona normal no tenía una copiadora de cartuchos de ningún producto de Nintendo en casa. Eran más productos del mercado negro y un poco más complicados de conseguir.

Lo que esto quiere decir, según lo que dije al comienzo de Sony Music y Sony Pictures, es que de alguna manera Sony se benefició de la piratería, aún cuando por otro lado siempre ha hecho parte de ese discurso de que bajar música hace perder miles de empleos en todo el mundo. No obstante, la facilidad que había incluso desde hace 15 años para copiar juegos hizo que cualquier persona prefiriera comprar una PlayStation en vez de una consola de Nintendo simplemente porque había más juegos disponibles. Es similar a cuando a uno le dan a escoger entre un iPhone o un Nokia Lumia: ¿cuál tiene más aplicaciones?, ¿por qué el primero tiene más usuarios que el segundo? Hay varias razones, entre ellas que con el iPhone se pueden hacer más cosas que con el Nokia.

Así pues, esa lógica también aplica para las consolas. Si Sony se benefició en ventas gracias a la piratería, ¿por qué por otra parte el discurso obsoleto de la MPAA y la RIAA?

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Daniel Afanador
Imagen propiedad de Gary Denham