Gente que degrada el oficio. Pasa en todas las profesiones: el periodista mal hablado, el abogado corrupto, el diseñador con mal gusto…La lista es larga y ahí vamos. Hace poco también entró a hacer parte un tipo de comunicador, los tan populares Community Managers (CM). Unos meses atrás me pregunté si valía la pena ser un «experto» entre ellos. Llegué a la conclusión de que no. Hacerlo sería seguirle la corriente a tanto baboso que dice serlo. Y es que con tanta demanda, tantas empresas queriendo tener presencia en la web, hay mucho colado que, como ya lo había dicho, por el simple hecho de tener muchos seguidores en Twitter cree tener la capacidad de gestionar la imagen de una marca en Internet. ¿Qué tiene que ver un video de una banda de rock con una popular marca norteamericana de comidas rápidas? Mucho CM hablando por hablar, desesperados por que les den «Me gusta» a sus estados o que comenten en sus publicaciones. Lo grave es que lo hagan desde la cuenta de la empresa para la que trabajan, con contenidos irrelevantes y cero estrategia. Ellos mismos se delatan mendigando likes y limosneando comments.

El problema es en parte de quienes solicitan los servicios de estos nuevos profesionales de la comunicación: empresas, entidades y personajes públicos que tienen un afán en querer estar ahí pero que previamente no se han preguntado para qué lo quieren. Hay quienes creen que el anillo de las redes sociales le cae bien a todas las empresas. Solo por dar dos ejemplos: ¿qué hay de la única zapatería tradicional de un pequeño pueblo que ha conseguido todos sus clientes de las misma forma durante los últimos 30 años? ¿Qué pasa con un académico que siempre ha escrito libros y ensayos?, ¿Necesita de los nuevos medios para dar a conocer sus ideas? La respuesta no es clara, habrá que, seguramente, hacer un análisis más profundo antes de tomar una decisión.

El problema es cuando nos saltamos este primer paso. Aparecen aquí los estafadores genios de las redes sociales a los que se les ocurre vender fans en Facebook, seguidores en Twitter o suscriptores en YouTube, porque, aseguran, la primera impresión de un nuevo cliente es ver el número de personas siguiendo a la marca en Internet. Que alguien le pregunte por favor al ex candidato a la alcaldía de Medellín Luis Pérez si esta estrategia le sirvió de algo. Por el contrario, este hecho se sumó a la lista de cuestionamientos de legitimidad por los que pasaba su campaña en ese momento. ¿O qué tal los usuarios fantasma de la campaña de Juan Manuel SantosEn Internet se pueden hacer muchas cosas para una campaña política, pero ¿comprar seguidores?

Y cuando todo empieza mal no puede seguir por otro camino. Es ahí cuando el CM comienza a creer que si a la gente le gusta un meme que se robó de 4chan o 9GAG, o porque posteó un video de música que nada tiene que ver con la marca es porque está haciendo las cosas bien y que su marca o sus productos son muy populares. Realmente no hay nada de novedoso en eso. Más bien es más de lo mismo. 

Por otro lado, creo que a menos que estén dando un premio muy bueno al post con más likes y uno sea una persona común y corriente, no vale la pena mendigar uno, mucho menos de una manera tan disimulada y con la etiqueta de una marca en la frente. Salvo también la excepción de cuando la marca es totalmente nueva y por lo menos se la queremos dar a conocer a nuestros amigos y familiares. ¿Y ustedes han mendigado likes o limosneado comments?

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