Que hoy TikTok, con 800 millones de usuarios en todo el mundo, esté a punto de ser prohibida en Estados Unidos es un hecho sin precedentes en la historia de la computación móvil. Nunca antes en el mundo occidental una aplicación con una base de usuarios tan grande fue sacada del aire por orden de un Presidente, como pretende Donald Trump al momento de escribir este post.

Tenemos el antecedente en 2016 de WhatsApp salir del aire en Brasil por orden de un juez, pero siempre fueron medidas de no más de 1 día. En su momento un vicepresidente de Facebook para Latinoamérica fue preso porque la compañía se negaba a entregar datos de conversaciones entre delincuencia organizada por WhatsApp, pero todo eso es lo más lejos que habíamos llegado. En su momento hablamos sobre ese tema aquí en el blog.

Esta misma semana otra aplicación era sacada del aire aunque por otros motivos y no por un Gobierno. Fortnite, un videojuego desarrollado por Epic Games, era excluido de la Appstore de Apple y de la Google Play Store por no seguir las políticas en lo que respecta a pagos dentro de la aplicación, que en el caso de Apple corresponde a un cobro del 30% sobre cada compra virtual (no aplica sobre bienes físicos). De cada dólar pago dentro del ecosistema de Apple, 30 centavos no van para el desarrollador y deben usar el sistema de pagos de Apple, similar a un impuesto. Adicionalmente, el desarrollador de la aplicación no le puede avisar al usuario que pagando desde otras plataformas podría dejar de pagar ese valor.

Varias compañías se han manifestado contra este cobro. En la última semana fue el lanzamiento de un programa de Facebook para ayudar a pequeñas y medianas empresas que quieran ofrecer eventos de pago. Mientras en Android o en desktop el organizador del evento se queda con el 100% de cada venta, en el caso de pagos hechos vía iOS, Apple cobra el 30% por más que se trate de una buena causa en medio de una pandemia. A Facebook no le dejaron usar Facebook Pay, su propia plataforma de pagos ya disponible en algunos países, con la cual se habría evitado este cobro o Facebook lo habría absorvido.

Jason Fried, el CEO de Basecamp, empresa desarrolladora de Hey, un nuevo servicio de email que cuesta $99 dólares al año, afirma que el tema no es ni siquiera cuestión de costos. Ellos podrían simplemente subir el precio un 30% para usuarios de Apple, pero el tema es más complejo.

Fried lo resume de la siguiente manera:

Seguir las reglas de Apple implica que el pago deba ser procesado por Apple, no por el desarrollador. De esta forma, tan pronto el pago es confirmado, el cliente no es más del desarrollador de la aplicación, sino de Apple. Cualquier problema relacionado con pagos ya no es resuleto por el desarrollador de la aplicación, sino por Apple. Así, cuando un cliente tiene un problema y los busque, ellos le tienen que decir: «habla con Apple», lo que no es bueno para la experiencia del usuario, pues deteriora la confianza entre las dos partes.

Esto ya había sido advertido por Spotify hace años, pues pagar este fee los pone en desigualdad de condiciones frente a Apple Music. Podríamos decir que ambos productos son iguales pero tras cada compra en Spotify el desarrollador recibe el 70% y en Apple Music recibe el 100% de la compra. Esto genera varios problemas que impiden la libre competencia para otros servicios de streaming, violan el principio de neutralidad en la red y dejan a Apple en posición de monopolio, lo cual ya está siendo investigado por la Unión Europea.

En un post del año 2018 titulado Instagram: vida, crecimiento y ¿decadencia? me referí a lo frágil que era el ecosistema digital, en el que Google y Apple tienen el control sobre miles de empresas que ofrecen su produto en sus tiendas de aplicaciones:
Los sistemas operativos móviles de Google y Apple controlan el 99% del mercado (…). Con este nivel de penetración, empresas como Facebook, Uber y Spotify dependen absolutamente de que estos sistemas continúen expandiéndose, pues esto les garantizará un mayor número de usuarios y dominio del mercado. Al final, todos estos servicios y aplicaciones se descargan desde la Google Play Store o desde la AppStore. Si la aplicación de Facebook se diera de baja de una tienda de aplicaciones, el número de descargas se desplomaria (…). Todo el ecosistema está conectado entre sí. Básicamente Google y Apple juntos podrían acabar con Facebook el día en que lo eliminen de su tienda de aplicaciones.
Como si no fuera suficiente, no son solo los dueños de las tiendas de aplicaciones los que tienen la última palabra. Como mencionábamos al inicio de este post, un Gobierno puede acabar de la noche a la mañana con una aplicación. Llevamos años viendo cómo China lo hace. En China es normal que aplicaciones sean prohibidas, sitios web sean censurados o que el contenido sea monitoreado por el propio Estado, que es dominado desde hace más de medio siglo por un Partido Comunista.

China es todo lo opuesto al tipo de democracia a la que estamos acostumbrados en el mundo occidental, en que el Estado poco o nada interviene en el contenido compartido por los usuarios en redes sociales. Pero si en un Estado Comunista es el Estado el que decide el tipo de contenido al que los usuarios pueden acceder, en el mundo occidental el malvado no es el Gobierno, sino las empresas de tecnología que desarrollan las plataformas usadas por los usuarios. No me atrevería a decir que Apple o Google sean tan malos como el Partido Comunista Chino, pero de lo que sí podemos estar seguros es de que todos tienen acceso a herramientas similares, que eventualmente podrían ser usadas injusta o accidentalmente en contra de alguien.

Del lado de los usuarios, que estamos en el medio de la discusión, nuestro papel debería ser el de reconocer nuestros límites, derechos y deberes dentro de estas plataformas. Así pues, los límites están cuando entramos a herir la honra o reputación de una persona, usar contenido protegido por derechos de autor o situaciones en que los derechos de los niños podrían ser vulnerados. Prácticamente cualquier plataforma digital tiene unas normas comunitarias que son muy explícitas en lo que se puede o no hacer.

En la última semana, figuras cercanas al presidente Jair Bolsonaro en Brasil fueron penalizadas por PayPal y Google, impidiéndoles monetizar su contenido. Se trata de los casos de Olavo de Carvalho, un pseudo-intelectual bolsonarista que divulga teorías de la conspiración. Olavo vende cursos y uno de los métodos de pago utilizados, PayPal, lo expulsó de la plataforma por infringir sus políticas, más exactamente por diseminar FakeNews y discursos de odio. Algo similar pasó con el canal de YouTube de Bernardo Kuster, influenciador bolsonarista al que YouTube le quitó la monetización. Además de divulgar FakeNews, Kuster defendía en sus vídeos un golpe de Estado y el cierre de la Corte Suprema.

En estos dos casos debemos tener muy claro que PayPal y Google no les están impidiendo ejercer su derecho a la libertad de expresión a Olavo y a Kluster. Ellos pueden seguir diciendo lo que quieran, así se trate de noticias falsas o dicurso de odio. Lo que no pueden hacer a partir de ahora es usar los servicios que sirven para recibir dinero vía PayPal o de monetización en el caso de YouTube por haber apelado a estos dicursos. Es decir, no pueden violar los términos y condiciones que aceptaron el día en el que abrieron sus cuentas.

Ahora que tenemos más claros los papeles que puede ejercer una empresa de tecnología, ya sea abusando de su posición dominante o haciendo respetar sus términos y condiciones, podemos ver el paralelo que hay con un Gobierno tomando medidas anti democráticas, como en el caso de Trump o del Partido Comunista Chino. En todos estos casos, no podemos dejar de notar los peligros que rondan la neutralidad en la red.

Internet creció tanto en la última década, que se le empieza a salir de control a todo el mundo: a los usuarios que no saben seguir unos términos y condiciones, a las empresas de tecnología, que cuando son muy grandes abusan de su posición dominante, y a los Gobiernos, que desaparecen todo aquello que les incomoda. Y esto lleva a todos los actores involucrados a tomar decisiones ignorando el concepto de neutralidad en la red.

En todos los ejemplos que dimos en este post no emitimos un juicio de valor sobre quién estaba en lo correcto o quién estaba equivocado. No voy a ser yo el que lo decida. Pero algo que sí puedo defender es la posición de Tim Seeney, el CEO de Epic Games, para quien el bloqueo de Fortnite debería despertar una discusión alrededor de la libertad de los usuarios para instalar las aplicaciones que quieran, de los creadores de distribuirlas como quieran y la libertad de ambos por hacer negocios directamente.

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