Hace 1 mes robaron mi celular en Santos, una ciudad en la playa que queda a 1 hora de Sao Paulo y que tiene el puerto más grande de América Latina. Si les interesa saber, estoy bien, gracias. Solo se llevaron mi teléfono, un Samsung Galaxy S2 que ya iba para 3 años de haberlo comprado y que estaba pensando en cambiar en diciembre. Este incidente me hizo cambiar un poco mi forma de pensar sobre varias cosas. Primero, si es de verdad necesario cambiar de celular cuando el que tenemos sigue sirviendo para hacer llamadas, recibir mensajes por WhatsApp y tomar buenas fotos, que son para mí las funciones más importantes cuando miro las especificaciones de un celular. Otra cosa que lleva dando vueltas en mi cabeza desde que todo eso pasó es sobre si de verdad es posible vivir sin celular. Salgan a la calle, miren a su alrededor y traten de encontrar a alguien que no tenga uno. Quizás solo lleguen a encontrar bebés o personas mayores que en realidad no necesitan uno. Por ahora yo ya me demostré a mí mismo que es posible.
Desde que compré este celular que me robaron, siempre pensé que me había vuelto dependiente, que era una extensión de mi cuerpo, pues cuando lo conseguí por allá a finales de 2011, no recuerdo un día en que haya salido de casa sin él. Quizás solo cuando salía a correr o cuando le rompí la pantalla a 15 días de haberlo comprado. Ahí estuve unos 5 días con mi celular anterior mientras lo arreglaban, y por poco me da un ataque de depresión me sentía realmente mal. Pero superado ese episodio, siempre andé en la calle con ese teléfono en el bolsillo. Cargaba hasta 2 baterías en la billetera porque sentía que no me podía quedar desconectado un solo minuto. Después leí por ahí que todo tenía que ver con la dopamina y nuestra necesidad de estar buscando placer todo el tiempo: las notificaciones de WhatsApp, Facebook y del correo son adictivas, ¿lo sabían?
Aun así, no era el tipo de persona que permanece sacando el celular cada 2 minutos para saber si algo nuevo pasó. Yo puedo decir que puedo mantener una conversación o sentarme a comer y ver el celular solo cuando todo haya acabado. Pero incluso así, me acostumbré a que así como no podía salir de casa sin billetera ni llaves de la casa, tampoco podía salir sin celular. Era hasta estúpido sentarme en el metro con ninguna aplicación abierta y empezar a ir de un lado para otro como si de la nada se fuera a abrir un juego o a ver las estadísticas de la batería (cosas que nadie hace, menos cuando finalmente hay tiempo libre). Creo que en el fondo era más una necesidad a no querer sentirme solo y tener que buscar alguna distracción.
Pero entonces perdí mi celular. ¿Y qué pasó? Nada pasó. No tuve que ir corriendo a comprar uno nuevo porque me puse a pensar que al menos durante unas semanas podría vivir sin uno. Iba solo a cargar algo menos en mis bolsillos y eso era todo. ¿Si alguien me quería hablar? Publiqué en Facebook que si alguien me necesitaba me podrían hablar por inbox o me podían enviar un correo y que WhatsApp iba a demorar un poco. Ni siquiera podía recibir llamadas, pues solo fue hasta unas semanas después que fui a reponer la SIM y fueron varios días para conseguir un teléfono (al menos ya puedo recibir mensajes de texto y me pueden llamar lol).
Entonces he estado con un teléfono marca LG lanzado hace unos 8 años que sirve simplemente para llamadas y mensajes de texto (ahh…y de alarma). Digo esto porque, si lo piensan bien, nuestra vida no depende absolutamente de ninguna aplicación o de un sistema operativo y aún así estamos tan pendiente de él como si nuestra vida dependiera de ello. Pienso que a menos que seas un alto ejecutivo o que tengas un empleo que te exija mantener contacto permanente con la civilización, también podrías sobrevivir unos días sin celular. Dime si Instagram, Foursquare, Spotify o Facebook son 100% necesarios en tu vida. ¿Qué va a cambiar si no los revisas por un tiempo? Nada. Quizás solo llegues a ver un montón de notificaciones acumuladas cuando regreses. Eso es todo.
Sin embargo, esto no quiere decir que me haya desconectado de la civilización. Solo pasé de utilizar Facebook Messenger en el celular a revisar los mensajes desde el navegador como todo el mundo hacía hace unos años. Pasé de enterarme inmediatamente de que había recibido un correo a verlo solo cuando me sentara al frente del computador o que andara con la tableta y agarrara WiFi. Disminuyó mi actividad en Twitter y en casi todas las aplicaciones. Si necesitaba ir a una dirección nueva que no conocía, debía revisar Google Maps, anotar todas las indicaciones en un papel, y cuando me iba a encontrar con alguien debía rezar para que no hubiera un cambio de planes a última hora.
Con todo esto me di cuenta de que efectivamente podía vivir sin un Smartphone. No sé por cuánto tiempo más, pero al menos lo suficiente para no haber estado al otro día endeudándome por un equipo que no iba a tener forma de pagar, entre otras cosas porque en Brasil cualquier teléfono libre cuesta el doble de lo que cuesta en Colombia o Estados Unidos. Eso me daba un poco de tiempo ya fuese para regresar a Colombia y conseguir uno allá, o a que alguien viniera y me trajera uno que no estuviera utilizando.
Sea como sea, a estas alturas así no me hubieran robado, era necesario cambiar de teléfono, pues la batería ya no daba, la cámara empezaba a fallar y con frecuencia llegaba al tope del número de aplicaciones que podía instalar (lo que llaman obsolesencia programada). Así con todo, me parece ridículo comprar un teléfono caro y recién lanzado con un procesador con la potencia que nunca voy a llegar a necesitar, velocidad que no voy a percibir, una cámara con el triple de megapixeles de los que necesito, pantalla curva, desbloqueo con huella digital u otras funciones innecesarias que para mí no hacen la diferencia.
Sé que puedo comprar algún teléfono gama alta, que tenga Android y que saque muy buenas fotos muy por debajo del precio de uno recién lanzado si lo compro usado o quizás si me fijo en modelos de hace 2 años. De cualquier forma, las posibilidades de que me asalten de nuevo son exactamente las mismas, solo que el trauma sería mayor. De todas formas le sigo echando un ojo a los Motorola o a los Nexus de Google.
Ahora recuerdo que mi amiga Diana publicó en su blog un post sobre cómo hacia ella para sobrevivir sin celular y más aún siendo ella que vive traviajando. Después de leerlo me dije: vivir sin celular, ¿es posible? Ahí fue cuando pocos días después me robaron y supe la respuesta. Ustedes qué opinan.
Daniel Afanador
Que bien que no te pasó nada en el robo a parte del susto (me imagino)! Mi celular ya está malito (Nexus 3), está sobre los 3 años y le falla una que otra cosa pero he pensado en tantas opciones que ni sé por cual me decidiré, al final siempre llego a la conclusión que esperaré hasta que de verdad saque la mano para pensar en comprar otro.
Por lo que tú dices y mi experiencia, creo que el ciclo de vida del celular son 3 años, o al menos es ahí cuando ya se le empieza a notar la antigüedad, porque de que sirve, todavía sirve.
No debería ser así… ¿es que al tiempo se van derritiendo por dentro y no nos damos cuenta? Jajaja A mi me gusta mi celular y mucho, opté por comprarle la pila (original y no me pareció costosa) a ver si vuelve a funcionar como antes, ya te contaré si volvió a ser el mismo o no 🙂