La historia de Bill Browder, un capitalista de los Estados Unidos que se fue a Europa del Este tan pronto se cayó el muró de Berlín en los 90, tiene todos los elementos para entender lo que pasó en Rusia tan pronto colapsó la Unión Soviética. Browder, hoy uno de los mayores enemigos de Vladimir Putin, fue víctima del sistema político que sobrevivió al fin de la Unión Soviética. De ese tema hablamos en detalle aquí en el blog en el post titulado De la URSS a la Rusia actual: lo que nadie nos contó, en el que podíamos ver cómo las estructuras políticas de la Unión Soviética nunca dejaron de existir. Para la muestra un botón, Boris Yeltsin, primer presidente de la Federación Rusa, y Vladimir Putin, actual presidente, eran parte del aparato comunista soviético.

La historia de Browder se puede leer en el libro ‘Alerta Roja‘, que explica cómo en Rusia los magnates rusos saquean al Estado con la complicidad de Vladimir Putin. A Browder, por ejemplo, le robaron literalmente una empresa que tenía constituida y que pagaba impuestos en Rusia. Una vez la empresa es robada, aparece a nombre de otras personas que piden una restitución de impuestos. Putin acusa a Browder de evadir impuestos por estos hechos.

Pero había otros esquemas, como vender empresas estatales a precios inventados para que quedaran a mano de otros magnates o la increíble historia de que tan pronto quebró la Unión Soviética a todos los ciudadanos del país les dieron acciones de las empresas estatales que existían. Muchos que no sabían qué hacer con esos papeles los cambiaban por una botella de vodka. Al final esas acciones quedaban en manos de los mismos magnates.

Y así fue como mucha gente se hizo rica en Rusia a comienzos de los años 90.



En el vídeo de arriba pueden saber más sobre la historia de Browder

Gobierno y élites, un acuerdo tácito

¿Por qué a Putin le conviene encubrir estos crímenes? Es simple: los magnates rusos son los únicos que tienen los recursos financieros para tumbar y poner un presidente en su lugar. De hecho, uno de ellos lo intentó: Mijaíl Jodorkovski, que en 2003 era el hombre más rico de Rusia, fue condenado por estafa y evasión de impuestos. Su pecado fue financiar partidos de oposición y manifestar abiertamente que se oponía a que los servicios de seguridad y los militares tuvieran tanto poder. Jodorkovski llegó a ser la 16° persona más rica del mundo según la revista Forbes.

Como si se tratara de una escena de El Padrino, cuenta el libro de Browder, vinieron los demás millonarios que estaban detrás de la lista a arrodillarse ante Putin y le preguntaron qué tenían que hacer para que a ellos no les pasara lo mismo. La respuesta es un acuerdo tácito en el que ellos no se meten en política y él los deja hacer negocios (saquear el Estado).

No es fácil entender cómo funciona Rusia, ni qué es lo que quieren a nivel geopolítico, pero una vez lo entendemos, nos sirve para comprender si esas mismas lógicas aplican de forma equivalente en nuestros países. Y es que una lección que podemos aprender de Rusia es sobre esa relación tácita entre Gobierno y élites, a las que en este post voy a llamar como ‘la élite del atraso’, basándome en el libro del mismo título del autor Jesse Souza.

La élite del atraso

Como élites entendamos aquí las personas más ricas (billonarias) de un país. No estamos hablando de cualquier empresario o cualquier persona adinerada de clase media-alta, sino de ese top 0,1% que controla las mayores fortunas de un país y que en la mayoría de los casos evade impuestos dentro del marco de la ley. Pocas veces los reconocemos porque no se exponen públicamente. A modo de ejemplo, veamos en el vídeo a continuación a cuánto equivale a fortuna de Jeff Bezos (fundador de Amazon) con granos de arroz representando dinero.



La élite del atraso es un libro basado en la historia de Brasil, pero hay muchas semejanzas de las que podemos aprender, y es que históricamente se ha creído de forma equivocada que cualquier problema que tenga un país latinoamericano se le puede atribuir a la herencia cultural que nos dejaron los europeos. De ahí que muchos bromean con que ojalá hubiéramos sido conquistados por los ingleses.

Siempre se nos recuerda que aquí vinieron a parar los peores seres que sobraban en Europa, como si todos fueran ladrones o piratas que vinieron a saquear nuestras riquezas. Quizás sea verdad, aunque no es suficiente para explicar todos nuestro problemas de hoy.

El complejo de vira lata

El origen de nuestros problemas tercermundistas, explica Souza, está en pensar que somos inferiores a los europeos. En Brasil hay una palabra para esto: complejo de vira-lata (que en español traduciría complejo de perro callejero). No creer en nuestras propias capacidades como país es una herencia del sistema esclavo, según el cual había seres inferiores que debían trabajar para los seres superiores, y esto es algo que estuvo presente desde nuestros inicios como sociedades latinoamericanas.

En Portugal no había esclavos. Todos estaban en América, por lo que la estructura de la sociedad y de las familias europeas era diferente a las primeras familias latinoamericanas. Los esclavos eran la mano de obra que había en las Américas después de la conquista. Esto hizo que, desde sus inicios, nuestras sociedades en América normalizaran el hecho de que había seres inferiores.

En los días de hoy, cuando la esclavitud tiene más de un siglo de haber sido abolida, muchos siguen teniendo la mentalidad que dejó florecer la esclavitud, según la cual hay seres superiores, y nosotros clase media para abajo somos inferiores. Solemos pensar que los americanos, los europeos, los australianos, los japoneses, etc. tienen países más organizados y con una mejor cultura, como si la nuestra fuera de tercera clase. Ya lo decía una canción de Los Prisioneros:

Si sueñas con Nueva York y con Europa
Te quejas de nuestra gente y de su ropa
Vives amando el cine arte del Normandie
Si eres artista y los indios no te entienden
Si tu vanguardia aquí no se vende
Si quieres ser occidental de segunda mano
¿Por qué no te vas?

Por qué no se van – Los Prisioneros
En su momento esa mentalidad iba a estar presente en los que habían nacido en las Américas y no se veían de igual a igual con un europeo. Esa mentalidad, dudar de nuestras capacidades, nunca se fue, por más que hayamos superado la esclavitud.

Privatizaciones, la solución a todos nuestro problemas

Esta debilidad es usada por las la élite del atraso, explica Souza, para imponer discursos: que una empresa solo funciona si está en manos de privados. Todo lo que esté en manos públicas o estatales es corrupto y está condenado a nunca funcionar bien, y no hay nada que podamos hacer, excepto privatizar. Nos hacen escoger entre esas dos únicas opciones, sin derecho a considerar una tercera vía en la que una empresa pública funcione bien.

Aquí es cuando el neoliberalismo entra en acción: pasa todas las propiedades del Estado a manos de privados con la promesa de salir de la eterna crisis, como si esto nos fuera a llevar directo al desarrollo. ¿Se acuerdan de Grecia en 2015? Tenían una deuda impagable, los forzaron a recortar gastos, a privatizar y siguieron teniendo una deuda impagable. La deuda incluso se hizo mayor en los años siguientes.

En esa época escribí una serie de dos posts explicando la problemática:


¿En cuánto aumentaron su riqueza comprando una empresa estatal o los que se beneficiaron del recorte al gasto público?

Ahora las ganancias de las empresas privatizadas no van para todos, sino para unos pocos. Esos pocos hacen parte de la élite del atraso, que va a usar lobbistas, medios de comunicación y campañas millonarias para reforzar su mensaje: lo público no funciona, lo privado sí. No se olviden de algo: ellos son los dueños de los medios de comunicación y financian las campañas políticas.

Clase política, nosotros y el tablero de ajedrez

En este escenario, la clase política es solo una pieza de ajedrez. Estamos acostumbrados a pensar que la corrupción es el peor de nuestros problemas, que con el dinero que se pierde en favores y contratos sería suficiente para tener salud y educación para todos. La realidad es que hemos vivido engañados toda la vida. Sí, se pierde mucho dinero en corrupción, pero es más lo que se pierde a largo plazo cuando una empresa es privatizada, pues en adelante las personas tendrán que pagar por algo que antes era financiado con impuestos y con lo que paguen enriquecerán a alguien que ya es millonario. La corrupción es apenas un distractor que usa la élite del atraso para que nadie vea cómo se está saqueando al Estado por la puerta de atrás. La corrupción lo hace por la puerta del frente, que es más pequeña. No es muy diferente a lo que hacen Putin y los magnates.



Dentro de este juego nosotros mismos somos otra pieza siendo manipulada. Ya lo muestra el documental de Netflix El Dilema de las Redes Sociales (trailer arriba), según el cual Facebook y compañía han sido utilizados para polarizar el ambiente político a cambio de que pasemos más tiempo dentro de sus plataformas. Más tiempo significa más anuncios para ver y por consiguiente más dinero facturado, como lo expliqué en un post pasado sobre la historia de Instagram. Y es en esa polarización que uno de los lados estará defendiendo sin darse cuenta a la clase política que encubre a la élite del atraso.

Podemos hablar específicamente de la extrema derecha en Brasil y Colombia, donde el uribismo y el bolsonarismo, respectivamente, no son más que la clase política que encubre a los grandes terratenientes, dueños de grandes grupos económicos, banqueros y hasta Iglesias Cristianas en el caso de Brasil.

Tal como explicamos en el post de una oda al antifascismo, estos movimientos de derecha alternativa (neofascistas) tienen una ideología vacía: son gigantes con pies de barro. Se dicen de derecha y pro libre mercado, pero eventualmente defienden intervenciones del Estado en el mercado. Defienden pautas conservadoras como la prohibición del derecho al aborto, son contra el consumo de drogas y les da miedo que una pareja del mismo sexo pueda adoptar. Pero todo esto no es más que la fachada para que a cada cierto tiempo aparezcan con sus reformas tributarias para que los billonarios paguen menos impuestos y que la clase media y baja paguen más. Es la élite del atraso pidiendo pagar menos impuestos.

¿Se acuerdan de Odebrecht o del Grupo Nule? Eran grupos económicos de familias millonarias saqueando al Estado de frente. Los medios de comunicación solo pusieron un grito al cielo cuando era más que obvio que no lo podían ocultar más. Y es esa misma la clase que pide pagar menos impuestos o que propone privatizar todas las estatales. El resto del tiempo la élite del atraso está saqueando el Estado mientras nosotros nos seguimos sintiendo como seres inferiores, como los esclavos y sus dueños.

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Imagen: Mark G